"¿Cuál es la cura para la enfermedad económica de las crisis recurrentes?", se preguntaba recientemente el economista Guillermo Barba, y se contestaba: "Un sistema de dinero honesto, que obligue a restringir y disciplinar nuestros gastos, y muy en especial, los de todos los gobiernos, que valiéndose de una de las debilidades del sistema democrático -la posibilidad de comprar votos-, no dudan en echar mano del dinero público para generar clientelas con cargo a los contribuyentes. Nada les importa empeñar a las futuras generaciones, una irresponsabilidad tan grande, que debería ser considerada un grave crimen por condenar a nuestros hijos a pagar nuestras cuentas."
Ese dinero honesto es el que los comerciantes eligieron a través de un largo proceso de discriminación entre diferentes mercancías que han fungido como tal a lo largo de miles de años de historia, pero cuyo camino siempre ha tenido el mismo final: el oro.
Por sus propiedades y características, el oro es el rey de los “dineros”, y lo seguirá siendo. Poco importa que los gobiernos, banqueros centrales y académicos lo desdeñen. Su valor no está en función de la opinión de unos cuantos, sino en el aprecio y fascinación que sienten por él la absoluta mayoría de seres humanos, y que no cambiará jamás.
Ese dinero honesto continúa revaluándose frente a todas las divisas del mundo, lo que se evidencia en la gráfica de precios de largo plazo. Esos 35 dólares por onza de 1971, se han convertido al día de hoy en más de 1,450 dólares -un precio que a la larga también nos parecerá ridículamente bajo-, y que nos habla de cómo el dinero de papel, un dinero deshonesto basado en la deuda, está condenado a siempre perder su valor.
Por eso es que recomendamos tanto y lo animamos a que con urgencia tenga oro, sí o sí, en su cartera de inversión. Y esa, es la misma razón por la que los bancos centrales del orbe continúan acumulando lingotes y repatriándolos, como lo ha hecho Polonia recientemente. De manera sabia, se preparan para el inevitable final de ese mega ciclo inflacionario de expansión monetaria, que como siempre, acabará en una gran crisis y recesión globales.
Barba es un entusiasta del oro como inversión. En sus análisis periódicos recomienda a los gestores posicionarse en esta materia prima, que considera ampliamente infravalorada en términos comparativos. Personalmente, el oro nunca ha sido un activo que he poseído en mis carteras de inversión. Ahora bien, tengo que decir, que durante los últimos años este material precioso ha desarrollado un amplio suelo, con un evidente proceso de acumulación por las manos fuertes, que debería dejar paso al nuevo tramo alcista en una tendencia mayor, que debería llevarle en primer lugar hacia la zona de los 1.800 dólares la onza.
Creemos, como afirma Barba, que es momento de posicionar en oro una parte de nuestra cartera.