El mejor consejo de inversión que he escuchado es: compra barato y vende caro. Aunque el razonamiento parece obvio – sobre todo cuando hablamos de cualquier negocio en el que se compra y vende mercancía física-, en el mundo de las finanzas nos encontramos con que la gran mayoría no lo aplica, y en consecuencia, tiene inversiones perdedoras o con rendimientos mediocres. Sin lugar a dudas, el que seamos seres emocionales es una de las causas de este error común: al ver que un activo sube y sube de precio de forma acelerada en corto tiempo, la codicia nos gana y todos queremos comprarlo para subirnos a esa “ola” ganadora.
El problema es que cuando las grandes masas comienzan a subirse a dicha ola, por lo general es una señal de que el final de ese mercado alcista está cerca.
Justo son las enormes hordas de pequeños inversores comprando caro sin cesar, las responsables de que el mercado tenga movimientos parabólicos que lo disparan a máximos históricos uno tras otro. La euforia extrema es un signo claro de que el riesgo está cerca de llegar a su punto más alto, y tras alcanzar su “pico”, un rápido desplome es inevitable.
Es así como de la noche a la mañana, del optimismo infundado los inversores amateurs pasan al miedo a perder, lo que lleva a ventas de pánico que tumban todavía más el mercado, generan mayor temor y pesimismo, más liquidaciones desesperadas, más caídas de precios y así sucesivamente hasta tocar fondo.
Cabe hacer notar que mientras dichos inversionistas aficionados compraron primero de los profesionales a precios extremos, durante la caída los papeles se invierten y son los inversores profesionales los que recompran de los atemorizados amateurs a precios de remate. Así ha sido siempre, y seguirá siendo hasta el final de los tiempos.
Unos – los ganadores-, aplican la máxima de comprar barato y vender caro, o lo que es lo mismo: vender caro y recomprar barato; otros, los que pierden, hacen lo contrario: compran caro y venden barato.
Esto que le explico está sucediendo de nueva cuenta ante nuestros ojos, y es muy probable que ocurra en los próximos meses y quizá en la mayor parte de 2021.
Y es que tras el peor colapso económico de nuestra época – a causa del mal manejo de la crisis por la pandemia de COVID-19-, el año próximo seguramente lucirá mucho mejor en comparación. El discurso oficialista y de los medios predominantes se centrará en lo bien que están funcionando las vacunas, los controles sobre la población, la reapertura y la recuperación.
Si lo anterior se confirma en los hechos, los mercados acompañarán ese optimismo con alzas en los índices bursátiles y en activos de riesgo, divisas emergentes como el peso, bajas del dólar, y con caídas en activos refugio como el oro y activos reales.
Sin embargo, esta será una enorme trampa que otra vez hará caer a las grandes masas de inversores desprevenidos.
No olvidemos que como respuesta a la crisis sin precedentes que desató el nuevo coronavirus, los bancos centrales y gobiernos de todo el planeta se embarcaron en la mayor ronda de “estímulos” monetarios y fiscales de que se tenga registro. Entre estos se encuentran tasas de interés otra vez en mínimos históricos cercanos a cero por ciento, expansión crediticia, creación monetaria ilimitada a través de compras de bonos de deuda, gasto público extraordinario y deficitario, etc.
Lo señalado en el párrafo anterior predispone una mayor corrupción del sistema monetario, lo que convierte a quienes ahorran en divisa e invierten en instrumentos de renta fija, en los más grandes perdedores, de los que compran caro y venden barato. Los grandes ganadores serán quienes acumulen instrumentos financieros que se valorizarán a futuro como consecuencia de dicha corrupción monetaria.
Por eso la caída del dólar, del oro, la plata y otros refugios reales que ya ha comenzado a causa del optimismo desmedido, engañará de nueva cuenta a los inversores aficionados que los venderán mientras sigan bajando, justo cuando los inversionistas más avezados los estarán acumulando a manos llenas a precios de ganga.
El momento que nos ha tocado vivir es histórico, una gran oportunidad de dejar de formar parte de la gran masa de inversionistas perdedores, de los que siguen a la mayoría, para ser de los pocos que vencen a la emoción con la razón y ganan en el camino.
Fuente: Guillermo Barba