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“El amor por la libertad no debería entender de profesiones”

por Laissez Faire Hace 10 años
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Entrevista de Pedro Madera en Vozpópuli.

El profesor Juan Ramón Rallo y su nuevo libro Una Revolución Liberal para España nos dan la imagen de cómo sería un país sobre los pilares de un liberalismo moderno. El liberalismo demuestra sus nuevos caminos.

Pregunta: Si alguien le pregunta: ¿Papá, por qué somos liberales?

Juan Ramón Rallo: Porque pensamos que las relaciones voluntarias son preferibles a las imposiciones coactivas.

¿No cree que el liberalismo debería cambiar de agencia de comunicación?

J.R.R.: Sin duda. Por desgracia la mayoría de la sociedad tiende a asociar liberalismo con explotación, avaricia, plutocracias y lobbies todopoderosos, cuando en realidad es todo lo contrario: cooperación, ayuda mutua, empatía, extensión amplia de la riqueza y desarme completo de los lobbies. El liberalismo busca minimizar las imposiciones coactivas dentro de una sociedad, convencido de que un marco institucional respetuoso con las libertades es el entorno adecuado para alcanzar la prosperidad y el bienestar colectivo. Por desgracia, el sistema económico actual, que los estatistas interesadamente vinculan con el liberalismo, es profundamente antiliberal: padecemos de un estado gigantesco que usa su monopolio de la coacción para beneficiar a lobbies y coaliciones electorales varias cercenando las libertades individuales. No deberíamos llamarlo liberalismo sino corporativismo o, como otros lo han calificado, “capitalismo de amiguetes” o “socialismo para ricos”.

Para un proyecto de revolución liberal, ¿no cree que una señora con el pecho descubierto, como en el cuadro de Delacroix, es mejor reclamo que los retratos de Friedman o Smith?

J.R.R.: Esperemos que ellos sean un mejor reclamo intelectual, porque la revolución que necesitamos es justamente ésa: una revolución de mentalidades.

La estupenda colección de citas que saca es casi un ejercicio de Twitter…

J.R.R.: Encapsular pensamientos complejos en pocas palabras es una virtuosa destreza que, por desgracia, no se haya al alcance de todos. De ahí que convenga hacer un homenaje a todos aquellos que lo hayan conseguido encabezando y adornando cada uno de los capítulos del libro con alguna de estas excelentes citas.

¿Cree que van a comprar muchos funcionarios este libro?

 J.R.R.: No veo obstáculo alguno. El amor a la libertad no debería entender de profesiones. Y, de hecho, la gran mayoría de ellos terminaría disfrutando de mejores condiciones laborales en un mercado libre.

¿En qué ministerio le gustaría que este ‘manual de uso’ fuese tomado como una referencia?

J.R.R.: En ninguno. Me interesa más que lo tome como referencia la sociedad, para exigir la limitación del poder de todos los ministerios.

¿Por qué es tan fácil manipular conceptos como corporativismo, capitalismo, marxismo o cooperativismo? Es tan fácil adueñarse de ellos que todo el mundo puede barrer para casa…

J.R.R.: Las etiquetas ideológicas, cuando son honestamente utilizadas, tienen su utilidad en tanto que permiten transmitir en pocas palabras mucha información. Sin embargo, también tienen un riesgo: nos exoneran de la ardua tarea de pensar. Aceptar acríticamente las etiquetas ajenas significa, pues, que los demás pueden estar pensando por nosotros. Y eso es lo que sucede cuando, por ejemplo, se nos quiere hacer creer que vivimos en un sistema capitalista cuando, en realidad, vivimos en uno profundamente corporativista.

De los pasos de la segunda parte del libro, ‘La revolución paso a paso’, ¿cuál sería el más viable?

J.R.R.: Todos. Ciudades, medio ambiente, infraestructuras, moneda, libertad de empresa, mercado de trabajo, mercado eléctrico, I+D, educación, cultura, pensiones, sanidad y asistencia social. Todos ellos pueden ser desarrollados de un mejor modo por la sociedad que por el estado. De eso trata justamente el libro.

¿No ve en alguno de los pasos alguna componente utópica?

J.R.R.: No es ninguna utopía que la mayoría de la sociedad vuelva a abrazar las ideas de la libertad. Actualmente estamos muy lejos de ese escenario, pero no hay ningún obstáculo objetivo que lo impida. De hecho, si es verdad, como lo es, que la libertad es más justa y provechosa para todos, a largo plazo debería tender a prevalecer. Esperemos que este libro sirva para darle un empujoncito intelectual a ese necesario proceso de revitalización de los ideales e ideas liberales.

¿No tiene la sensación que este libro es un ejercicio de reflexión más que un proyecto social?

J.R.R.: Es un proyecto intelectual para que la gente reflexione y, a partir de esa reflexión, modificar el modelo social. Toda sociedad, en última instancia, se basa en ciertas ideas y percepciones mayoritariamente compartidas. Hoy, esas ideas mayoritarias son refractarias hacia la libertad, pues hemos sido sometidos a décadas de propaganda contra la libertad. El ciudadano teme denunciar que el emperador está desnudo, porque cree que sería incapaz de vivir sin el emperador. Pero sí se puede y el libro se dirige a demostrar que no hay ningún ámbito de nuestras vidas donde la sociedad, a través de lazos voluntarios y cooperativos, no pueda lograr resultados mejores y más justos que el intervencionismo y la coacción estatal.

Con su información sobre los derechos de autor y los ingresos por escribir libros, no anima a seguir en este oficio…

J.R.R.: La mayoría de escritores no se lo toman como un oficio, porque, aun cuando quisieran hacerlo, no podrían. En mi caso, escribir libros es una forma de progresar intelectualmente, de promover cambios que nos acerquen a una sociedad mucho más justa y de interactuar con el lector. El muy escaso lucro monetario procedente de las ventas de libros es, con diferencia, el asunto menos importante. Preferiría mucho más que fuera un libro muy leído antes que un libro muy vendido.


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