Desde que en el siglo XIX se acuñó el término liberal, ha habido varias interpretaciones teóricas del mismo, y sobre todo, muchas experiencias empíricas, no todas necesariamente merecedoras de recuerdo. Cuando pasó el tiempo, y el término quedo un poco “cool”, como dicen ahora, se adoptó el nuevo término “neoliberal”, que fue acuñado en 1938 por el alemán Alexander Rüstow, aunque dejó de utilizarse en los años sesenta, a pesar de que parece que en los últimos años se haya convertido en el paradigma de las Nuevas Generaciones del Partido Popular (un poco “retros” que son los chavales).
Sin embargo, cuando uno analiza los principios liberales, tanto los primigenios como los de la Era Digital, cuesta encontrar algo en la actuación del Gobierno que suene a liberal. No vamos a entrar en la consabida subida de impuestos y nacionalización de bancos que han hecho, y que suponemos que ha dado grandes satisfacciones a Cayo Lara (por lo de cumplir el programa de Izquierda Unida). A lo que nos referimos es a las rigideces del sistema económico, y a la casi imposible resistencia a ser domeñados por los lobbies empresariales.
Por ejemplo, si tenemos un local en el que podríamos poner una farmacia, resulta que no podemos, aunque seamos farmacéuticos, ya que hay otra farmacia a una cierta distancia, y el potente lobby farmacéutico hace presión para que no se cambien las leyes de la época franquista. Algo parecido pasa con el gremio del taxi, que se resiste a cualquier posible innovación que no sea seguir como siempre (ni flotas, ni internet, ni que se elimine el sistema que permite la compraventa privada de licencias, aunque se trate de concesiones administrativas públicas). Y no digamos con las prejubilaciones bancarias, que mantienen todavía vigentes las normas laborales de 1967 para que los despidos en una entidad financiera (incluyendo los de Bankia, por ejemplo), no se puedan hacer como en el resto de las empresas, y haya que establecer una compensación permanente para los empleados, que aunque no trabajen recibirán un sueldo hasta que lleguen a los sesenta y cinco años, independientemente de cuál sea la situación financiera de la entidad.
Pero, aunque estos ejemplos, y otros muchos que hay, nos parezcan importantes en relación con las limitaciones a la libertad de mercado, hay que reconocer que afectan a grupos relativamente pequeños de personas, y se podría mirar para otro lado. El problema surge cuando hay rigideces que afectan a muchos millones de personas, y un reducido grupo de empresarios ejerce de grupo de presión para que todo siga como ésta. Me refiero a la “dolorosa” que tienen que pagar los padres de familia todos los meses de septiembre, cuando tienen que comprar los libros de texto a sus hijos, que por supuesto siempre tienen que ser nuevos, ya que los temarios sistemáticamente tienen que cambiar todos los años, a fin de que los libros del hermano no le puedan servir al alumno, ¡cómo si las matemáticas básicas o la gramática castellana cambiasen cada doce meses!
Hace ya años que la gente maneja los e-books, especialmente los chicos jóvenes, que están completamente digitalizados. Una simple descarga por unos pocos euros para compensar los derechos de autor, sería suficiente para que millones de alumnos tuvieran los textos que precisasen para sus estudios, y sus padres pudieran respirar tranquilos, sin tener que suspirar porque la paga de diciembre llegue cuanto antes. Las “tablets” también pueden ser un soporte adecuado para recibir los textos necesarios para que los alumnos desarrollen sus estudios. Muchos chicos jóvenes tienen soportes digitales propios, y si no, su coste sería muy inferior a estar doce años comprando un montón de libros nuevos; pero, en el caso de que no se tenga o no se pueda comprar, se puede montar un sistema de préstamo de soporte por parte de los colegios para los alumnos más desfavorecidos.
Además, al margen de que sería mucho más ecológico, resulta que si hay que actualizar contenidos de un año para otro, se puede hacer de forma automática, y con un sencillo contrato de mantenimiento. Lo curioso del caso es que entonces veríamos que a partir de ese momento, los textos se mantendrían invariantes de un año a otro.
Si algo nos enseña la Economía es que los fallos de mercado se corrigen siempre, pero falta añadir que hace falta voluntad política para hacerlo, y en épocas de crisis, el insuflar unos cientos de euros en la renta disponible de las familias es algo importante, en este caso por la vía del menor gasto, sobre todo si se tienen los ingresos congelados.
Esos cientos de euros por familia son mucho dinero que entraría en el sistema, y que habida cuenta de la situación en la que nos encontramos, se iría a consumo y generaría muchos puestos de trabajo, mientras que la emisión de cientos de miles de libros en papel lo hacen unas máquinas, y sólo beneficia a unos pocos, eso sí, poderosos y bien relacionados.
Pero claro, tal y como acaba de decir el Sr. Montoro, ya hemos entrado en el “círculo virtuoso” de la Economía, España ha dejado atrás la recesión, y todo va de maravilla, por lo que no será necesario cambiar nada, y el Partido Popular podrá seguir gobernando por Real Decreto, mientras ostenta el glorioso título de ser el partido más intervencionista de la moderna Historia de España, aunque eso sí, la vitola de “neoliberales” no se la quitarán nunca de su escudo de armas, en el que por cierto tendrán que sustituir los besantes por roeles de gules, que en número de seis millones adornarán para siempre su paso por la Moncloa.