Desigualdad en los ingresos y descenso en su peso en la distribución de la renta. Estos son dos importantes males que se observan a nivel mundial, con independencia de que hablemos de los países desarrollados o en vías de desarrollo. En un proceso ininterrumpido desde hace décadas que se ha acelerado en los últimos años de Crisis mundial. Naturalmente, habrán adivinado que me refiero a los ingresos laborales.
Quizás se ha convertido en una obsesión. Mi obsesión: identifico muchas tensiones geopolíticas actuales con este Problema. Y lo considero uno de los más importantes riesgos a medio plazo a nivel mundial. Si no el mayor. Mientras, a corto plazo ya vemos como se traduce en una permanente inestabilidad política y potencial tensión social. En los países desarrollados los bancos centrales sin pretenderlo oficialmente han conseguido aplazar parte de sus efectos negativos sobre el sentimiento de los agentes económicos. O quizás no de todo, valorando precisamente el comportamiento de la inversión empresarial.
Pero son las economías en desarrollo las que deberían ahora preocuparnos más. Nacionalismos, populismo, religión: situaciones extremas que encuentran un caldo de cultivo apropiado en escenarios de este tipo. Pero, como decía antes, no se trata de un fenómeno nuevo. De hecho, la pérdida de peso de las rentas del trabajo sobre el producto se observa de forma continuada desde finales de los ochenta. Muchos economistas lo identificaron como un efecto colateral de la globalización. Aunque asumible en un contexto de fuerte crecimiento económico. Al final, menor peso (y menor inflación...piensen en ello en un contexto de política monetaria expansiva y creciente deuda) pero mayor crecimiento. La deslocalización, externalización, presión fiscal: son muchos los factores que han podido influir en este proceso en el pasado. Pero, hay dos que plantean nuevos interrogantes especialmente para los países desarrollados. Me refiero al desarrollo tecnológico y al propio nivel de desarrollo de las economías.
El World Mobile Congress ha supuesto una estupenda noticia, particularmente por su celebración en Barcelona. Sin duda, una fabulosa carta de presentación en un momento, el actual, en que el riesgo España es especialmente demandado a nivel mundial. Además, coincide con la operación de Facebook sobre WhatsApp por 19 bn.$. Nada menos. Una cifra llamativa, casi la cuarta parte de las operaciones corporativas estimadas en 2013. Pero, también una cifra que ha generado viejos temores ante los excesos de los primeros pasos de internet en los noventa. Pero no quiero entrar en este tema sobre el que otras voces más expertas tendrán mucho que decir. Yo me voy a quedar precisamente con el potencial impacto negativo que puede tener ahora el desarrollo tecnológico, centrado en buena parte en las posibilidades que ofrece internet y la informatización, sobre las desigualdades de la renta y de la riqueza. En un estudio del OCDE de 2012 se le asigna un papel importante. Tiene sentido, aunque también es cierto que la formación podría matizar este resultado. Pero, como dije también antes, en un contexto de debilidad económica y sin un determinante claro de crecimiento ya no es sólo al desigualdad salarial como el peso de los salarios se resiente en la distribución de la renta.
Precisamente la evolución del PIB también puede ser un factor relevante en las economías desarrolladas para explicar las desigualdades sociales. La acumulación de riqueza es un factor importante, pero no determinante, para la desigualdad de la renta en un contexto de fuerte crecimiento económico. Pero sí puede tener un peso determinante en un entorno de crecimiento débil prolongado o de recesión. ¿Y la educación? Sí, la educación es clave. Y lo es tanto en el caso del grado de desarrollo como en el propio proceso tecnológico. Invertir en el propio capital humano. Esto lo deberían tener en cuenta las autoridades. Y me refiero naturalmente a la clase política.