¿La oferta puede crear y originar su propia demanda? Esta afirmación es el centro de la ley de Say, según la cual el ser humano fabrica productos que vende con la finalidad de ganar dinero, pero dicho dinero no se guarda porque se devaluaría y perdería poder adquisitivo, con lo que se destina a comprar otros productos, de manera que la oferta crearía demanda.
Así pues, según este principio, las personas no guardan el dinero ganado, de manera que el valor total de los productos disponibles equivale al valor total de los productos solicitados. Por tanto, si la oferta genera demanda en equivalencia, es muy difícil que surja superproducción.
Say lo tenía muy claro, los ingresos que generan la venta de un producto son suficientes para la producción y adquisición de otro. Sus propias palabras son las siguientes: “un producto terminado ofrece, desde ese preciso instante, un mercado a otros productos por todo el monto de su valor. Cuando un productor termina un producto, su mayor deseo es venderlo, para que el valor de dicho producto no permanezca improductivo en sus manos. Pero no está menos apresurado por deshacerse del dinero que le provee su venta, para que el valor del dinero tampoco quede improductivo. Ahora bien, no podemos deshacernos del dinero más que motivados por el deseo de comprar un producto cualquiera. Vemos entonces que el simple hecho de la formación de un producto abre, desde ese preciso instante, un mercado a otros productos”.
Esta ley de Say, como siempre suele ocurrir, tuvo también detractores, cuyo máximo exponente fue John Maynard Keynes, quien en su obra Teoría general de la ocupación, critica abiertamente estos planteamientos. Si bien Say pensaba que el dinero que se obtiene se termina gastando en comprar otros productos, Keynes defendía que no era cierto, que el dinero se destinaba también al ahorro y se guardaba.
Keynes lo resumía de la siguiente manera: si las personas guardan y ahorran su dinero, el valor de los productos disponibles supera al de la demanda, fenómeno conocido como insuficiencia de la demanda, cuyo principal riesgo es que podría abocar a un desempleo generalizado.