La llamativa afirmación del titular la realiza el especialista en materias primas Guillermo Barba, en un reciente artículo donde recomienda a los inversores que deriven una parte importante de sus ahorros a comprar plata. ¿Por qué? Veamos: Desde la Edad Antigua la humanidad ha atesorado el oro y la plata, y como en nuestros tiempos, también se medían estos metales en ratios. Nuestro amigo el famoso inversor Simon Black, menciona en su blog de Sovereign Man que, en el mundo antiguo, la proporción (ratio) entre oro y plata era 1:2, es decir, una onza de oro valía dos de plata. Después, cuando fueron avanzando las técnicas de minería y se podía extraer más plata, la ratio se fue ampliando. En el año 300 antes de Cristo, la proporción creció a 1:13. En el año 600 después de Cristo, aumentó a 1:16.
Y así mientras se sofisticaron las técnicas de extracción se produjo más plata y, por ende, su precio ha ido bajando hasta nuestros días, a una proporción promedio de 55 onzas de plata por cada una de oro, e inclusive más allá, a 1:84 o más.
Es un sencillo ejemplo de cómo al aumentar la existencia de un producto -céteris páribus-, el precio tiende a bajar, aunque claro, no es el único factor que lo determina.
Hay una diferencia que entre el oro y la plata que parece obvia, pero conviene recordar: mientras que la mayoría del metal áureo es demandado por inversionistas, gobiernos y bancos centrales, la plata es más buscada para usos industriales y tecnológicos. Se calcula que solamente un 20% de la demanda del metal blanco es para inversión y las instituciones ni se preocupan por acumularlo.
Ahora pensemos en la situación global actual, con temores de una (muy probable) recesión global, disputas comerciales, conflictos geopolíticos y sociales. El oro tiene mucha más demanda y, por ende, el precio sube. Por otro lado, con una desaceleración económica, hay menos consumo y menos producción y, por tanto, menos demanda de materia prima, entonces el precio de la plata desciende.
Muchos inversionistas no están interesados en comprar plata, y justo por eso es el momento idóneo para pensar (y comprar masivamente) en plata. La demanda industrial descenderá en una recesión y, por otra parte, la producción también está rezagada, pero tarde o temprano se volverá a demandar más metal para la infinidad de usos que tiene, y esa es precisamente su ventaja. Mientras existe oro abundante porque la gran mayoría del mineral que se ha extraído en la historia sigue entre nosotros, la plata se consume constantemente y se necesita siempre más. El oro no se acaba nunca, pero la plata sí.
El principal impulsor de la demanda de plata es la joyería y la tecnología (usos industriales); pero también se usa en una variedad de aplicaciones industriales como baterías, purificación de agua, semiconductores y equipos dentales.
“Si esas compañías están creciendo, necesitarán aún más plata … por lo tanto, mientras la economía global generalmente siga creciendo, la demanda industrial de plata debería seguir creciendo”, dice Simon Black.
Por eso hay que invertir en plata ahora con precios muy bajos, antes de que los inversionistas vuelvan a verla atractiva. La plata es un metal industrial, y eso a veces nos hace olvidar o pasar por alto su valor como dinero, como inversión y dinero real, y quizá este carácter, más que su demanda para fabricación, sea la que predomine para hacer escalar su precio, y para llenar de ganancias los bolsillos de aquellos que invirtieron a tiempo en ella.