Así pues, utilizar hidrógeno es lo mismo que utilizar gas natural, pero de una manera menos eficiente. No se emite CO2 en el vehículo, pero se desplaza su emisión hacia las plantas de generación del hidrógeno, sin contar toda la cadena de distribución y almacenamiento.
La presunción de utilizar una celda de combustible en funcionamiento inverso, o, directamente, hidrólisis con electricidad en casa no es descabellada, ni precisamente, incorrecta. Además, sería una manera de almacenar energía excedente de producción en el momento en que ésta se genera, si no se puede usar, lo cual es precisamente el punto fuerte de este tipo de solución, el valor añadido, la razón básica para desplazarse hacia este tipo de energía.
Sin embargo, hay que contar con la compresión añadida para almacenar dicho hidrógeno. Además de los depósitos, cuyo peso y volumen no son tan importantes en una vivienda como en un vehículo, el equipo de presión consume energía, y ésta difícilmente puede ser reciclada. Y este equipo también pesa, ocupa espacio, lo cual es precisamente el motivo por el cual en las frenadas regenerativas no se puede utilizar la celda de combustible del vehículo para obtener hidrógeno.
Pero el principal inconveniente del sistema, además de la corta vida, complejidad, pesos, volúmenes, pérdidas, peligros, es su escasísimo rendimiento. Además de ser sólo un vector energético, no energía directamente concentrada como el caso del petróleo, gas o carbón.
Veamos el concepto de vector energético [12]:
Energía eléctrica Proceso Almacenamiento Proceso Energía eléctrica.
Si los procesos se llaman carga/descarga o electrólisis/oxidación controlada, y el almacenamiento se llama Batería o Depósito de Hidrógeno, es secundario. El concepto es el mismo: a partir de energía eléctrica en ciertas condiciones, almacenada mediante algunos sistemas y procesos, obtenemos energía eléctrica en otro momento y lugar, en otras condiciones.
Éste es el principio de vector energético: un sistema de transformación y almacenamiento de energía. Lo mismo da que sea por batería que sea por hidrógeno o algún otro elemento, como biocombustibles.
Lo que importa, es la energía que entra, y la energía que sale. Para el caso se trata, directamente, de energía eléctrica en la entrada, que puede ser, por ejemplo, obtenida a partir de fotovoltaica y/o eólica u otro tipo de renovable, mejor si es intermitente, pues así se puede aprovechar mejor (más sobre este importante punto en la última entrega), para luego utilizar dicha energía, también de tipo eléctrico, bajo la demanda de algún usuario (por ejemplo, el pedal del acelerador).
Por la termodinámica, nunca obtendremos tanta energía a la salida como la que le hemos metido en la entrada. Es decir, que por cada KWh que le metamos al sistema, sólo recuperaremos una parte, menos del KWh que le hemos metido. Esto, que en realidad es una TRE inferior a uno, sólo tiene sentido, y mucho, para casos en los que la energía se obtiene de manera intermitente y necesita ser usada a discreción. En tal caso, como cualquier TRE, interesa que sea lo más alta posible.
Y aquí es donde ‘muere’ el hidrógeno. El principal motivo es el engorro y consumo de la compresión y almacenamiento (sin contar las pérdidas de los depósitos), pero los rendimientos tanto de la electrólisis, como de la celda de combustible, dejan mucho que desear.
Aunque en el aspecto de rendimiento se va a entrar en detalle en otra entrada posterior, al menos en este caso se va a hacer un escueto recuento del rendimiento de uno coche de celda de combustible como el Honda FCX, con un eléctrico puro, como por ejemplo, el Renault Fluence.
El Honda FCX consume alrededor de 1Kg de H2 por cada 100 Km. Lo cual equivale a unos 40KWh. El Renault Fluence, alrededor de 16KWh. Valores nominales del fabricante en ambos casos. Y lo peor, es que las pérdidas para obtener el hidrógeno y comprimirlo es donde está la mayoría de la pérdida de rendimiento.
De hecho, haciendo los números redondos, estaríamos hablando de un rendimiento entre la electricidad que sale por la que entra de alrededor del 30 – 35% para el FCX (como un diesel!!), con alrededor del 60 – 70% del Fluence, contando de KWh en el enchufe a Km realizados. Directamente el doble. Y eso que el hidrógeno, en teoría, permite un coche más ligero y con menos espacio para el sistema de energía. La única ventaja real es la recarga del depósito de H2, que es rápida.
La hidrólisis, en condiciones reales de la industria, difícilmente supera el 60%, aunque hay algunos casos que llega al 70%, si bien en muchos otros está en el 50%. Eso implica un gran gasto de electricidad para conseguir el hidrógeno, y por tanto, encarece el mismo. Si con una pequeña fracción del coste, se obtiene hidrógeno a partir del gas natural, que es exactamente la situación en 2014, y no parece que vaya a mejorar, especialmente en unos EEUU con el gas a precios irrisorios debido al frácking [13], es lógico que el hidrógeno no tenga un origen ‘renovable’.
Además, es una tecnología, que aunque lleve bastante tiempo en desarrollo, todavía no está, ni de lejos, madura. Lo bueno es que podría ser que hubiese mejoras sustanciales, aunque lo malo es que apenas se espera que lleguen al nivel al que están actualmente las baterías a nivel de rendimientos, coste, vida útil, sencillez, infraestructura, inversión, estado de la tecnología, situación del automóvil y obtención, en general, del hidrógeno mismo. El cambio a una ‘economía del hidrógeno’ no sería realmente rápido, corto ni sencillo.
Curiosamente, precisamente Opel considera que las baterías son sólo un paso intermedio hacia el ‘Wasserstoff’.