A la Escuela Austriaca se la suele acusar frecuentemente de vivir instalada en una Torre de Marfil por desarrollar teorías económicas que se niega a reconocer como falsables por la realidad. Como se nos suele criticar: “si la realidad no encaja con vuestro modelo, lo que está mal es la realidad”.
El año pasado mantuve un debate con el profesor José Luis Ferreira que hacía —y sigue haciendo— acusaciones del mismo cariz contra los austriacos y ya tuve ocasión de explicar que esta visión de la metodología que utilizan los austriacos está tremendamente distorsionada. Lo que realmente sostiene la Escuela Austriaca son dos puntos:
a) El primero es el de reconocer los límites de la contrastación empírica. No es que ésta sea imposible en Economía, pero no es tan inmediata como suele asumirse. Todo modelo económico (todo conjunto de relación económicas básicas y generales) se enriquece con hipótesis auxiliares de carácter empírico (se adapta al mundo actual) y se utiliza para pronosticar ciertos cambios observables (output) al verse sometido a ciertos estímulos (inputs). Dado que el modelo económico no describe específicamente ninguna relación observable —sino que pretende ser un modelo general aplicable a multitud de circunstancias con un contenido empírico algo distinto— el modelo en sí mismo no es directamente falsable porque, sin hipótesis auxiliares complementarias, no realiza ningún pronostico concreto. Por consiguiente, lo único que puede contrastarse empíricamente es la suma del modelo y de las hipótesis empíricas auxiliares. Pero, si la realidad se coincide con los pronósticos de ese modelo enriquecido por hipótesis auxiliares, ¿cómo determinamos realmente qué está fallando? ¿Será que las relaciones económicas contenidas en el modelo no son nunca válidas? ¿Que no lo son sólo ante las específicas hipótesis empíricas auxiliares que hemos empleado? ¿O es que el modelo es cierto pero incompleto? ¿O acaso las hipótesis empíricas auxiliares no describen adecuadamente el mundo en el que estamos? ¿O lo describen adecuada pero incompletamente? ¿O es que los inputs no son realmente los que hemos observado? Como vemos, la contrastación empírica, siendo necesaria, tiene un alcance limitado a la hora de decirnos cuándo y en qué nos equivocamos.
b) La otra tesis metodológica importante de la Escuela Austriaca es que dentro de los modelos existen ciertas implicaciones lógicas que, si las relaciones fundamentales descritas por los modelos son ciertos, necesariamente habrán de ser ciertas. Atendiendo al punto anterior, habrá un problema serio en considerar ciertas esas implicaciones lógicas: no tenemos ninguna certeza de que el modelo económico sea cierto. Es decir, sí, p implica q, de manera que si p es cierto, q también lo es, pero no hay forma de saber con cierta que p es cierto, por tanto tampoco tenemos forma de decir que q también lo es. En este punto, la Escuela Austriaca trata de arrojar algo de luz: sí hay ciertos axiomas, sobre los que extraer implicaciones lógicas, que sabemos necesariamente que son ciertos, sin necesidad de ulterior contraste empírico (o incluso con ese contraste): de manera paradigmática, el ser humano actúa deliberadamente. A partir de ahí pueden extraerse implicaciones lógicas que serán necesariamente ciertas. Nótese que, de este modo, la Escuela Austriaca sólo pretende alcanzar un modelo económico que sea cierto, consistente y general: pero no pretende sugerir que ese modelo sea capaz de explicar todos los casos particulares del mundo ni que permita efectuar pronósticos sin la adopción de hipótesis empíricas auxiliares. Por eso el modelo es válido con independencia de la realidad (contiene implicaciones lógicas necesarias a partir de un axioma cierto) y, al mismo tiempo, puede ser casi irrelevante para explicar la realidad concreta en la que nos movemos. De ahí que la Escuela Austriaca, una vez abandona el terreno de la teoría económica pura (la confección del “modelo económico” no directamente falsable), por supuesto que conceda importancia a la investigación empírica (historia económica, economía aplicada, etc.) para enriquecer el poder explicativo de sus modelos. No puede ser de otro modo.
