Muchos son los escépticos que opinan que la renovada confianza hacia la economía española es prematura y no es de extrañar ya que, en su día, los famosos brotes verdes del Sr. Zapatero quedaron en evidencia ante el recrudecimiento de la crisis. Sin embargo, el cambio de percepción que se observa en la comunidad financiera es reflejo del cambio estructural que está sufriendo la economía española estos últimos años.
En efecto, este cambio viene inducido por un proceso reformador que se ha centrado principalmente en tres cuestiones: sector bancario, mercado laboral y viabilidad del sistema de pensiones. En primer lugar, el saneamiento del sector bancario y las nuevas directrices europeas destinadas a regularlo han permitido mejorar notablemente la solvencia y credibilidad de la banca. Esta mayor credibilidad se ha visto reflejada de forma clara en el desempeño de los mercados financieros. Por un lado, el buen comportamiento del mercado de deuda ha sido tal que, tanto los intereses como los ratios de cobertura de las últimas subastas del Tesoro han mejorado claramente. Así lo constata la caída de la prima de riesgo hasta niveles no vistos desde 2011 y que, actualmente, se encuentra en 250 puntos básicos. Del mismo modo, la renta variable española registra la mayor revalorización de las principales plazas europeas en lo que va de año (+15%).
En segundo lugar, la reforma laboral ha conducido a un aumento de la flexibilidad al permitir a las empresas adaptar las condiciones laborales de sus trabajadores a la situación del negocio, del sector o de la economía en general. De esta forma, se ha procedido a una devaluación interna vía salarios que está permitiendo reducir los costes laborales y, con ello, mejorar la competitividad de las empresas de cara al exterior. De hecho, en los siete primeros meses del año, las exportaciones han crecido un 6,9% en tasa interanual, lo que ha provocado una notable corrección del déficit de la balanza comercial y, a su vez, ha permitido que la balanza por cuenta corriente acumulara un superávit de 82,2 millones de euros frente a un déficit de 16.148,6 millones en el mismo periodo de 2012. No obstante, es necesario matizar que la corrección de la balanza comercial ha venido inducida también por una reducción del 3,1% de las importaciones.
En tercer lugar, con la reforma de las pensiones y la introducción del factor de sostenibilidad, el Gobierno ha abordado una de las cuestiones que más desafíos plantea en el largo plazo. Así, se han introducido una serie de cambios paramétricos (p-e, retraso de la edad de jubilación) pero también cambios estructurales de forma que, siempre manteniendo la esencia de un sistema de reparto, se incluyen pinceladas de un sistema de capitalización. Concretamente, el factor de sostenibilidad supone la inclusión de la esperanza de vida y del ratio de ingresos y gastos del gobierno a la hora de calcular la pensión final del contribuyente. De esta forma, el actual sistema de pensiones gana en flexibilidad y asegura su sostenibilidad en el largo plazo.
No obstante, no todo son luces.
En primer lugar, el inicio de la crisis supuso el final del superávit primario. Concretamente, el saldo que se obtiene una vez deducidos los intereses devengados de la capacidad o necesidad de financiación entró en estado deficitario en el año 2008 y, utilizando cifras acumuladas hasta el mes de agosto, el déficit primario correspondiente a 2013 es equivalente al 2,79% del PIB. Asimismo, la prolongación de la debilidad económica, los elevados déficits públicos y las ayudas al sector financiero, entre otros factores, han provocado un deterioro extremadamente rápido de las finanzas públicas que han visto dispararse el ratio de deuda sobre PIB y se estima que para 2014 la deuda pública alcance el 100% del PIB. Y es que aunque se observe un relajamiento de la prima, el dinero no nos lo prestan de forma gratuita, siendo el tipo de interés medio de la deuda en circulación del 3,76% para el mes de septiembre. En palabras del profesor Paul de Grauwe, Catedrático de la London School of Economics, “la dinámica de deuda española es insostenible”.
En segundo lugar, es cierto que la reforma laboral ha propiciado mayor competitividad pero a la vez ha provocado una tasa de paro alarmante. De hecho, tal y como dice el premio Nobel Joseph Stiglitz, una tasa de paro del 26% es estar en recesión, en parte, por el efecto directo muy negativo que tiene sobre el consumo privado. Así, el gasto en consumo de los hogares sigue siendo negativo pese a que en el segundo trimestre del 2013 disminuye su decrecimiento al situarse en el -3,2% frente al -4,3% anterior, siendo este último el peor dato desde el inicio de la crisis.
En definitiva, España empieza a salir de la crisis pero a un ritmo muy lento. El alto apalancamiento que aún registran tanto los agentes públicos como los privados, la elevada tasa de paro y la inexistente reactivación del sector de la construcción llaman a la cautela a la hora de realizar futuros pronósticos.