Que los mercados se autorregulen no significa que todos los seres humanos seamos extremadamente bondadosos y que de manera voluntariosa aceptemos acatar las normas que nos autoimpongamos. Es obvio que muchas personas no tendrían escrúpulo alguno en estafar a su vecino o incluso a sus familiares con tal de dar rienda suelta a sus ambiciones. De hecho, los liberales recelamos del Estado entre otros motivos por ése: porque no tiene mucho sentido dotar de un poder gigantesco a unos políticos y a unos burócratas que también son hombres potencialmente sin escrúpulos.
Que los mercados se autorregulen significa, en cambio, que la normativa y la supervisión que emerja de manera descentralizada es más flexible, adaptativa y eficiente que la normativa creada centralizadamente por una jerarquía copada por políticos y burócratas. De nuevo, esto tampoco implica que la regulación y la supervisión descentralizada vayan a ser siempre infalibles hasta el punto de evitar la comisión de cualquier fraude: significa que los errores se localizan con mayor rapidez, se aprende de ellos y se tienden a corregir. En este sentido, el reciente escándalo de Gowex es altamente ilustrativo.
Por el lado de la supervisión, toda la cadena de control reglada y sancionada estatalmente (CNMV-Comisión de Supervisión del MAB-asesor registrado-auditoría) ha fallado a la hora de detectar las falsedades de las cuentas de Gowex: ha tenido que ser una casa de análisis privada, Gotham City Research, la que ha terminado poniendo de manifiesto las inconsistencias de la tecnológica española acelerando su caída tomando una importante posición corta en sus títulos.
Los burócratas españoles simplemente no se enteraron de nada: el Ministerio de Industria era un generoso prestamista de Gowex y la CNMV estaba más interesada en investigar y perseguir a la estadounidense Gotham que a la española Gowex. Acaso se alegue que carecieron de las suficientes atribuciones y medios, pero la CNMV ya dispone de más atribuciones y medios para controlar el Mercado Continuo y eso no impidió el escándalo de Pescanova.
El Banco de España también tenía más atribuciones y medios para controlar nuestro sistema financiero y ello no impidió el fiasco de las cajas de ahorros. La SEC también tenía más atribuciones y medios para controlar los mercados financieros estadounidenses y ello no evitó la farsa de Enron o la estafa piramidal de Madoff durante décadas. Es obvio, en suma, que muchos ojos controlan mejor que uno solo y que no hay motivo para obligar al contribuyente a costear ese único ojo ciego.
Por el lado de la regulación, y habida cuenta del fiasco supervisor, se está generalizado la sensación de que la normativa aprobada autónomamente por el Mercado Alternativo Bursátil (MAB) necesita ser revisada para reforzar la reputación a las empresas allí cotizadas.
Ahora bien, tengamos presente que toda regulación acarrea costes y beneficios: una regulación más estricta es una regulación cuyo cumplimiento resulta más gravoso para la compañía cotizada (coste) pero que, a su vez, le permite exhibir una mayor credibilidad ante sus inversores (beneficio).
Por ejemplo, la SEC estadounidense estima que los costes medios iniciales de cumplir con sus regulaciones ascienden a 2,5 millones de dólares, a lo que se le suman 1,5 millones de costes medios adicionales por año. En la medida en que existen economías de escala en el cumplimiento de la regulación (a las grandes empresas les resulta más barato cumplir que las pequeñas), no tiene sentido que se imponga la misma normativa a todas ellas. No en vano, muchas empresas del MAB son start-ups que no pueden permitirse unos elevados costes: su alternativa no es la de comenzar a ser algo más confiables ante el público, sino la de no cotizar en absoluto.
De ahí que sea bueno que existan mercados organizados con distintos estándares regulatorios: unos más estrictos, confiables y caros frente a otros más laxos, menos confiables y baratos. Las compañías que busquen cotizar optarán entre unos u otros y, asimismo, los ahorradores optarán por aplicar mayores o menores descuentos en sus inversiones según el grado de confianza que les merezca la empresa y el mercado organizado. Actualmente, de hecho, varias compañías del MAB ya han solicitado su ingreso al más estricto Mercado Continuo porque las ganancias en reputación les compensan los mayores costes asociados.
Nunca lograremos eliminar totalmente el fraude de nuestras vidas. Pero eso no es excusa para que los tribunales lo persigan y lo sancionen con dureza ni para que intentemos prevenirlo. La cuestión es qué marco regulatorio y supervisor resulta más eficiente a la hora de evitar la extensión del fraude: si un marco regulatorio monopolizado, centralizado y jerarquizado por el Estado o uno donde los protocolos normativos y la vigilancia se determine de manera competitiva, abierta y descentralizada. Decididamente, apuesto por la competencia frente al monopolio.