Hace unos días conocíamos un inesperado descenso de los pedidos industriales alemanes en diciembre, explicado en buena parte de la caída de la demanda interna. Caída de los pedidos de 0.4 % cuando se esperaba una subida en el mismo porcentaje. La valoración del Ministro de economía alemán fue de tranquilidad: simplemente ha reflejado el fuerte aumento de noviembre, que tras revisarse al alza fue del 2.4 %. Pero hubo algo más que dijo que me pareció mucho más interesante: el fuerte aumento superior al 7 % en los pedidos desde la zona EUR, superando el 17 % de subidas aquellos que se centraron en los bienes de equipo. Sí, Europa se recupera. Mejor, el resto de Europa se recupera.
Pero, lo cierto es que los datos de la balanza comercial de muchos países del área muestran una desaceleración de las exportaciones. Y son los países que están aún atravesando la Crisis (entre ellos España) donde la moderación de las ventas podría llegar a cuestionar su resistencia en los últimos años. ¿O simplemente debemos considerarlo como una normalización tras mostrar indicios de recuperación cíclica? No hace tanto el ECB intentaba estimar el impacto cíclico del fuerte ajuste del saldo de la balanza corriente considerándolo significativo (pero era mayor el peso del ajuste estructural). En concreto, la moderación en el crecimiento de las exportaciones españolas durante el Q3 del año pasado hasta un 4 % anual frente a más del doble de crecimiento en la primera mitad del año ha sido coherente con un mayor crecimiento de las ventas a la zona EUR (5/3 %) y crecimiento mínimo de las ventas fuera del área (14/2 %). ¿Desaceleración económica mundial? Especialmente negativo el comportamiento frente a Norteamérica (5/-12 %). ¿Razón? Sinceramente, no tengo una explicación clara. Será por tanto preciso esperar a tener más datos para calibrarlo.
El escaso crecimiento del comercio exterior mundial durante la Crisis fue un nubarrón en las expectativas de recuperación mundial. Sin embargo, el optimismo sobre su evolución futura aumentó en la segunda mitad del año pasado de la mano especialmente de la recuperación económica de los países desarrollados. De tal forma esta esperada mejora caló en muchas economías emergentes, en un contexto de desplome de sus monedas (más del 19 % acumulado en promedio hasta la actualidad), que su comportamiento reciente ha quedado muy por debajo de lo esperado. Piensen que en términos de peso del comercio mundial en estos momentos el comercio asiático supone más del 35 % superando ya al europeo (15/45 % en los noventa). El peso del comercio del Nafta se ha mantenido relativamente estable en los últimos diez años en niveles del 15 %. Las tensiones actuales en los mercados emergentes, especialmente en Asia, vuelven a generar temor a un nuevo debilitamiento del comercio (el caso de Japón con los datos conocidos hoy encima de la mesa es más que inquietante). Y todos perdemos con ello.
Admito que no soy muy optimista sobre la superación total de la Crisis financiera iniciada hace seis años, lo que no es incompatible con afirmar que hemos superado lo peor o que estamos en proceso (lento proceso) de superarla. Más allá de la situación de la banca o de la mejora de la financiación mundial, incluso más allá de que veamos que se toman pasos para reducir el elevado apalancamiento, hay un factor que realmente es clave para superar la Crisis. Y que probablemente tenga mucho que ver con todo lo anterior: condiciones financieras, banca, deuda. Me refiero a la recuperación de la demanda final, en términos de inversión y consumo. Por lo que respecta a la inversión productiva, creo que ya hemos hablado mucho de las potenciales razones que estarían limitando su crecimiento (incertidumbre y sobrecapacidad). Pero, ¿qué pasa con el consumo? Sin duda, falta consumo final para empujar al alza el crecimiento mundial con fuerza y que esto se refleje en un ritmo de crecimiento sostenido del comercio mundial. Aquí podemos hablar de los problemas de financiación y elevada deuda, en el caso de los países desarrollados. ¿Y en los emergentes? Necesitan tiempo. Un tiempo preciso para afianzar su cambio de modelo. Quizás mucho más tiempo del que nos gustaría.