La Economía es algo sencillo; nada que ver con aprobar unas oposiciones a registrador de la propiedad. Se genera actividad económica por el hecho de que las personas demandan determinados bienes y servicios que pueden ser facilitados por otras personas, y a su vez las primeras son capaces de producir bienes o servicios que puedan ser vendidos a terceros. Todo ello aderezado por una adecuada dosis de dinero que hace fluir el ahorro hacia la inversión y que permite el intercambio de esos productos y servicios.
Si todas las personas que vivimos en una comunidad somos capaces de entender que debemos contribuir con lo que podamos al sostenimiento y desarrollo del entorno socio-económico en el que vivimos, la cosa puede funcionar razonablemente bien. Sin embargo, si una parte significativa del colectivo son funcionarios públicos, parados y jubilados, y el 27% de la población tiene que mantener al 73% restante, el sistema se desestabiliza y deja de funcionar.
Sin posibilidad de utilizar la política monetaria para devaluar la moneda, y con una deuda pública que se alimenta a sí misma por eso de un déficit crónico y desbocado, a un país agobiado como es España sólo le queda la opción de la política fiscal. Y es ahí cuando surge necesidad del Evangelio, vamos de creer en algo, en este caso, el dogma económico, y es en ese momento cuando los que “hemos hecho la mili con lanza” nos llevamos una sorpresa. El modelo liberal se fundamenta en la no intervención del sector público en la actividad económica, ya que existe una “mano invisible” que hace que los mercados se autorregulen, y cualquier injerencia es mala para el desarrollo económico. En este modelo, la no intervención del Estado supondría obviamente la reducción de los impuestos al mínimo. Son los ciudadanos los que deben disponer del máximo de renta disponible para que la utilicen según su criterio.
Después de más de dos años desde que el Partido Popular obtuviera mayoría absoluta, y de haber subido todos los impuestos, tasas y exacciones fiscales que existían en España, incumpliendo masivamente su programa electoral, parece que el sistema económico español necesita incrementar todavía más la recaudación, y como ya no puede subir los impuestos, pues lo que hace es ampliar las bases de las cotizaciones a la Seguridad Social para retirar todavía más renta disponible del sistema. Pero curiosamente, eso no figura en el Evangelio neoliberal, sino en los evangelios apócrifos de esa izquierda que parafraseando a Machado, “fue y no ha sido”, y que tuvo que convertirse al neoliberalismo más exacerbado el 9 de mayo de 2010, de la mano de Frau Merkel.
Si se incrementan los impuestos, habría que potenciar la inversión pública para crear empleo, y si los bancos no dan préstamos, habría que insuflar dinero en el sistema desde el Sector público, utilizando por ejemplo el ICO como una especie de banco público temporal, que diera préstamos a las empresas y a las familias, y no solamente a las Comunidades Autónomas y a los Ayuntamientos para que paguen las facturas que habían escondido en el cajón. Sí, eso es una política que tradicionalmente se ha asociado con la socialdemocracia, pero lo que uno no puede hacer es leerse el Evangelio e ir tachando los versículos que no le convienen, y leyendo en el púlpito aquellos que nos hace recitar la “curia” germana.
No, Don Mariano; por este camino nos ha llevado Vd. a una profunda recesión con otro millón de parados, y con un 26% de paro estamos muy cerca de lo que en los años treinta se llamó depresión. Y como no tenemos moneda propia, puede que hasta se produzca inflación en la zona euro, y nosotros no podremos hacer otra cosa que resignarnos y volver a releer el Evangelio; o sea, a rezar, porque poco más podremos hacer. Y ahí estarán cabalgando los modernos cuatro jinetes del Apocalipsis económico: paro, depresión, inflación y déficit presupuestario.
Por favor, confíe en su instinto, y no se deje llevar por los que leen el Evangelio a piñón fijo sin tener los pies en la tierra, y sin darse cuenta de que vivimos en un mundo cambiante que muta continuamente y para el que no son válidas las recetas que el Sr. Friedman acuñó a principios de los años sesenta cuando se vivía el idílico “american dream”. No se pueden tomar medidas de izquierdas y luego hacer una política económica de derechas, porque la “mano invisible” es eso, invisible, o sea que no existe, al menos en una Economía que es algo parecido a la “tierra quemada”, y donde no hay ni empleo, ni dinero, ni mercados eficientes en los que pudiera actuar esa “mano invisible”.
Dénos un poco de esperanza. Si sólo vemos el palo y no encontramos zanahorias en ninguna parte, al final tiraremos la toalla, y el “efecto Gamonal” acabará por extenderse por toda España. Y eso no es bueno, porque una vez que las masas toman la calle, se vuelven irracionales, y es muy difícil hacer que vuelvan a sus casas.
Los evangelistas escribieron sus evangelios en griego, no sé si porque no les entendiesen los romanos o porque no sabían otra lengua, y el principio básico era que los que lo leyeran o escucharan (casi todo el mundo era analfabeto en aquella época), creyeran que lo allí escrito era la palabra de Dios. Que Jesucristo resucitó al tercer día era una cuestión de creer o no creer; no había pruebas tangibles. Pero en el caso de nuestra Economía, sí que hay indicadores que pueden considerarse como pruebas, llámese tasa de morosidad, déficit público, déficit eléctrico, nivel de desempleo, emigración a otros países, ausencia de crédito, corrupción política, etc. Y lo de creer o no creer ya no es sólo una cuestión de fe, entre otras cosas porque ahora no somos analfabetos y además tenemos internet. En su tercer año, dice que la Economía española ha resucitado, y lo lamento Don Mariano, yo no creo en su Evangelio, porque las pruebas tangibles no me permiten creer en su política económica. Para mí no es más que una operación de marketing político pensada para las próximas elecciones. La gente sigue sin tener trabajo, y los mercados que ahora le dan la cara son la serpiente más traicionera que uno se pueda imaginar, y de la noche a la mañana sacarán a relucir sus colmillos e insuflarán su veneno en la ya deteriorada salud del enfermo, que amenaza con ser crónico.