Las grandes compras de oro que están haciendo los bancos centrales del mundo son señales que no se deben ignorar. A principios del mes de diciembre, el Consejo Mundial del Oro (WGC, por sus siglas en inglés) presentó una actualización de la evolución de las compras y ventas de los bancos centrales en el tercer trimestre de 2021, y los resultados son reveladores. Al cierre de septiembre de 2021, las reservas oficiales de oro totalizaron cerca de 36 mil toneladas, la mayor desde 1990 y un 15% más que la década anterior. Este fuerte incremento en las compras llevó el total a un máximo de 31 años.
En el tercer trimestre del año pasado, los bancos centrales que demostraron estar más hambrientos por oro, fueron los siguientes:
India (+40.12 toneladas)
Uzbekistán (+25.50 toneladas)
Kazajstán (+11.27 toneladas)
Brasil (+8.54 toneladas)
Rusia (+6.22 toneladas)
En contraste, México figura entre los 5 países que vendieron algo del metal precioso en ese trimestre:
Turquía ( -13.90 toneladas )
Qatar ( -1.55 toneladas )
Emiratos Árabes Unidos ( -0.41 toneladas )
México ( -0.13 toneladas )
Malta ( -0.06 toneladas )
¿Por qué tanto apetito?
Corrupción monetaria permanente, es el nombre de este juego.
Desde la crisis y Gran Recesión de 2008 y 2009, los bancos centrales pasaron de ser vendedores a compradores netos de oro. La razón más importante es que las autoridades monetarias más avezadas y menos “alineadas” a los intereses estadounidenses, están diversificando sus reservas más allá del dólar. Y qué bueno que lo hagan, porque desde entonces, el proceso inflacionario de expansión crediticia y monetaria (en palabras simples: pura y llana creación masiva de dólares) se ha acelerado en la que todavía es la principal divisa internacional de reserva.
Tras la crisis económica que los gobiernos del mundo crearon al decretar confinamientos y cese de actividades por la pandemia de Covid-19, dicho proceso de expansión crediticia y monetaria se ha disparado aún más.
No es casual entonces que en todo el planeta los índices de precios al consumidor se encuentren en los niveles más altos en varias décadas. La peor parte es que esta inflación NO se desvanecerá. Los pronósticos en materia de precios se siguen deteriorando a pesar de que este año es muy probable que comience el retiro de los estímulos y el alza de tasas de interés, que sin embargo, seguirán siendo negativas en términos reales.
Recordemos por ejemplo que en Estados Unidos, los precios al consumidor aumentaron en noviembre pasado 6.8% anual, el nivel más alto desde junio de 1982. En otras palabras, un ahorro en efectivo de USD$100,000 perdió por lo menos el equivalente a USD$6,800 en poder adquisitivo en un solo año.
Esa pérdida del ejemplo podría comprar hoy casi cuatro onzas de oro, y de hecho, quien lo hubiera invertido así – en oro-, habría “blindado” su capital y escapado de ese “impuesto” que nos roba nuestros ingresos, ahorros y patrimonio. Eso mismo pero a gran escala, es lo que están buscando los bancos centrales que están comprando reservas áureas.
Ahora bien. Sobre este punto, es una pena que a diferencia de aquellas naciones que están incrementando sus tenencias del metal precioso para darle mayor solidez a su moneda, economía y para escapar de la inflación del dólar, nuestro país no ha adquirido más desde 2012.
Personas y empresas deben refugiarse en el rey de los metales como fundamento sólido de sus carteras diversificadas de inversión, y minimizar sus tenencias de dinero de papel (fíat) para dejar de ser avasallados por la corrupción monetaria (inflación) de nuestro tiempo.
Fuente: Propia - Guillermo Barba