Se observa demasiado énfasis en los acuerdos de precios, nuevamente se está atacando el efecto y no la causa. Si se anclan expectativas inflacionarias con un plan creíble, los precios se estabilizan solos y en ese contexto no hace falta un acuerdo de precios. Por eso una devaluación sin plan resulta extemporánea con un claro riesgo de ser neutralizada vía mayor inflación tal como venimos observando en los últimos días. La Ecuación Cuantitativa de Dinero dice lo siguiente:
Mv = PQ
En donde M es la oferta monetaria, v la velocidad de circulación, P precios y Q producto. Escucho demasiado énfasis en la tasa de expansión de M para el 2014, pero ese no es el único problema. El tamaño del déficit fiscal para el 2014 parecería obligar al Banco Central a emitir significativamente para financiarlo y gran parte de la discusión precisamente radica en si vamos a expandir base en 20%, 30%, etc.
Pero lo que me preocupa es que la tasa de inflación no sólo es función de la expansión de la oferta monetaria (M) sino también de la velocidad de circulación (v). Y es en este punto en donde quiero concentrar el foco del presente artículo. Sin entrar en detalles técnicos podemos decir que “v” se refiere a cuantas veces rota una cantidad fija de dinero en un sistema económico. Si los agentes económicos esperan que el peso se siga devaluando no solo contra el dólar sino contra la generalidad de los bienes, las expectativas inflacionarias del público “ganan gamma” (aceleración) y empiezan por ende, a desprenderse a la mayor velocidad posible de los pesos que tienen en el bolsillo retroalimentando la inflación y entrando en un círculo vicioso altamente inercial.
Lo interesante es que de las cuatro letras de la ecuación precedente, “v” es la que captura en mayor medida las expectativas del público poseedor de pesos. Por lo tanto “v” está directamente asociada a qué tan cómodo se siente el público manteniendo un stock de dinero personal y en el contexto actual dicha percepción depende en gran medida del entorno de expectativas que se ha generado a partir de la devaluación de los últimos días.
Dado que la devaluación se implementó sin un plan integral que hiciese creíble a la misma, parecería que no sólo aumentaron los precios de los bienes transables (o sea, aquellos expuestos directamente al tipo de cambio) sino que también remarcaron “por las dudas” el resto de los agentes (bienes no transables), confirmando esa cultura tan inflacionaria que tiene el argentino que quizá lo convierte en algo único en el mundo. Pretender ir precio por precio controlando es altamente ineficiente e imposible, es mucho más útil anclar un parámetro y listo: expectativas, obvio esto no es gratis. La mano invisible de Adam Smith aplica perfectamente a este caso.
De esta forma, de una argentina que despidió el 2013 con una inflación debajo del 30%, hoy se escuchan encuestas en donde las expectativas se acercan peligrosamente al 40%. Y este detalle no es trivial: los agentes económicos comienzan a comportarse en forma muy diferente a distintos niveles de inflación esperada, su comportamiento no es lineal. Por ejemplo: en una argentina con tasa de inflación sub-30% es probable que un agente económico “busque precios” corriendo la carrera por detrás. Sin embargo, al observarse expectativas de aceleración inflacionaria como las actuales, el agente económico agresivamente se convierte en “perseguidor asustado de precios” dado que su tasa de desprendimiento de pesos aumenta e intenta gastarlos contra lo que puede. Precisamente, este cambio de actitud desde “buscador de precios detrás de la tortuga” hacia “dame cualquier cosa y yo te doy pesos” es lo que significa una caída en la demanda de dinero con una clara presión inflacionaria adicional a la tasa de expansión monetaria.
Si esta caída es abrupta, aun con una tasa de expansión monetaria del 30% se podría llegar a tener una inflación muy por encima de dicha tasa. Por eso es indispensable anclar expectativas para que la devaluación no termine siendo neutralizada por suba de todos los precios. Las subas de tasas de interés del Central que las ubican ya cerca del 30% ante un país con expectativas que parecerían acercarse al 40% sigue siendo una tasa muy baja que la pone en un nivel de tasa real del -10%.
La suba de tasas es una decisión correcta pero es imposible que sola pueda hacer todo el trabajo. Para evitar un colapso en la demanda de dinero y por ende un potencial salto en la velocidad de circulación se hace indispensable anclar expectativas inflacionarias y para ello se necesita generar un entorno en donde el público perciba que existe un plan integral que ataca al déficit fiscal y por ende a la expansión que el mismo genera, si es creíble, se anclan expectativas y el sistema favorablemente perdería “gamma”. En ausencia de un plan creíble que ancle expectativas, ojo porque podemos ganar aceleración y podemos observar una caída de la demanda de dinero que genere una inflación potencial muy por encima de la tasa de expansión monetaria prevista. Es indispensable ponerle un paño bien frío a las expectativas y eso obviamente no será gratis.