Los que hicimos la mili con lanza todavía recordamos a un viejo conjunto de la época Pop de los sesenta, Fórmula V, cuando cantaba algunas canciones intrascendentes, una de ellas con el título de referencia, “En la fiesta de Blas, todo el mundo salía con alguna copa de más”. Y ello me ha hecho actualizar el título a algo así como “En la Fiesta de Pedro, todo el mundo salía con algún subsidio de más”.
Gobernar no es fácil, ya lo dijo Rajoy, a pesar de que era difícil que el impertérrito gallego se mojara en algo. Pero es verdad. Es más fácil acallar bocas con subsidios que nadie paga, puesto que lo único que se hace es emitir nueva deuda pública que ya la pagarán nuestros hijos o nuestros nietos… o nadie, si hay un rescate en ciernes. Nuestro amigo Pedro se pasa la vida tratando de contentar a todo el mundo para conseguir los votos necesarios en cada votación y así mantenerse en el poder.
Hace unas semanas compró el apoyo de Bildu con un incremento del 15% en la pensiones no contributivas. No digo que sean muy altas, pero es que sus perceptores no han contribuido durante su vida laboral al sistema de la Seguridad Social. ¿Y los que sí han contribuido…, qué pasa con ellos? El amigo Pedro no entiende de justicia social; simplemente improvisa a salto de mata para obtener los votos que necesita.
Hasta la Unión Europea le ha pedido explicaciones por la enésima modificación del tema de las pensiones que ha presentado su ministro Escrivá, puesto que cualquiera que no esté pensando en la siguiente votación del Congreso se da cuenta de que el sistema está quebrado y que la Seguridad Social española ha tenido que pedir en los últimos años cien mil millones de euros a los Presupuestos Generales del Estado para poder pagar las pensiones a los pensionistas. Pero nada, subsidiar es el verbo favorito del ínclito Pedro. Su máxima está clara: si regalas algo a alguien, éste será agradecido y te recompensará con su voto.
En el fondo se nos está tratando como si todavía no hubiéramos hecho la primera comunión. Se nos pone un caramelo delante y esbozamos una sonrisa; eso al menos le dicen sus asesores en la Moncloa. Pero no es cierto, Sr. Sánchez. Los españoles no somos niños a los que se les pueda sobornar con una piruleta, máxime cuando resulta que tenemos un sistema de impuestos que en su aspecto progresivo tienen el IRPF como instrumento de justicia social, y que, en época de inflación, resulta que es un instrumento potente, siempre que se use adecuadamente, por ejemplo, deflactando los tipos impositivos en la tabla de tributación. Pero no, resulta que con el IRPF se recauda mucho, y si se suben los impuestos nominalmente la gente se cabrea, así que no deflactamos la tabla, aunque sea justo, y así se nota menos.
Mientras tanto, damos cheques para alquilar casas, bonos eléctricos y demás, de manera que mucha gente tenga la sensación de que nuestro presidente les ayuda. Luego carga una especie de recargo de solidaridad en la factura eléctrica para que todos ayudemos a pagar la factura eléctrica, o nos dice que nos regala veinte céntimos por litro de gasolina para que le sigamos debiendo algo, aunque pocas cosas son menos progresistas que subvencionar linealmente a los ciudadanos que conducen el coche, independientemente de su renta.
Mira, Pedro, hace mucho tiempo que los españoles somos mayores de edad, y no necesitamos vivir de limosnas. Lo que necesitamos es un gobierno fuerte y responsable que nos diga de verdad lo que pasa en nuestra economía, y si hemos estado viviendo quince años por encima de nuestras posibilidades, somos lo suficientemente maduros para asumirlo y entender que hace falta un paquete de medidas que equilibren los ingresos y gastos de nuestras cuentas públicas. No hay que seguir extendiendo cheques para que la bola de nieve siga creciendo y el que venga detrás que arree.
No queremos tiques gratis para la fiesta de Blas…, digo, de Pedro. Queremos que al que designemos para gobernar, gobierne responsablemente y no que nos engañe como si fuéramos niños. No más subsidios, Sr. Sánchez. Defina cual debe ser el modelo impositivo adecuado para los diferentes segmentos de la ciudadanía española, y ajuste el gasto público a ese nivel de ingresos; y si ello supone que las fundaciones políticas (unas doscientas cincuenta) que viven de esos presupuestos, y en las que se coloca a muchos políticos socarrados, tienen que desaparecer, pues que desaparezcan. Y si los cientos de asociaciones culturales y de todo tipo que viven del capítulo 4 de esos Presupuestos, tienen que financiarse por sí mismas durante unos años (ópera, vino, carreras de caballos, etc.), pues que lo hagan a partir de las aportaciones de aquellos que están interesados en este tipo de actividades.
Gobernar, Sr. Sanchez, no es quedar bien con los demás. Es un ejercicio de responsabilidad con el resto de sus ciudadanos, y si se presenta a las elecciones es porque piensa que puede hacer algo bueno por su país. Yo lo calificaría como hacer otra vez ese servicio militar, esta vez sin lanza, con bolígrafo, para firmar las leyes que sean necesarias para sacar al país de la deriva en la que lleva desde hace demasiados años. Y digo leyes, porque lo de los decretos sin debate previo es una trampa a la democracia. Mande a sus ministros a defender lo que quieren legislar y que las leyes salgan del debate parlamentario y no del sectarismo de los despachos. A lo mejor, si en los próximos meses cambia su actitud, se le puede reconocer algo positivo en su “legado”.
Miguel Córdoba
Economista