"La inflación está aquí y llegó para quedarse en niveles riesgosamente elevados por un buen rato. Pese a esa realidad que cualquiera que haga sus compras habituales puede notar, lo cierto es que las autoridades políticas, financieras y monetarias de muchas partes del mundo continúan desdeñando estas presiones a la baja en el poder adquisitivo de nuestros ingresos, calificándolas de “transitorias”. Pero no será así", comentaba recientemente el analista Guillermo Barba. Y es que cada vez parece más evidente que la evolución de la inflación será la principal preocupación macro para los inversores de todo el mundo en los próximos años. Barba señala:
"Sí, es cierto que la baja base de comparación respecto al año pasado – cuando nos encontrábamos bajo un confinamiento masivo casi total y los precios del petróleo se desplomaron incluso a niveles negativos en el mercado de futuros-, presiona al alza la tasa anual de inflación ahora que estamos regresando a la mayoría de las actividades económicas.
Sin embargo, hay de fondo razones fundamentales para que el poder de compra del dinero se siga erosionando de modo preocupante.
La primera y quizá más grave de todas es que, tras el confinamiento forzoso y el cierre de actividades decretados por los gobiernos de todas latitudes y niveles, miles de empresas tuvieron que cerrar sus puertas y echar a la calle a millones de nuevos desempleados. Muchas, quizá la mayoría de ellas, nunca volverán a abrir.
Es decir: hay miles de bienes y servicios de todo tipo que se dejaron de ofertar permanentemente a los consumidores, y los negocios que sobrevivieron, no son capaces de satisfacer de pronto una demanda por ellos que regresa a los mismos niveles – o más altos- que antes de la pandemia. Algo tiene que ceder a esa demanda que vuelve y a una oferta que se contrajo: los precios.
La segunda causa fundamental de la inflación son los históricos estímulos monetarios (tanto la depresión de tasas de interés como la inyección masiva de dinero líquido) de los grandes bancos centrales del orbe, y los estímulos fiscales de gasto público, también sin precedentes.
La Reserva Federal (Fed, banco central) de EEUU ha insistido en que mantendrá su postura acomodaticia durante un período prolongado incluso si la inflación se mantiene por encima de su meta de 2 por ciento anual.
Este “cuello de botella” entre oferta y demanda en países desarrollados como Estados Unidos, agravado por aquellos consumidores que no tendrían capacidad de compra por carecer de un ingreso o empleo, pero que sí la están teniendo gracias a los “apoyos” gubernamentales. Y es que con ellos están presionando la demanda de materias primas y de toda clase de productos, al grado de que muchos estadounidenses han optado por ni siquiera comenzar a buscar trabajo. ¡No lo necesitan porque el dinero les cae solo!
En este espacio hemos hablado de que la escasez de materias primas ya se ha reflejado en el mercado de futuros con una inversión de la curva de contratos, en mercancías alimenticias tan importantes como el maíz, el azúcar, y energéticos como el gas y la gasolina. Lo que esto implica es que los precios continuarán estando presionados al alza."
Pese a lo anterior, los Bancos Centrales parecen estar subestimando los riesgos inflacionistas, y están aplazando las subidas de tipos ahora que todavía se puede atajar este riesgo. Los Bancos Centrales, con sus política monetarias ultralaxas, están castigando a los ahorradores justo cuando las economías necesitan unas bases sólidas de ahorro para crecer de manera sostenida.
Premiar a los deudores en vez de a los ahorradores con tasas deprimidas artificialmente, es pavimentar el camino hacia el desastre.
Ese es el problema de subestimar la inflación, y de no corregir el rumbo – y no parece que se vaya a cambiar- nuestras autoridades financieras y monetarias continuarán hundiendo al país en una prolongada crisis de estancamiento, desempleo e inflación: la socialmente riesgosa estanflación. La advertencia, está hecha.