El propio Banco Central Europeo admite que las medidas excepcionales de expansión monetaria han favorecido una mayor integración financiera en la zona, aunque solo en precios. Por el contrario, queda pendiente conseguir una mayor integración real de los mercados de financiación europeos.
Las grandes compañías se han beneficiado de esta mejora de los precios en los mercados. Al proceso también han contribuido una regulación más exigente sobre los bancos limitando el potencial riesgo que pueden asumir y la aparición de competidores tecnológicos no sujetos a las estrictas normas de las entidades de crédito.
Diversificar las fuentes de financiación de la economía real es siempre deseable. Conseguir un mercado de capitales integrado es una prioridad. Pero quedan preguntas sin responder en el proceso actual que van desde la necesaria información y supervisión que facilite la gestión del riesgo de la financiación no bancaria y la prevención de potenciales riesgos desde las autoridades supervisoras.
La transmisión de unas condiciones financieras favorables sigue siendo bancaria: más del 60 % de la economía europea descansa en las pymes que también suponen el 70 % del empleo. La actividad bancaria descansa en la relación estable a medio y largo plazo con sus clientes, lo que supone una garantía de estabilidad en la financiación ante la propia vulnerabilidad que suponen los mercados financieros y que constantemente reconocen las autoridades.