Los fenómenos migratorios son tan antiguos como la historia de la humanidad. El nomadismo fue durante milenios la forma de vida habitual de los seres humanos, buscando alimento donde pudieran encontrarlo, ya que por aquel entonces todavía no se sabía cómo producirlo. Los primeros asentamientos neolíticos supusieron que el echar raíces pasara a ser una característica habitual en las primeras incipientes comunidades, aunque los fenómenos migratorios continuaron siendo habituales, tanto por razón del comercio como por el afán de prosperar que siempre han tenido los seres humanos.
Cuando se crearon los Estados, y se llegó a una división del mundo en porciones, no necesariamente fijas, se siguió produciendo la migración, pero los motivos empezaban a tener matices, ya que había Estados ricos y Estados pobres, y los que vivían en los primeros querían permanecer allí, ya que se vivía bien, mientras que los que vivían en los segundos trataban de llegar a los primeros para mejorar su estatus social.
Grandes migraciones se produjeron en el siglo XIX por parte de italianos e irlandeses a Estados Unidos, formándose allí dos comunidades muy importantes que han caracterizado la evolución de dicho país en el siglo XX, siglo en el cual hubo y todavía hay, una gran emigración de mexicanos también a Estados Unidos, mientras que durante la Guerra Fría, los alemanes del Este trataban de llegar como fuera a la zona occidental.
En las últimas décadas, se han producido las grandes migraciones africanas para tratar de llegar a Europa, a través de España e Italia, o las migraciones de latinoamericanos a España, y dentro de la Unión Europea, los países del Este, notoriamente los rumanos, emigran hacia otros países de más nivel de vida.
Por tanto, el fenómeno migratorio es un hecho, y siempre ha ocurrido, aunque solía ser protagonizado, salvo temas de asilo, por personas de bajo nivel cultural que literalmente se morían de hambre en su país y que trataba de conseguir llegar a otro lugar donde pudieran vivir, tanto ellos como los suyos. Les pasa a los subsaharianos, les pasa a los rumanos, les pasa a los latinoamericanos, y les pasó a los españoles en los años cincuenta y sesenta.
En los últimos años, se está produciendo un nuevo fenómeno migratorio en España, que afecta tanto a españoles como a extranjeros, y es que se van de aquí para buscar un futuro mejor. Los extranjeros cumplían con el patrón anterior, y simplemente se han quedado sin trabajo y no ven expectativas, pero los españoles que emigran suelen ser personas de un cierto nivel cultural, muchos de ellos con títulos universitarios, con raigambre, incluso con idiomas, y sin embargo, emigran con destino a lo desconocido, buscando una vida mejor, la cual no necesariamente van a encontrar.
La emigración de españoles con edad entre los 20 y los 49 años se ha incrementado un 40% en el último año, y se ha multiplicado por dos veces y media desde que se inició la crisis, estimándose que podría llegar en el año 2013 a ser de casi 50.000 personas. Las remesas de emigrantes, algo tan clásico en los años sesenta, y que era aireado por el Régimen anterior como algo muy bueno para un Estado, que por otra parte estaba seco de divisas, se está volviendo a repetir, y en el año 2013 se estima que los sufridos emigrantes ya han enviado 2.000 millones de euros a nuestro país, para colaborar con la maltrecha Economía española.
Creo sinceramente que no puede haber un mayor fracaso político que cuando los ciudadanos de un país se tienen que ir, porque han perdido la esperanza de que puedan subsistir en dicho país con un mínimo de dignidad. Si los dirigentes políticos se atreven a decir que España va bien, apoyándose en algunos dudosos datos macroeconómicos, y mientras tanto, los ciudadanos atraviesan la frontera por cientos cada día, a lo mejor es que están equivocados y no están haciendo bien su trabajo.
Emigrar es algo muy duro, y si se hace es porque se ha perdido la esperanza. Con un 55% de paro juvenil, y con el 45% restante cobrando unos pocos euros al día en trabajos precarios y discontinuos, no se pueden lanzar las campanas al vuelo, y decir que esto se va a arreglar. ¿Por qué se iba a arreglar? ¿Qué ha cambiado en los últimos meses para que ya se haya solucionado el problema?
Cada vez esto se parece más al “Tardofranquismo”. Políticos que tratan de lanzar mensajes de tranquilidad y de esperanza a un pueblo que sufre en silencio, mientras que su nivel de vida se va deteriorando poco a poco en medio de un escenario de corrupción generalizada, y de mensajes cruzados de nuestros próceres con un denominador común: “¡Y tú más!”, pero sin dar ninguna solución a una ciudadanía hastiada y desencantada.
Y mientras tanto, otros cien titulados superiores cogerán hoy sus maletas, abrazarán a sus seres queridos y tratarán de conseguir un puesto de trabajo en otro país que al menos les produce una sensación de dejar de ir cuesta abajo, y en el que aunque no vayan a conseguir ver realizados sus ideales de juventud, por lo menos tendrán un poco de esperanza, que aunque muchos dicen que es lo último que se pierde, algunos estamos a punto de perderla.