Mariano Rajoy prometió subir el IVA a cambio de bajar las cotizaciones a la Seguridad Social. No lo hizo y no lo hará. En su lugar nos ofrece una mercancía averiada: la tarifa plana de 100 eurosmensuales a la Seguridad Social durante dos años por todo el empleo nuevo que se cree. A priori suena maravilloso, una rebaja en profundidad de los impuestos, pero en el fondo no deja de ser un embuste condenado a fracasar.
De entrada, porque no es una tarifa totalmente plana. Según ha dicho Rajoy -y a la espera de que este viernes conozcamos exactamente los detalles-, es una tarifa plana que sustituye a las contingencias comunes dentro del régimen de la Seguridad Social. Las contingencias comunes representan 23,6 puntos sobre el salario bruto de los 29,9 que ha de abonar la empresa a la Seguridad Social a cuenta del trabajador: es decir, la contratación indefinida seguirá lastrada por un sobrecoste de 100 euros más 6,3 puntos sobre las ampliadas bases de cotización a la Seguridad Social. No es poco: un salario de 15.000 euros anuales (el salario modal de España) implica un coste, por contingencias no comunes, de casi 80 euros mensuales. Es decir, la tarifa plana de 100 se queda en, como poco, el doble.
Pero segundo y principal: porque se trata de un incentivo a la contratación muy mal diseñado. Las condiciones son: crear empleo neto de carácter indefinido y mantener ese empleo durante tres años. ¿En qué sentido una bonificación de este estilo puede estimular la contratación? Imaginemos que un empresario estima que la contratación de un trabajador le reportará ingresos anuales de 20.000 euros pero, debido a las regulaciones laborales, no puede contratar a nadie por menos de 18.000 euros más las correspondientes cotizaciones a la Seguridad Social. Esa contratación, pues, le acarrearía unos costes anuales de 23.400 euros, superiores a los ingresos que de ella deriva. Conclusión: no contratará.
La finalidad de la tarifa plana es, justamente, rebajar el importe de esta mordida. Si la carga que supone la Seguridad Social se reduce de 5.400 a 1.200 euros (100 euros al mes, aunque habría que añadir las contingencias no comunes, como ya hemos dicho), el coste laboral total se quedará en 19.200 euros (18.000 de salario bruto más 1.200 de cotización), de manera que el empresario sí tendrá incentivos a contratar al empleado que le genera unas ganancias anuales de 20.000 euros. Pero, y aquí está justamente la trampa, esa bonificación sólo se mantendrá durante dos años. ¿Qué sucederá al tercer año? Que el trabajador seguirá generando ingresos de 20.000 euros, pero sus costes volverán a dispararse hasta los 23.400. Y el empresario estará maniatado para despedirle, pues en caso de hacerlo tendrá que devolver retroactivamente las bonificaciones de los dos años anteriores (volviendo ruinoso el fichaje del trabajador).
¿Saldrá a cuenta la operación? En la mayoría de los casos, no. Sólo un grupo de empresarios estarán interesados: aquellos que sean muy optimistas sobre el futuro de la economía española y, por tanto, consideren que la productividad de sus trabajadores se disparará, esto es, aquellos que consideren que los ingresos que les reportará un empleado pasarán de, por ejemplo, 20.000 euros a 25.000 (pudiendo cubrir los 23.400 euros de coste no bonificado a la Seguridad Social). Pero este grupo optimista de empresarios muy probablemente habría contratado igualmente: sus expectativas son positivas y, por consiguiente, estarán dispuestos a ampliar sus plantillas. Para ellos la bonificación será un premio, sí, pero no un premio que les lleva a modificar su actitud (no se contratará más de lo que ya se habría contratado). El único motivo, menor, por el que se podría estimular la contratación es si estos empresarios optimistas sufren restricciones financieros: es decir, si viendo un futuro esplendoroso para España, estos empresarios carecen de financiación para contratar, el menor pago de cotizaciones durante estos dos primeros años podría facilitárselo.
Pero poco más. En eso queda el mayor estímulo de la historia de España a la contratación, según proclamara Rajoy. Un bluf dirigido a hacer las cosas mal para evitar hacerlas bien: a la postre, si es verdad que una rebaja de las cotizaciones a la Seguridad Social promueve la contratación -y lo es-, ¿a qué esperan para decretar una rebaja permanente? Ah, que con la sacrosanta burbuja estatal hemos topado. Bajar el gasto para reducir tributos no toca