Circula por internet y por ciertos foros intelectuales la idea de que el economista liberal Friedrich Hayek abrazó la defensa de una renta básica universal para la ciudadanía, idea que hoy constituye uno de los principales arietes de quienes desean multiplicar el tamaño del Estado. Sin embargo, como voy a probar en este artículo, Hayek jamás defendió una renta básica universal, sino lo que podríamos denominar una renta subsidiaria de subsistencia. Y aunque ambas prestaciones suelan confundirse son radicalmente distintas.
La renta básica universal es proporcionada por el Estado a todos los ciudadanos de manera incondicional. Es una renta que se paga a los más pobres y a los más ricos, a quienes trabajan y a quienes no lo hacen, a quienes podrían trabajar y a quienes se niegan a hacerlo. Como explica su defensor más conocido dentro de España, Daniel Raventós:
La definición de la renta básica es clara y sencilla: es un ingreso pagado por el Estado a cada miembro de pleno derecho de la sociedad incluso si no quiere trabajar de forma remunerada, sin tomar en consideración si es rico o pobre; o, dicho de otra forma, independientemente de cuáles puedan ser las otras posibles fuentes de renta, y sin importar con quién conviva.
Asimismo, el que probablemente sea su principal proponente mundial, Philippe van Parijs, la describe de este modo:
Una renta básica es una renta abonada por la comunidad política a todos sus miembros individuales, con independencia de su situación económica o de su predisposición a trabajar.
Por el contrario, una renta subsidiaria de subsistencia, como la que defendía Hayek, es una renta que el Estado proporciona a aquellos que no pueden prosperar por sí mismos en un mercado libre y que, además, sólo es provista de manera subsidiaria al apoyo que puedan prestar otras organizaciones sociales de carácter voluntario. Por consiguiente, la idea de Hayek se aproxima más a la de un seguro universal de subsistencia: garantizar a todos los ciudadanos que si, debido a circunstancias ajenas a su voluntad, son incapaces de generar la suficiente riqueza como para subsistir en el marco de un mercado libre, el Estado se la proporcionará de manera subsidiaria. No es, pues, una renta ni universal (sólo los más desfavorecidos la cobran) ni incondicional (quienes, pudiendo trabajar prefieren no trabajar, no la cobran). Una detenida lectura de la obra hayekiana permitir cerciorarnos de ello.
La primera vez que Hayek defiende la garantía de un ingreso mínimo para todos es en Camino de servidumbre (1944). En el que fuera su primer libro de filosofía política, Hayek afirma:
No hay duda de que podemos garantizar a todo el mundo un mínimo de comida, de cobijo o de vestimenta que sea suficiente para preservar su salud y su capacidad para trabajar. De hecho, para una considerable parte de la población de este país, esa seguridad ya hace tiempo que ha sido lograda.
Es verdad que Hayek no es del todo claro en esta primera obra, pero fijémonos en que no habla de proveer una renta universal, sino de garantizarla a modo de seguro general. Es más, en las siguientes páginas llega a defender que la mejor manera de proporcionar esa renta es convirtiéndola en contrapartida del servicio militar:
La mejor manera de que el Estado proporcione ciertas oportunidades y una renta mínima para todos podría ser el servicio militar voluntario.
Mucho más diáfano fue en Los fundamentos de la libertad (1960). Allí diferenciaba taxativamente entre la provisión de una renta mínima para quienes son incapaces de prosperar por sí mismos y la provisión de una renta universal costeada mediante el expolio de los más ricos:
Existe una gran diferencia entre la provisión de una renta para todos aquellos que no pueden subsistir a partir de los ingresos que obtienen dentro de un mercado que funciona correctamente y una redistribución conducente a proporcionar una remuneración justa: es decir, entre una redistribución donde la gran mayoría de ciudadanos acepta ayudar a aquellos incapaces de salir adelante y una redistribución donde la mayoría expolia a la minoría por el simple hecho de que esta tiene más riqueza.
Es más, Hayek propugnaba explícitamente limitar la percepción de esta renta a aquellos que demostraran necesitarla:
Garantizar una renta mínima para todos aquellos que se hallen en dificultades presupone que ese mínimo únicamente se proporciona a quienes prueben necesitarlo (…) La crítica absolutamente irracional a esta condicionalidad es que todos deben recibir asistencia con independencia de su situación de necesidad para evitar que nadie se sienta inferior a nadie (…) Pero no existe ningún principio de justicia que, en el marco de una sociedad libre, confiera un derecho no disuasivo y no discrecional a una ayuda independiente de la necesidad.