¿Por qué traigo a colación todo esto? Porque el método austriaco, tan denostado como incomprendido, no es tan diferente del que utiliza cualquier economista convencional. Ferreira nos ha ofrecido hoy un magnífico ejemplo. La famosa obra de Thomas Piketty se basa en que r>g, es decir, que la tasa de retorno del capital supera el crecimiento de la economía. Piketty no ofrece razones muy sólidas de por qué esto ha de ser necesariamente así, pero sí ofrece evidencia empírica de que, durante varios siglos, ha sido así.
Ferreira, antes de leer a Piketty, estuvo negando por activa y por pasiva que el retorno del capital pudiese ubicarse sostenidamente por encima del crecimiento económico, ya que en caso contrario las rentas del capital terminarían siendo superiores al PIB (algo que es imposible). Si adoptáramos la postura empirista extrema, ¿qué debería decir ahora Ferreira? “Lo siento, me equivoqué”. Pero Ferreira no ha dicho eso: al contrario, ha defendido que las implicaciones lógicas del modelo siguen siendo válidas y que, por tanto, sigue siendo imposible que r supere a g en el largo plazo (cuando r lleva superando a g durante dos siglos y medio). Lo cito:
Tengo ganas de ver cómo desarrolla su modelo explicativo, el punto (2) arriba indicado. Se trata de la evidencia empírica de que la tasa de crecimiento de las rentas de capital (r) sea siempre superior a la del crecimiento de la economía (g) en términos reales. Poniendo esta condición en el modelo se llega a la conclusión de que las rentas de capital se comerán toda la economía. Sin embargo, que r sea mayor que g es una imposibilidad manifiesta a largo plazo en un estado estacionario, ya que cuando todo el crecimiento vaya a las rentas de capital, algo que debe ocurrir si la desigualdad se da, tendremos que r = g. Parece que el autor así lo reconoce, pero dice que cuando se vaya acercando ese momento ocurrirá algo que cambie las cosas (como hicieron, parece, las guerras mundiales o como pueda hacer una revolución).
Si este razonamiento lo hubiésemos efectuado algún austriaco, rápidamente nos habrían caído toneladas de acusaciones de que seguimos encerrados en nuestra Torre de Marfil y que somos impermeables a la realidad. Pero lo que dice Ferreira es cierto: el modelo, tal como está planteado, necesariamente implica que, si esa desigualdad se mantiene (hipótesis empírica auxiliar), en el largo plazo las rentas del capital se terminarán comiendo todo el PIB (pronóstico internamente inconsistente). Pero eso no es lo que ha sucedido: la hipótesis empírica auxiliar (las rentas del capital mantienen un porcentaje más o menos estable dentro del PIB) sí se ha verificado, pero la realidad observada no tiene nada que ver con la pronosticada por el modelo (que las rentas del capital se comerán todo el PIB). Entonces, ¿debemos decir que las implicaciones lógicas del modelo son incorrectas? No, porque de la lógica interna del modelo, necesariamente se sigue que, si r>g a largo plazo, las rentas del capital se comerán el PIB. Por consiguiente, o ese modelo no es cierto aunque sea internamente consistente y válido (que es mi tesis desarrollada más abajo: el modelo que explica la rentabilidad del capital en función de su productividad marginal no es realista), o las hipótesis auxiliares no son ciertas (Piketty ha tomado mal los datos) o faltan hipótesis auxiliares (¿puede haber otros elementos que contrarresten r>g?).
