En su último Informe mensual el ECB publica un pequeño análisis sobre el comportamiento de la economía latinoamericana durante 2013 y previsiones para la primera mitad de 2014. Aquí recojo un pequeño resumen de la Nota.
El anuncio de la Reserva Federal, en mayo de 2013, de que en algún momento podría empezar a reducir su ritmo de compra de activos (tapering) generó una fase de inestabilidad en los mercados financieros de América Latina —y en los mercados emergentes en general—, a la que siguió un período de cierta estabilidad y recuperación a partir de septiembre. De hecho, el inicio efectivo del tapering en diciembre fue asumido con relativa tranquilidad por los mercados. Sin embargo, al comienzo de 2014 se han reproducido algunos episodios intermitentes de tensión, uno de ellos con epicentro en Argentina, que han afectado con diferente intensidad a las economías emergentes, en función de sus vulnerabilidades y de elementos idiosincrásicos —en menor medida, en todo caso, a los países cuyas políticas económicas ya habían reaccionado en el episodio de mediados de 2013—. Hay que señalar, en todo caso, que el cambio de perspectivas sobre el ciclo monetario en Estados Unidos viene aparejado con la consolidación de la recuperación en ese país y, con más retraso, en otras economías avanzadas, recuperación que es un elemento favorable para la región. No obstante, el foco de principal preocupación en América Latina parece estar basculando, más recientemente, desde el endurecimiento de las condiciones monetarias globales hacia el riesgo de que China pueda desacelerarse más de lo previsto.
En este entorno de mayor debilidad en los precios de las materias primas, y con la brecha de producto cerrada en algunas de las principales economías de la región, en el segundo semestre de 2013 se produjo una desaceleración de la actividad en América Latina. El PIB promedio de los cinco países con objetivos de inflación (excluyendo Argentina y Venezuela1) pasó de crecer un 3 % interanual en el segundo trimestre a un 2 % en el cuarto, de modo que, en el conjunto de estas cinco economías, el PIB creció un 2,3 % en 2013, por debajo del 2,9 % del año anterior y de las expectativas de recuperación que existían al comienzo del año. Además, la debilidad se ha ido extendiendo a más países: en 2012, solo Argentina y Brasil mostraban bajos ritmos de crecimiento, influidos por factores internos; en 2013, la desaceleración se ha trasladado progresivamente a otros países, como Venezuela, México, e incluso Chile. En todo caso, Chile, junto con Colombia y Perú, ha mantenido un crecimiento muy por encima de la media.
Aunque la casuística por países es amplia, un rasgo común en la desaceleración reciente es la moderación de la demanda interna, que pasó de crecer, en media, por encima del 3,5 % interanual en la primera mitad de 2013, a tan solo un 1,2 % en el cuarto trimestre, debido a la desaceleración experimentada en Brasil, Chile y México (véase gráfico 1). Por el contrario, la demanda externa ha comenzado a recuperarse en algunas economías en la parte final del año, si bien su aportación todavía es modesta —en línea con la recuperación lenta de las economías desarrolladas—; de hecho, en el conjunto de 2013 siguió detrayendo crecimiento. Adicionalmente, en Argentina y Venezuela se ha acentuado la desaceleración del PIB, como consecuencia de factores específicos de estos países, que acumulan riesgos significativos.
Las perspectivas de crecimiento de América Latina para 2014 se han seguido revisando a la baja en los últimos meses. En media, se espera un crecimiento parecido al de 2013, incluso ligeramente inferior, con una notable divergencia intrarregional. Por un lado, se espera que Perú, Colombia y, en menor medida, Chile conserven una dinámica sólida, aunque posiblemente menos intensa que en años anteriores. En México, las perspectivas son favorables, porque se espera que los factores temporales a los que se atribuye la desaceleración registrada en 2013 desaparezcan gradualmente en el curso del año, y también por el impulso a la confianza que ha supuesto el actual proceso de reformas. Por su parte, la economía brasileña parece haberse instalado en un ritmo de crecimiento reducido, que, en sentido positivo, podría contribuir a corregir parcialmente sus desequilibrios externos y a apuntalar su crecimiento en el medio plazo, en caso de que se profundice en la senda de reformas. Finalmente, Venezuela y Argentina entrarían en una fase de crecimiento reducido, con riesgos de recesión con elevada inflación.
En los países con objetivos de inflación, las presiones inflacionistas parecen manejables y las expectativas permanecen ancladas, aunque existen algunos riesgos al alza, derivados de las depreciaciones cambiarias —en algunos casos, sustanciales— y del incremento del precio de los alimentos, que podrían compensar el efecto moderador de la demanda interna y agravar los dilemas de política económica. Algunos países mantienen la capacidad de instrumentar políticas contracíclicas, como Perú, Colombia, México y Chile, que, al no tener presiones inflacionistas, han podido conservar un tono acomodaticio en sus políticas y asumir la depreciación del tipo de cambio. Sin embargo, en Brasil este margen parece más reducido en la actualidad, por la inflación persistente. En Argentina y Venezuela las tensiones inflacionistas se han agravado sustancialmente y, aunque las respuestas serie de restricciones macroeconómicas, singularizadas en la pérdida de reservas, que eliminan la posibilidad de aplicar políticas contracíclicas.
El año 2014 plantea algunas incertidumbres para América Latina. El impacto positivo de la recuperación en curso de la economía estadounidense sobre la región, concretado en una mayor demanda externa (véase gráfico 1), puede verse compensado, en mayor o menor medida, por el endurecimiento de las condiciones de financiación y por cierta desaceleración de algunas economías emergentes. Un elemento de riesgo es la posibilidad de que la moderación de la actividad en China sea más intensa de lo esperado, lo que tendría un mayor impacto en los países más expuestos a esta economía y en los que la existencia de desequilibrios macroeconómicos limita el margen de actuación de la política económica. En conjunto, parece difícil que la región recupere el fuerte dinamismo mostrado en la salida de la gran recesión. Además, 2014 ofrecerá la posibilidad de comprobar si la depreciación acumulada del tipo de cambio es suficiente para acomodar estos shocks externos, y en qué medida limitará el margen de actuación de las políticas monetarias en el futuro. La gestión por parte de Venezuela y de Argentina de una situación de bajo crecimiento con importantes desequilibrios representa también otra incertidumbre importante. Todo ello pone de manifiesto la importancia de reforzar los marcos de política económica y priorizar las reformas estructurales que mejoren la competitividad.