Hay un falso debate entre los defensores de la libertad individual, la propiedad privada y los contratos voluntarios entre particulares, respecto al rol que desempeñan el oro y el bitcoin como dinero. En general, el entusiasmo que ha generado el extraordinario invento tecnológico de la cadena de bloques (blockchain) – libro contable descentralizado en el que se sustenta el bitcoin para existir digitalmente con una “escasez” programada como si fuera un bien físico-, ha llevado a muchos a concluir de manera errónea que el bitcoin llegó para sustituir al oro en el rol que ha desempeñado durante milenios: el de ser la mejor forma de dinero.
A ese error llegan quienes desconocen que al trono monetario no se asciende por decreto (como el dinero fíat) ni por precios máximos (como el bitcoin), sino mediante un largo proceso competitivo de discriminación entre mercancías en el mercado, mediante el cual los participantes encumbran de forma espontánea a la mercancía con la máxima “vendibilidad” en un espacio y momento dados para fungir como intermediario general.
Dicho proceso de mercado ha sido responsable de que toda clase de mercancías como la sal, conchas de mar, hojas de té, granos de cacao, ganado, etc., hayan ocupado muchas veces el papel de dinero a lo largo de la historia, cuando la complejidad económica vuelve ineficiente e insostenible hacer intercambios directos (trueque).
Pero el camino ha acabado en todos los casos, siempre, en un metal precioso como el mejor para desempeñar el rol monetario: el oro. Por sus características físicas y la demanda permanentemente insatisfecha de este metal a cargo de las personas – que es lo que le da valor-, es la mercancía ideal para ser la intermediaria general en los intercambios.
Es decir: para que el bitcoin pudiera encumbrarse como dinero universal sería necesario que en franca y abierta competencia en el mercado las personas prefirieran en todos los casos a la criptomoneda sobre todas las demás mercancías.
Esto no es imposible que ocurra bajo determinadas circunstancias muy específicas, igual por ejemplo que las que se presentaron en el pasado para elevar de manera temporal a todas las mercancías aludidas párrafos arriba (sal, conchas de mar, hojas de té, granos de cacao, ganado, etc.) como dinero.
Cabe destacar que en todo caso, incluso cuando otras materias primas desempeñaron de manera transitoria el papel de “moneda de cambio”, el oro siguió siendo valioso y regresó más tarde por su puesto.
Hoy en día es fácil dar por descontadas comodidades de la vida moderna como la luz eléctrica, el Internet, las computadoras y los dispositivos móviles inteligentes, a las que no sólo NO todos los habitantes del planeta tienen acceso, sino que por diferentes circunstancias naturales, económicas y hasta políticas, corremos el riesgo de perderlas en cualquier momento. Sin cualquiera de ellas, el bitcoin dejaría de ser funcional por completo.
Del mismo modo, una característica de la tecnología es que está en constante desarrollo, y lo que hoy es la “punta de lanza” mañana puede ser obsoleto. El bitcoin es un experimento monetario en ascenso que cumple apenas más de 12 años exitosos de existencia, pero nada garantiza que siga siendo útil en 10, 20 o 100 años.
El oro, en cambio, es un elemento químico de la tabla periódica: existía ya mucho antes que los seres humanos y seguirá existiendo incluso cuando se haya acabado la vida en la Tierra.
Para que el bitcoin desplazara al oro de forma definitiva del trono monetario, tendría que ser elegido de manera espontánea entre la gente como intermediario, pero dado que carece siquiera de existencia material, no es posible que algo así pudiera suceder de una vez y para siempre, sino insisto, sólo bajo determinadas circunstancias muy específicas y en todo caso temporales.
No perdamos de vista algo tan simple como que el bitcoin requiere ser entendido por las personas, mientras que el oro no requiere explicaciones.
En este sentido, el falso debate entre defensores de la civilización occidental sobre si es mejor el bitcoin o el oro, debería de cesar.
A estas alturas deberíamos tener claro que no hay manera de que el bitcoin haga que los habitantes del planeta de repente pierdan el aprecio milenario que sienten por el oro, incluso, bajo circunstancias de máxima conectividad, electricidad permanente y dispositivos móviles disponibles.
Por otra parte, quienes sí comprenden la importancia monetaria del rey de los metales, deben abrirse a una innegable verdad: el bitcoin ha sido una mucho mejor inversión en términos de ganancias de capital. Pero este, es un debate muy distinto del monetario.
Así que los inversores más inteligentes acumularán oro como base de su patrimonio, crearán negocios para expandirlo de manera más acelerada y también comprarán bitcoin – pero de forma mucho más moderada- para aprovechar los fundamentos de largo plazo que apuntan a que su apreciación continuará. Hacer a un lado cualquiera de estas clases de activos sería en materia de inversiones, un grave error.
Fuente: Propia - Guillermo Barba