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Sacando patatas

por The Oil Crash Hace 10 años
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El otro día estuve en el huerto recogiendo patatas. Este año hemos tenido el huerto bastante desatendido porque, a pesar de que yo no lo frecuento, mi prolongada baja médica ha impedido a los demás ir; así, el primer día que yo fui había cañota casi tan alta como yo. El caso es que con considerable retraso recogimos las patatas, y aún el otro día recogimos las del último trozo que nos faltaba por cosechar. La verdad es que el experimento involuntariamente casi permacultural no salió mal del todo y la verdad es que recogimos muchas patatas y con muy buena pinta; tenemos más que de sobras para pasar todo el invierno las tres familias que las comemos (tiemblo de pensar qué haremos cuando los melones y las sandías estén maduros).

Hay varias maneras de recoger las patatas. La que usamos nosotros es la de largar la azada perpendicular a la hilera, clavarla hondo y barrer hacia tí mismo. Es un poco pesado, un método de fuerza bruta, pero así sale como el 80% de las patatas que recogemos. Para recoger más patatas removemos la tierra con las manos o incluso vamos escarbándola con los pies, y así sale el 20% restante. No puedes usar azadas u otros aperos cortantes porque cortarías las patatas y las echarías a perder (mi primera largada de azada no fue lo suficientemente larga, a pesar de que la tiré como un metro más allá de la hilera, y al recoger corté por la mitad y limpiamente una patata bien hermosa).

La tarea de recoger patatas es bastante dura, así que uno debe hacer una apropiada economía de fuerzas y medios. Después de la primera extracción, la más masiva, uno hace una o como mucho dos repasadas de la tierra; lo que no haya salido entonces se queda en la tierra. Dependiendo de cuánto hayan profundizado y se hayan extendido las raíces de la mata de patata esas patatas nunca recuperadas puede ser muy pocas o bastantes más, quizá el 5% o hasta el 10% de todas las patatas que había.

Sin duda hay gente de campo con más experiencia, tino y maña que nosotros que conseguirán sacar más patatas, pero siempre te queda la duda de cuántas se han quedado ahí abajo y la seguridad de que se habrán quedado algunas. Es concebible usar algún método de cultivo industrial para aumentar el rendimiento, pero éstos implican un gran consumo de energía, medios y dineros y si hiciéramos las cuentas detalladas de la TRE de las patatas veríamos que no salen a cuenta. Y mucho menos en mi pequeño huerto.

A fin de cuentas, sólo son patatas. Por lo que vale una patata, tanto da que se queden unas pocas ahí abajo. A fin de cuentas, sólo las queremos para comer, pero ya tenemos bastante comida y no tenemos por qué molestarnos por un pequeño porcentaje que costaría gran esfuerzo recuperar.

El ejemplo de las patatas ilustra a la perfección una idea bien conocida en economía, la ley de los retornos decrecientes. Es decir, a medida que se avanza en la explotación económica de un sistema, conseguir el mismo incremento de producción conlleva un coste (económico, energético, de tiempo) cada vez mayor, y de hecho este coste se dispara muy rápidamente. La razón es simple de entender: la primera fracción del recurso explotado es la que es más fácil de acceder; son las patatas más someras o, en un símil que se usa a menudo, es la fruta más grande y que cuelga de las ramas más bajas. A medida que esta fracción se agota, uno tiene que profundizar más e ir más al detalle. Ha de ir a buscar lo que ya no es tan grande ni está tan accesible, ha de incrementar su esfuerzo y rebuscar la tierra en busca de esas patatas más pequeñas y más enterradas, o, en el símil del frutal, ha de buscar la fruta que cuelga de ramas más altas y escondidas y la que tiene menor calibre. Hay que hacer un esfuerzo mucho mayor para obtener una cantidad comparable a la que se extrajo en primer término. Y a medida que el recurso se explota más y más el rendimiento es cada vez menor. Introducir técnicas masivas de explotación y más tecnología ayuda sin duda a mejorar los rendimientos, pero también es bien conocido que una vez que la explotación llega a su madurez los retornos decrecientes son inevitables al margen de cuánta energía o tecnología uno aplique en la explotación.

Resulta curioso que, siendo como es la ley de los retornos decrecientes un principio básico y bien conocido en economía, haya tanto economista que insiste en que este problema no sucede con el petróleo, al margen de la evidencia empírica y de los principios secularmente conocidos que he expuesto arriba con el ejemplo de las patatas y que son completamente de sentido común. Por tomar un ejemplo reciente, los autores de Politikon aluden a las reservas y a la tecnología como vías de escape a los retornes decrecientes de la producción de petróleo, y a pesar de la contundente réplica que les envié desde esta página aún han vuelto sobre los mismos argumentos. Bueno, en realidad peores argumentos, porque para mayor abundamiento caen en la trampa de asimilar "todos los líquidos" con "petróleo", consecuencia de la grave confusión que originó la Agencia Internacional de la Energía al introducir esa nomenclatura (como explica Kurt Cobb) y que lleva a pensar a los desinformados que se trata de sustancias fungibles (intercambiables) cuando no lo son. En el caso del petróleo, los economistas "especialistas" en el sector insisten en las reservas de petróleo, cuando la clave es la producción. El rendimiento del petróleo está asociado a su producción, no a sus reservas, del mismo modo que mi cosecha de patatas está asociada a cuántas extraigo al final, no a cuántas había en el campo. Y justamente la ley de los retornos decrecientes nos dice que siempre quedará una fracción que no merecerá la pena extraer. En este momento las reservas que nos quedan de petróleo son, en su mayor parte, petróleo que será poco rentable o incluso antieconómico porque su rendimiento es muy pequeño. No es que técnicamente sea imposible extraerlo; igual que yo podría sacar todas las patatas de mi campo si cribase con cuidado toda la tierra, se podría técnicamente extraer ese petróleo restante (que es mucho: un 65% del petróleo en un yacimiento convencional - recurso - no se recupera nunca) si es preciso minando toda la roca almacén, arrancándolo gota a gota. Obviamente, con un gasto economómico y energético astronómico, que convierten tal empresa en absurda. Y esa limitación energética y económica es de tipo fundamental: la tecnología puede producir aumentos marginales del rendimiento, algún relativamente pequeño porcentaje, pero no conseguirá cambiar sustancialmente la situación. Pero los "analistas" insisten en las reservas porque son conscientes de una gran diferencia entre el petróleo y las patatas: las patatas volverán a salir el año que viene (si las planto, claro) en tanto que el petróleo tiene sólo un viaje de ida. Así pues, centran su discusión en el aspecto que más ansiedad les causa (que el petróleo es un recurso no renovable, a diferencia de mis renovables patatas), sin tener en cuenta que al margen de su agotabilidad el petróleo está también sometido a la ley de los retornos decrecientes, y todos los indicios a nuestra disposición muestran que ya estamos en una fase de retornos demasiado bajos para mantener nuestra sociedad en marcha.

Para los granjeros de hace dos o tres siglos, esas patatas extra que se quedaban en la tierra podrían ser la diferencia entre la vida y la muerte en los años de malas cosechas. Para nuestra sociedad ávida de petróleo que dilapida crematísticamente para mantener una sociedad de consumo simplemente inviable ese petróleo marginal y residual que ahora nos afanamos en producir es, también, la diferencia entre su vida y su muerte. Insistamos una vez más: no es el fin del mundo, y no es la diferencia entre la vida y muerte de las personas, sino sólo la de una manera estúpida de entender el mundo. Si sabemos elegir en este momento podremos evitar las consecuencias más adversas.


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