En cualquier caso, insisto una vez más: nadie está planteando que las implicaciones lógicas del modelo sean ciertas/consistentes internamente al margen de toda experiencia, lo que se cuestiona, en todo caso, es si las hipótesis iniciales del modelo son ciertas. Pero si basáramos el modelo en hipótesis necesariamente ciertas (axiomas), las implicaciones lógicas también lo serían por necesidad. En este sentido, a menos que consideremos que el axioma de la acción humana deliberada no es cierto —y que sea un axioma matizable o complementable por hipótesis auxiliares empíricas, extraíbles de la economía conductual por ejemplo, no invalida que tenga un núcleo duro de verdad axiomática—, las implicaciones lógicas que de ahí se deriven también lo serán. Y ese es el método que utiliza la Escuela Austriaca para la teoría económica pura, esto es, para la construcción de modelos muy generales que no pretenden efectuar pronósticos específicos sobre el mundo —salvo cuando se los complemente con hipótesis auxiliares— pero que sí son ciertos y que, en consecuencia, poseen una ventaja incuestionable: son la base sólida sobre la que desarrollar toda la restante Ciencia Económica.
Addenda sobre el modelo de Piketty y sobre sus auténticas implicaciones
Me sorprende que nadie todavía se haya dado cuenta de por qué el modelo económico que utiliza Piketty es incompatible con sus observaciones empíricas y por qué, en cambio, un modelo económico alternativo de determinación del tipo de interés sí lo es: el modelo que defiende la Escuela Austriaca de Economía basado en la preferencia temporal.
Supongamos una economía que crece al 2% (g=2%), que las rentas del capital se apropian del 40% del PIB (alfa=40%), que reinvierten el 40% de esas rentas (s de los capitalistas=40%) y que el tipo de interés viene fijado exógenamente (por la preferencia temporal y aversión al riesgo) al 5% (r=5%). Es un modelo, por tanto, donde r>g, pero es un modelo donde la ratio capital/renta (beta) se mantiene estable en el 800% y donde la porción del PIB que va a parar a las rentas del capital (alfa) también se mantiene estable en el 40% y a su vez en el 5% del capital acumulado (rentas capital/capital=5%).
Siendo el valor del capital el valor descontado al presente (al tipo de interés de mercado: 5%) de las rentas del capital futuras, entonces el modelo es plenamente consistente y explicativo de la realidad. Por supuesto, el modelo puede sufrir variaciones: los capitalistas podrían incrementar el porcentaje ahorrado de su renta, pero ese cambio no dejaría inalteradas oras dos variables del modelo (el PIB podría comenzar a crecer a una tasa mayor; y, sobre todo, si se ahorra más, es que la preferencia temporal ha caído y, por tanto, el tipo de interés también lo haría).
En suma, el error básico del modelo de Piketty es confundir el retorno del capital con la revalorización del capital:
Si llamamos “r” a la revalorización del capital (a la tasa de variación de K), entonces su primera ley del capitalismo (alfa=r*beta, esto es, el porcentaje de las rentas que afluye a los capitalistas es igual a la ratio capital/renta por el retorno del capital) deja de ser cierta, ya que no toda revalorización del capital se transforma en rentas del capital dentro del PIB (un encarecimiento de la vivienda es aumento del valor del capital, y podríamos entenderlo como retorno del capital, pero no como renta del capital). Y, en tal caso, la ratio capital/PIB puede adoptar cualquier valor sin fagocitar todo el PIB.
Si llamamos “r” a la ratio entre las rentas del capital y el capital, entonces, como pruebo antes, r puede mantenerse sostenidamente por encima de g sin que: a) todo el PIB sea fagocitado por las rentas del capital, b) la ratio capital/renta se vaya al infinito. Esta segunda interpretación creo que es la más razonable y la que resulta más explicativa de la realidad.
Nuevamente, empero, sólo puedo mostrar mi estupefacción de que una teoría económica tan torremarfilesca y caduca como la austriaca puede explicar la evidencia pikettyanas mucho mejor que los más avanzados y sofisticados modelos neoclásicos de última generación. ¿No sería esto una metafalsación metodológica?