El Ibex, al que dedicábamos nuestra sección el lunes pasado, rompió a la baja en esa misma sesión del lunes los seis mil puntos, nivel en el que habíamos recomendado comprar, y a partir de ahí inició una recuperación hasta cerrar el viernes pasado en 6.443 puntos, con una caída semanal del 2,8%, pero con una subida desde los mínimos del lunes superior al 8%. Pensamos que el nivel de los seis mil puntos sigue siendo interesante para comprar el Ibex, desde la perspectiva del análisis fundamental, si bien no descartamos en absoluto volver a ver niveles inferiores, dada la fuerte recesión global a la que podría conducir la crisis del coronavirus.
Pero las grandes novedades de la semana pasada en los mercados financieros no han estado en las Bolsas sino en los mercados de bonos. El miércoles pasado, los tipos de interés a largo plazo de los bonos soberanos experimentaban una fortísima subida, que llevó a las primas de riesgo europeas a "estresarse" como no lo habían hecho en mucho tiempo.
En concreto el tipo del bono español a diez años, tal y como se ve en el gráfico que adjuntamos, subió casi en vertical en la jornada del miércoles desde el 0,8% hasta el 1,36% amenazando con una subida mayor en algunos momentos de la sesión.
De forma muy oportuna el BCE emitió un comunicado esa misma noche, anunciando un programa de compra de bonos por setecientos cincuenta mil millones de euros, el llamado PEPP (Pandemic Emergency Purchase Program), asegurando que lo ampliaría tanto como haga falta. Christine Lagarde reforzó el mensaje emulando el famoso "whatever it takes" de Draghi, al decir que el BCE no tiene ningún límite ("no limits") en su compromiso con la defensa del euro.
Como se ve en el gráfico adjunto, las aguas volvieron a su cauce el jueves y el viernes, cerrando el bono a diez años el viernes a un tipo del 0,73%. La pregunta es ¿será duradero el efecto del BCE?
Es obvio que el BCE tiene una potencia de fuego impresionante, y que por tanto puede controlar los "spreads" de los bonos soberanos europeos durante mucho tiempo, como ya lo ha demostrado. Pero en nuestra opinión si se quiere que la deuda soberana periférica no sea un dolor de cabeza recurrente, la única vía para conseguirlo es que la Unión Europea haga reformas institucionales profundas. Solo una mayor unión política y una cierta mutualización de la deuda, con la contrapartida de una pérdida de soberanía de los Estados miembros a la hora de gastar, garantiza a medio plazo que la deuda soberana europea no se vea sujeta a crisis periódicas.
Lamentablemente, es poco probable que este vaya a ser el camino que sigan los Gobiernos europeos.