Parece que empieza a haber un cierto consenso en que España no puede seguir siendo un país de funcionarios, políticos, jubilados y hosteleros. Hasta el propio Ministro de Industria ha dicho en unas declaraciones que hay que reindustrializar España. Lo que ocurre es que para que eso no quede en un “brindis al sol”, hay que ponerse a trabajar, tener ideas, promover iniciativas, etc., vamos eso que le cuesta tanto a la clase política (¿será por lo de los curriculums vacíos?).
Yo lo primero que haría sería ver qué productos industriales importamos, y estudiaría si podemos producirlos en España a un precio razonable y generando valor añadido. Luego vería cómo impactaría la nueva producción en el segmento empresarial correspondiente, Y finalmente, quién y con qué medios promueve esas empresas.
Vayamos por partes. Si miramos la balanza de importaciones, podemos observar que importamos cantidades ingentes de gasóleo para coches, siendo este un déficit estructural motivado por la escasez de refinerías que tenemos en España. El negocio de los productos derivados del petróleo es especialmente lucrativo. No conozco ninguna petrolera que pierda dinero, y obviamente, los márgenes de un producto como el gasóleo cuya demanda es cautiva, hacen muy atractiva su producción.
España podría permitirse construir dos o tres refinerías pequeñas, de unos 6 millones de toneladas anuales cada una (sólo un 60% sería producción de gasóleo), y con ello abastecer de gasóleo a las gasolineras españolas, eliminando el déficit histórico que nos hace importar gasóleo de las multinacionales petroleras. Además, de paso, ayudaríamos a equilibrar la balanza comercial, que vuelve a darnos quebraderos de cabeza.
Podríamos seleccionar los lugares de la costa donde construir esas refinerías, para aliviar el paro estructural que hay en algunas provincias, como por ejemplo en Cádiz, en Murcia y en Tarragona, diversificando territorialmente, ya que el coste de distribución del gasóleo es importante, y Cádiz podría abastecer las gasolineras de Andalucía Occidental, Murcia las de Andalucía Oriental, Murcia y Levante Sur, y Tarragona las de Levante Norte y Catalunya.
Por tanto, la primera parte parecería razonablemente resuelta. Creación permanente de unos 3.000 puestos de trabajo directos y 10.000 indirectos, amén de los 5.000 puestos temporales ligados a la construcción durante tres años. Entraríamos en la segunda parte, el impacto de las nuevas empresas en el sector petrolero español. La verdad es que, pocos sectores funcionan más como un cartel que las tres grandes petroleras: Repsol, Cepsa y BP. Las denuncias de acuerdos de precios han estado a la orden del día en los últimos años, por lo que el hecho de que entren tres nuevos operadores sólo le vendría bien al sector, a pesar de su habitual éxito en cerrar la puerta a nuevos competidores (en la década pasada, bloquearon por todos los medios el proyecto de Refinería Balboa en Badajoz, hasta que consiguieron que no tuviera las autorizaciones pertinentes).
Lo último sería quién promueve la iniciativa. Pues está muy claro que habrá que hacerlo con inversión pública, y ello por dos motivos: los bancos no dan préstamos a nadie, y mucho menos a quien pudiera convertirse en competidor de sus principales clientes, las petroleras, entre otras cosas, porque ellas amenazarían con quitarles el negocio bancario. Por tanto, quién promueva estas iniciativas tendrá que hacerlo “a pelo”, y hoy en día en España, ni hay tradición industrial, ni hay quien tenga 200 millones de euros en cash para acometer cada una de las refinerías (excluyo potenciales maletas con fajos de billetes de 500€). Nos queda el Estado, nosotros, y la pregunta es ¿por qué no?
Nos hemos gastado 108.000 millones de euros en reflotar bancos innecesarios, de acuerdo con la memoria del Tribunal de Cuentas. ¿No podemos gastarnos 600 en promover tres refinerías necesarias que van a ayudar a generar competencia en un sector oligárquico, y que además sólo van a producir beneficios a los españoles y ayudarnos a equilibrar la balanza comercial? Y luego, dentro de cuatro o cinco años, cuando las cosas estén mejor (espero), podemos privatizarlas en una salida a Bolsa y probablemente duplicaremos el coste de la inversión, amén de haber generado tejido industrial y puestos de trabajo en nuestro país.
No nos engañemos, señores neoliberales, la inversión pública no es mala cuando es productiva y necesaria. Lo que hay que hacer es promoverla con criterios técnicos y evitar la poderosa “persuasión moral” de los omnipotentes oligarcas, y la tentación de “colocar” a los amigos mientras tenga la condición de empresa pública.