El FMI publicó ayer su Fiscal Monitor Report de primavera, en general sin grandes novedades sobre el hecho público en octubre: los niveles elevados de deuda pública en numerosos países desarrollados obligan a implementar estrategias (creíbles) a medio plazo para su reducción. Eso sí: deben ser coherentes con una mejora de las perspectivas de crecimiento a largo plazo.
Curiosamente ayer también escuchamos al Ministro de finanzas alemán que rechazaba las sugerencias del FMI sobre la necesidad de propiciar un mayor impulso económico en su economía: se ha hecho todo lo que se podía (por cierto, ¿les suena esta afirmación? Naturalmente, en sentido opuesto de planes de ajuste). Además, también consideró que el debate entre austeridad o crecimiento no tiene sentido. Su propia economía era un ejemplo de cómo los planes de ajuste estaban propiciando un mayor crecimiento. Y credibilidad.
Volviendo a las recomendaciones del FMI, la Institución admite que los elevados niveles de deuda suponen una amenaza a medio plazo en términos de incertidumbre; pero, en paralelo, también que cualquier plan de ajuste debe buscar un equilibrio entre equidad y eficiencia. Naturalmente, siempre a medio plazo. ¿A corto? El FMI admite que los planes de consolidación probablemente se reducirán este año para diseñar políticas fiscales que afiancen la desigual y limitada recuperación.
El FMI es partidario a medio plazo de implementar reformas tanto en ingresos como en gastos. En el primer caso, a través de reformas fiscales que sirvan también para aumentar el crecimiento potencial eliminando distorsiones. Pero, son las reformas en gastos lo que centra buena parte de su análisis. Y considera, además, los problemas a futuro que pueden surgir con el envejecimiento de la población.
En definitiva, estas son sus recomendaciones:
1. Asegurar la sostenibilidad del gasto social y de los salarios del sector público: ajustando beneficios, elevando la edad de retiro, limitando crecimiento de salarios públicos, buscando sinergias
2. Mayor eficiencia en los gastos públicos, desde educación hasta inversión
3. Estableciendo instituciones que controlen la evolución de los gastos
La cuestión de fondo en numerosos casos es que la esperada mejora económica puede relativizar la necesidad de implementar estas reformas, tanto por el lado de los ingresos como para los gastos. ¿Quién asume el coste político o social de hacerlo? Claro, siempre queda la posibilidad de esperar que el futuro económico mejore. El futuro será mejor, ¿no lo sabían?.
Por cierto, ayer conocimos las cifras de cuentas públicas de marzo con un déficit de 36.9 bn. $ por debajo de 78 bn. Un año atrás el déficit fue de 106.5 bn. El déficit acumulado en este año fiscal es de 414.4 bn. desde 377 bn. hasta marzo, cuando fue 600.5 bn. un año atrás. Las previsiones para el año fiscal son de un déficit de 514 bn. frente a 680 bn. de un año atrás.