Iniciaré este artículo con las palabras de un gestor de renta variable nacional recogidas ayer en el comentario de apertura de capitalbolsa.com
"Está claro que la reticencia por deshacer posiciones en renta variable sigue siendo alta. Las valoraciones están muy ajustadas a los actuales niveles, pero cuando te planteas reducir la exposición de tu cartera a acciones, tienes que buscar un destino alternativo para ese dinero, y simplemente, no lo hay. Es probable que en el corto plazo veamos algún tipo de corrección en los mercados, no pueden subir ininterrumpidamente, pero hay un consenso generalizado que la tendencia subyacente de largo plazo es alcista. Por tanto, para aquellas inversiones con un horizonte temporal de largo plazo, como es mi caso, lo que recomiendo es seguir invertido en bolsa, y en caso de correcciones, incrementar posiciones.”
Básicamente, este gestor lo que recomienda es comprar bolsa, aunque a estos niveles parezca poco atractiva, porque el resto de activos alternativos son aún menos atractivos. ¿Pero es este un buen argumento? Según Mark Hulbert no.
Hulbert, afirma en el Wall Street Journal, que casi todo el mundo en los mercados financieros contesta sí a la pregunta de: ¿Se debería comprar acciones porque no hay alternativas atractivas? Sin embargo, y como afirma el padre del análisis contrario Humphrey Neill, “cuando todos piensan igual, es probable que todo el mundo esté equivocado”.
Un argumento que dan los alcistas, señala Hulbert, es que la renta variable aún después de las subidas, sigue siendo más rentable que al renta fija. La rentabilidad por dividendo del S&P 500 es del 5,4%, lo que es un 2,6% más alto que el rendimiento del bono a 10 años estadounidense.
Si este argumento de valoración relativa fuera correcto, añade Hulbert, históricamente el mercado de valores debería hacerlo mejor cuando ese diferencial es más amplio, y viceversa. En realidad, según un estudio realizado por Vincent Deluard de Ned Davis Research, a no ser que el diferencial sea muy amplio (entre el 5 y el 8 por ciento), no existe una correlación entre la evolución del mismo y la del S&P 500. La misma conclusión sacó de las bolsas europeas.
De hecho, el mercado de valores se ha comportado por debajo de la media cuando el diferencial se ha situado en los actuales niveles, y por debajo que cuando el diferencial es negativo (a favor de los bonos) entre un 1% y un 4%.
Otro estudio estadístico que demuestra la falta de correlación entre ambos factores es el elaborado por Clifford S. Asness de AQR Capital Management. En él se muestra como la correlación (o valor predictivo) de los retornos previstos de la rentabilidad del S&P 500 y del bono a 10 años de EE.UU., y la evolución del S&P 500 a 10 meses y a 10 años, es casi nula. Entre 0 y 1, donde 0 es el de menor valor predictivo y 1 el de mayor valor predictivo, a 10 meses esta correlación era de 0,04 y a 10 años de 0,10.
La conclusión de estos estudios es que no se ha demostrado ninguna relación entre el diferencial de rendimiento de ambos activos (acciones-bonos), y la evolución de las bolsas, por lo que el argumento de aquellos que defienden una visión alcista de los mercados de valores porque no hay alternativa en otros activos, no tiene una base fundamental.