El economista Guillermo Barba advertía hace unos días en una nota a clientes, la difícil situación a la que pueden enfrentarse los mercados en los próximos meses si los precios de los bonos siguen cayendo, y la inflación repunta obligando a los bancos centrales de todo el mundo a subir sus tipos de interés. Barba señala que la destrucción económica en las principales economías del mundo ha sido brutal, y que no será tan fácil, como el mercado supone, reactivarlas "como si nada hubiera pasado a los niveles previos a la crisis Covid", a pesar de la ingente liquidez que se ha inyectado al sistema. Estamos de acuerdo. Barba lo argumenta así:
Sí, esa liquidez excesiva que se ha inyectado está todavía entrampada esperando por salir a buscar bienes y servicios conforme se reanuden las actividades, pero tarde o temprano encontrará salida. Es por eso que muchos anticipan que la recuperación será rápida.
No obstante, hace falta más que dinero líquido para reponer el capital que las malas decisiones gubernamentales de confinamiento han destruido. Puede destruirse capital productivo muy rápido, pero restaurarlo lleva tiempo.
A causa de ello, el escenario más probable en el horizonte inmediato es el que de estancamiento con inflación y desempleo (estanflación).
De hecho, las crecientes expectativas inflacionarias se reflejan ya en el mercado de bonos, cuyos precios se han desplomado, con la consecuente alza acelerada de sus tasas de rendimiento.
¿Qué significa esto? Que con el empeoramiento de las expectativas de inflación, los tenedores de bonos prefieren venderlos a precios cada vez más bajos, lo que se refleja en una elevación de los rendimientos que pagan a quienes los compran (si compras más barato un bono en el mercado, recibirás más rendimientos. Si lo compras más caro, recibes menos).
¿Para qué quedarse con un bono a largo plazo que pague tan poco? Con expectativas de inflación elevadas, eso pierde sentido para los inversionistas.
Pero el tema de fondo aquí es que, si los pronósticos de inflación o la percepción de ella se mantienen como hasta ahora ha ocurrido en 2021, la estampida en bonos gubernamentales podría continuar hasta el punto en que los rendimientos altos comiencen a ser lo suficientemente atractivos como para propiciar que los inversores salgan también de activos de riesgo (bolsas de valores, divisas emergentes, criptomonedas, etc.) hacia la seguridad de los bonos. Los niveles a observar en el bono estadounidense a 10 años se encuentran por encima del 1.5 por ciento.
Entre más escalen los tipos, mayor será el riesgo de que los mercados de riesgo se desplomen de forma violenta.
Las estrellas pues, se están alineando contra los activos de riesgo, y a favor de los refugios seguros como el dólar y el yen. ¡Cuidado!