Por si quedaran dudas, volvió a insistir en este punto en el tercer volumen de Derecho, legislación y libertad (1979):
Se trata del problema de quienes, por varias razones, no pueden ganarse la vida en una economía de mercado, como los enfermos, los ancianos, impedidos físicos o mentales, viudas y huérfanos, es decir, aquellos que sufren condiciones adversas, que pueden afectar a cualquiera y contra las que muchos no son capaces de precaverse por sí solos, pero a los que una sociedad que haya alcanzado cierto grado de bienestar puede permitirse ayudar. Asegurar a todos una renta mínima, o un nivel por debajo del cual nadie descienda cuando no puede proveerse por sí mismo, no sólo es una protección absolutamente legítima contra riesgos comunes a todos, sino una tarea necesaria de la Gran Sociedad donde el individuo no puede apoyarse en los miembros del pequeño grupo específico en el que ha nacido.
De nuevo observamos que Hayek defiende una renta tasada a ciertos grupos sociales desamparados y bajo la condición de que sean incapaces de prosperar por sí solos.
Hayek defendía una especie de seguro social universal de última instancia. Esta misma idea aparece recogida en su diálogo autobiográfico Hayek sobre Hayek (1994), donde mantiene la siguiente conversación con sus entrevistadores:
–Mr. Krueger: ¿Qué piensa usted de un mínimo garantizado de alimento, vestido y cobijo? ¿Viola eso su concepción de planificación legítima?
–Mr. Hayek: ¿Qué entiende usted por un “mínimo garantizado”? Siempre he dicho que estoy a favor de un ingreso mínimo por persona.
–Mr. Merriam: Lo dice en su libro, cierto. Pero ¿qué quiere decir con ello?
–Mr. Hayek: Lo volveré a expresar a mi modo. Se trataría de garantizar un ingreso mínimo al que cualquiera pudiera recurrir. Es algo de lo que ya disfrutan ustedes en gran medida con el seguro de desempleo.
Es decir, Hayek quiere asegurar que nadie se quede descolgado dentro de un mercado libre y para ello plantea establecer algo parecido al seguro de desempleo: a saber, rentas mínimas de inserción para quienes pueden trabajar o pensiones no contributivas para quienes no pueden hacerlo. Yo mismo, en mi libro Una revolución liberal para España, propongo esta renta subsidiaria de subsistencia para aquellas personas incapaces de generar valor en el marco de un mercado libre (una prestación que, como mucho, acarrearía un coste de entre el 2 y el 3% del PIB y que debería ir de la mano de la privatización de todo el Estado de Bienestar).
En todo caso, lo que sí debería quedar claro es que Hayek jamás defendió el pago estatal de una renta básica universal e incondicional: sólo aquellas personas incapaces de prosperar por sí mismas en el marco de un mercado libre deberían recibirla. Insisto lo de “en el marco de un mercado libre”: Hayek tampoco propugnó esta renta para paliar las consecuencias del desempleo generado por las hiperregulaciones laborales y por la sangrante fiscalidad estatal. Lo contrario sería absurdo: si el Estado nos impide trabajar, lo lógico es que nos permita trabajar, no que nos entregue un subsidio. Primero liberalizar y bajar tributos; luego, si quedan personas inempleables, renta subsidiaria.
El economista austriaco, en suma, era muy consciente de que una renta básica universal destruiría los fundamentos de la cooperación social extensa, por cuanto permitiría disociar producción y renta; esto es, permitiría que la renta proporcionada por la sociedad a cada agente económico se independizase de la contribución de ese agente económico a la generación de esa renta. Y no olvidemos que, en The Origins and Effects of our Morals (1983), Hayek calificó la idea de John Stuart Mill de que, en efecto, era posible separar distribución de renta y producción de renta con estas muy duras palabras:
Se trata de una estupidez verdaderamente increíble, que muestra un desconocimiento absoluto de la función crucial que desempeñan los precios.
Así que, por favor, dejen de asociar el nombre del sensato economista Friedrich Hayek con la poco sensata defensa de una renta básica universal.