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¿Un Podemos de derechas?

por Laissez Faire Hace 10 años
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La semana pasada, el presidente del Banco Sabadell, Josep Oliu, reflexionó sobre la necesidad de crear un “Podemos de derechas”, entendiendo por tal un partido político que no forme parte de las élites extractivas del establishment y que, a diferencia del conocido Podemos de izquierdas, defienda un mayor peso de la sociedad civil y del libre mercado frente al Estado omnipotente, hiperregulador y confiscatorio que actualmente padecemos.

Aunque probablemente la expresión de Oliu no haya sido la más acertada -pues el término derecha ha adquirido connotaciones políticas radicalmente opuestas a lo que proponía el presidente del Sabadell: baste recordar que a la intervencionista, proteccionista y estatista Marine Le Pen se la suele presentar como de extrema derecha-, la idea sí lo era: es verdad que España necesita de una regeneración institucional; es verdad que España necesita expulsar a las castas liberticidas que hoy copan la política nacional; es verdad que España necesita de una absoluta prevalencia del imperio de la ley garantizada mediante tribunales radicalmente independientes de los poderes fácticos; es verdad que España necesita dar un giro de 180 grados a su política económica; es verdad que España necesita una sociedad civil mucho más participativa y responsable.

No es verdad, sin embargo, que todos estos imprescindibles cambios vayan a venir de la mano de Podemos. Las propuestas políticas y económicas de Podemos nos conducen a un Estado más invasivo y burocratizado, a impuestos más abrasivos sobre todos los españoles, a un peso real decreciente de la sociedad civil, a regulaciones más arbitrarias y asfixiantes y a un socavamiento de las escasas bases de crecimiento con que ahora mismo cuenta España. Hipertrofia del Estado y atrofia de la sociedad para mantener a esta última dependiente y postrada ante las dádivas del primero.

Las respuestas a los problemas de España no van a venir de emular a Venezuela, Argentina o Bolivia, sino de aproximarnos o de superar la calidad y libertad institucional que caracteriza a Suiza, Australia, Nueva Zelanda o Hong Kong. Un Estado de Derecho dedicado exclusivamente a amparar las relaciones e interrelaciones voluntarias de sus ciudadanos y no a servir a los lobbies internos (partidos políticos y burócratas) y externos (empresas que pastan en el BOE) que pretenden capturarlo en su privativo provecho. Un Estado de Derecho que no nos saquee a impuestos y no suponga un obstáculo a la creación de riqueza y de empleo. Un Estado de Derecho que no rescate a empresas quebradas a costa de los ciudadanos (tampoco a bancos o a cajas). Un Estado sometido al Derecho y no destructor del Derecho. Podemos ni puede ni quiere avanzar en esa dirección, pues ambiciona una administración todavía más pesada, discrecional y tentacular que la actual.

Pero, por desgracia, el resto de partidos políticos del arco parlamentario, corruptos, corruptibles y corruptores, estatistas, estatalizados y estatizadores hasta la médula, tampoco pueden ni quieren promover esta muy saludable y aperturista regeneración institucional. Son máquinas de poder que se han especializado en desangrar al ciudadano para costear el mantenimiento de sus aparatos. Se requiere savia nueva: una regeneración no sólo institucional, sino también de ideas, de mensajes, de proyectos y de personas.

Es ahí donde entronca el desiderátum de Oliu: necesitamos un Podemos de derechas. Yo más bien hablaría de un Podemos liberal que no incurra en los vicios del Podemos antiliberal. A saber: un partido que de verdad busque arramblar con la casta por la vía de la separación efectiva de poderes y del imperio de la ley; un partido que busque reducir la burocracia y no cebarla; un partido que defienda los derechos del ciudadano frente al Estado y no su pasivo sometimiento; un partido que busque reducir al mínimo la carga impositiva en lugar de multiplicarla; un partido que no ambicione expropiar propiedades sino respetarlas; un partido que no eche mano del populismo como herramienta de persuasión, sino que trate a los españoles como adultos deseosos de escuchar propuestas rigurosas, realistas e informadas.

Ojalá en el futuro aparezca un anti-Podemos capaz de plantarle cara tanto a la casta vieja como a los aspirantes a casta nueva. De momento, anoten este nombre: Partido de la Libertad Individual (P-Lib); una diminuta y desapercibida formación política con varios años de existencia pero repleta de gente joven, ilusionada, preparada, activista, cosmopolita y verdaderamente liberal (en lo económico y en lo social). El núcleo duro de sus ideas, a diferencia de las de PP, PSOE, IU o Podemos, sí es el que necesita España: cuestión distinta es que, justamente por ello, los medios de comunicación del establishment hayan optado por ignorarlos.

En cualquier caso, sean ellos o sean otros quienes logren articular una convincente alternativa liberal a la actual casta oligárquica y a la postulante neocasta populista, bienvenidos serán. Los necesitaremos para evitar una involución burocratizadora de España y para avanzar, en cambio, hacia un país más libre y más próspero.


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