La banca europea, a la que dedicábamos nuestro gráfico de hace una semana, ha seguido ganando posiciones en un contexto positivo en general para las Bolsas globales, aliviadas por la sensación, o tal vez por la esperanza, de que la epidemia de coronavirus podría empezar a remitir. Pero las subidas semanales han sido en esta ocasión mucho más moderadas que las de la semana anterior, e incluso han sido simbólicas en algunos casos como el de BBVA, que la semana previa había sido la gran estrella.
El muy modesto crecimiento de la economía europea en el cuarto trimestre de 2019, que se publicó el pasado viernes, tal vez tenga mucho que ver en esa menor euforia del sector bancario, un sector, al fin y al cabo, muy condicionado por la marcha de la economía. El Pib de la zona euro creció tan solo un 0,1% en el cuarto trimestre de 2019, el menor crecimiento desde 2013, con la economía alemana estancada en el crecimiento cero y con las economías francesa e italiana cayendo un -0,1% y un -0,3% respectivamente.
Esa paralización económica de la zona sin duda ha impactado también en la divisa europea y explica en buena medida la debilidad del euro, que el pasado viernes cerraba en 1,0831 dólares por cada euro tras haber tocado a lo largo de la semana sus niveles mínimos de los dos últimos años y medio en relación con el dólar.
Sometido al doble fuego de los tipos nominales negativos y del apenas nulo crecimiento económico en la zona, el euro se ve además estos días sometido a la presión adicional de no haber alcanzado el estatus de "divisa refugio", lo que hace que la incertidumbre provino cada por el coronavirus desvíe aún más flujos hacia el dólar. Los grandes Fondos de Pensiones y aseguradoras de Japón, Corea, Singapur o Taiwán tienen probablemente pocas dudas a la hora de decidirse por invertir su liquidez en el mercado del Tesoro americano (treasuries) que tiene tipos de interés positivos, es mucho más líquido y profundo que cualquier otro, y ofrece además la seguridad de estar denominado en la que sigue siendo la moneda de reserva por excelencia, el dólar.
Es cierto que el dólar ve amenazado a medio plazo ese estatus por varios factores, entre ellos la política fiscal de Trump, que está generando año tras año un déficit público cercano al 5% y está incrementando la deuda del Gobierno hasta límites muy elevados, habiendo ya estimaciones de que pueda alcanzar los treinta billones europeos (trillones americanos) de dólares antes del 2030. Esa política fiscal unida a la vuelta de la Fed a las políticas monetarias ultraexpansivas son a medio plazo una amenaza para el dólar.
Pero hoy por hoy el dólar es alcista frente al euro, dentro de una banda, y la realidad es que en dos años ha pasado de los 1,34 dólares por cada euro a los que cotizaba en febrero de 2018 a los 1,08 a los que cerró el pasado viernes.
El pasado año, en nuestro Gráfico semanal del 11 de febrero de 2019, cuando el dólar estaba a 1,1335 apostábamos por una banda entre 1,05 y 1,20 dólares por euro y decíamos que en caso de bajar el dólar a las cercanías de 1,20 con el euro compraríamos más dólares, como así pudimos hacerlo en marzo de 2019, tal y como se ve en el Gráfico.
Hoy pensamos exactamente lo mismo, y seguimos manteniendo la banda 1,05/1,20 como banda básica. Por ello, de nuevo, en las proximidades del 1,05 apostaremos por el euro, pero si el dólar descendiese hacia el 1,20 incrementaríamos sin duda posiciones en la divisa americana.