Durante el siglo XIX se produjeron en Estados Unidos grandes migraciones desde el Este y el Centro del país hacia California. Hollywood nos ha recreado una y otra vez las largas marchas de los pioneros con sus carromatos tirados por mulas o bueyes en un periplo jalonado por ataques de los cuatreros y de los comanches.
Lo que no nos decían los cineastas era el por qué aquellas familias de pioneros abandonaban sus auténticos hogares y se lanzaban a una aventura en la que podían salir bastante mal parados. Pongamos, por ejemplo, una familia de Kansas, en la que los padres han visto sus cosechas arruinadas por la sequía, y el hijo mayor ha perdido su trabajo como vaquero. Al final, deciden vender todo lo que tienen y buscar una vida mejor en un sitio que se llama California y en el que al menos teóricamente pueden reemprender una vida medianamente digna.
Luego, en el siglo XX se creó una potente maquinaria de producción de automóviles en Detroit, que hoy en un día es una ciudad fantasma de la que han tenido que salir muchas familias, y una buena parte de ellas con destino a California para emprender una nueva vida, eso sí, con un camino más fácil, puesto que pueden viajar por las autopistas americanas.
Y llegamos a la época actual, y resulta que los movimientos migratorios continúan produciéndose a lo largo del mundo y en particular en un país que se llama España. Desde hace unos años, muchos jóvenes están haciendo el petate y “les han dicho” que hay un sitio que se llama Alemania, que es la nueva California, y allí es donde tienen que ir.
¿Y por qué se tienen que ir? Pues porque no tienen trabajo ni esperanza de conseguirlo. ¿Y por qué van a conseguirlo en Alemania, si muchos de ellos ni siquiera hablan alemán medio bien? ¿Qué es lo que motiva a los jóvenes para que elijan un destino mucho más difícil que el que podrían haber tenido en su país?
La respuesta la podemos buscar en la familia del granjero de Kansas. El padre se vio con una tierra seca de la que no podía sacar nada, y se convirtió en un “parado de larga duración”, y el hijo se hartó de recorrer todos los ranchos, almacenes y herrerías de las ciudades de la comarca, y que le dijeran que no había trabajo, o que le dejaban estar pero sin cobrar, para que aprendiera el oficio, aunque luego sólo le tocaba dar de abrevar al ganado y limpiar las letrinas (¿les suena a becario?).
En el caso de Detroit el tema fue mucho más simple. Se concentraron en un mono-producto, y resultó que luego había otros con los ojos rasgados que lo hacían más barato, con lo que todo el mundo al paro.
El Estado de Kansas no tomó ninguna medida para solucionar los problemas de la familia del granjero, al igual que los sucesivos alcaldes de Detroit no fueron capaces de diversificar el tejido industrial de la ciudad. Pero el Estado de California, consciente de que necesitaba más mano de obra cualificada, publicitó el “Vente a California, Pepe”, y cuando los granjeros llegaban, no todo era miel sobre hojuelas, pero se podía vivir. En suma, nadie volvía a su tierra hablando mal de los californianos, y cuando un siglo después se inició el negocio cinematográfico, lo apoyaron a tope porque sabían que generaría trabajo y riqueza, y cuando hace cincuenta años empezaron a surgir ideas para la nueva actividad de la computación, crearon Silicon Valley, y de nuevo fomentaron que vinieran emprendedores y gente de talento.
Supongo que no tengo que hacer analogías con la diferencia entre Alemania y España en los tiempos actuales, y el por qué los jóvenes emprenden su periplo sin miedo a cuatreros y comanches, que haberlos “haylos”; y luchan por llegar a esa tierra prometida en la que podrán ser algo diferente de funcionario (en sus diferentes versiones) o de servidor de cervezas en la playa a los turistas.
Durante el primer semestre de 2013, 39.690 españoles, muchos de ellos jóvenes, emigraron al extranjero, que se unen a los 112.739 que lo hicieron en los años 2011 y 2012. Se han ido fuera de España a tratar de tener algún futuro, después de ver que aquí no tienen la menor esperanza. Las remesas de dinero repatriado por emigrantes en este año superan ya los 1.600 millones de euros, como en la época del franquismo. Dentro de poco, y aparte de los turistas, sólo querrán venir a España los de las pateras, y eso como tránsito hacia el resto de Europa. Con un planteamiento como éste, yo, desde luego, no estaría tan complacido de mi gestión gubernamental como lo están otros.
Y es que PP y PSOE, al menos en su formato actual, son como Kansas y Detroit. Cada uno en su lado, en vez de estar los dos del mismo lado, como ocurre en Alemania. Y es que una cosa es la ideología y otra la Economía. En el tema económico no hay grados de libertad para aplicar ideologías; los dos partidos tendrían que estar en el mismo lado y cuando lo deja uno, el otro tendría que coger el testigo y seguir adelante. Y lo que es más importante, hay que empezar a pensar en californiano, y no asumir la derrota como hicieron en Kansas en el siglo XIX y en Detroit en el siglo XX, y si se está cansado y no se tienen ideas, pues se deja paso a otros que las tengan y que tengan ganas. PP y PSOE no son la religión de España, y si no tienen algo más que ofrecer, deben dejar paso a otros que sean capaces de venir con la barra de surf y canturreando canciones de los Beach Boys.