En su coherente y fervorosa exploración de los mercados financieros, J.M. Hurst, refractario a las simplificaciones y siempre codicioso en su búsqueda de explicaciones definitivas, nos legó una nueva forma de entender la teoría cíclica. Con las plurales erudiciones científicas que lo adornaban, infundió un soplo de vitalismo al análisis técnico explicándonos que una serie histórica de datos financieros no es el registro de un precio que cambia continuamente, sino el perfil de una secuencia de magnitudes de distinta frecuencia, amplitud y fase relacionadas entre sí mediante el tiempo. Dicho con otras palabras, el gráfico de cualquier activo financiero surge de la mezcla de varios ciclos de distinta duración, ciclos que pueden aislarse y con los que cabe especular de forma separada.
Al mirar un simple gráfico, un gráfico en bruto, lo normal es encontrarse con esto:
Sin embrago, como acabo de comentar, a partir de la artesanal investigación de Hurst, se hace necesario desglosar los ciclos que componen el precio de cualquier gráfico. Sólo así se comprende en toda su dimensión el proceso de flujo y reflujo de los precios, el vaivén cadencioso que los mueve; en fin, su naturaleza cíclica.
Tomado como punto de partida mi modelo cíclico y tras proceder al desglose de los tres ciclos más importantes incorporados al precio (10 días, 40 días y 40 semanas), veamos en el ejemplo que acabo de mostrar el comportamiento de esos ciclos. Eso sí, con vistas a ilustrar este ejemplo, me he permitido plasmar en un solo gráfico los suelos y techos de los tres ciclos; por sistema, mi forma de abordar el análisis de cada uno de los ciclos requiere el estudio de diferentes marcos temporales.
En primer lugar, observemos el ciclo de 10 días, esto es, sus continuas rotaciones.
Vamos ahora con el ciclo de 40 días.
Por último, el ciclo de 40 semanas (200 días).
Sabiendo, por tanto, que existe la posibilidad de descomponer un gráfico en varios ciclos, el paso siguiente consiste en combinarlos para encontrar provechosas oportunidades de especulación.
En el siguiente gráfico, muestro los ciclos de 4 años y 40 semanas del BBVA. Con su habitual precisión anticipatoria, rota a la baja la línea horizontal de la fase ascendente del ciclo de 4 años en febrero de 2010, dos meses después el oscilador de confirmación certificó la entrada del ciclo en su fase descendente. En consecuencia, se corroboró que el último techo del ciclo de 4 años se formó en noviembre de 2009.
Una vez confirmado el cambio de fase por el oscilador de confirmación, cabía la posibilidad de emplear el ciclo inferior (40 semanas) para operar en la dirección marcada por el ciclo superior. En este caso, la dirección era la bajista, dado que el ciclo de 4 años se encontraba en su fase descendente. En el gráfico, he marcado las tres extraordinarias opciones que dejó el ciclo de 40 semanas para ponerse corto con el contexto del ciclo de 4 años a favor.
Posteriormente, tras formarse un suelo en julio de 2012, el precio rompió al alza la línea horizontal de la fase descendente del ciclo de 4 años. Ese acontecimiento modificó el contexto reinante hasta el momento. Una vez rota esa línea horizontal, lo lógico era que el ciclo de 4 años hubiese formado su suelo, circunstancia que el oscilador de confirmación certificó pocos meses después. Confirmado, por tanto, que el ciclo de 4 años se encontraba en su fase ascendente, resultaba posible emplear el ciclo inferior (40 semanas) para operar en la dirección marcada por el ciclo superior. En este caso, la dirección era la alcista, dado que el ciclo de 4 años ya se encontraba en su fase ascendente. En el gráfico, he marcado la extraordinaria oportunidad que dejó el ciclo de 40 semanas en julio de este año para ponerse largo con el contexto del ciclo de 4 años a favor.
Cambiemos ahora la combinación de ciclos. Veamos qué sucede si utilizamos como contexto el ciclo de 40 semanas y empleamos el de 40 días para operar. Mirando el siguiente gráfico, salta a la vista que tras romperse al alza la línea horizontal de la fase descendente del ciclo de 40 semanas, poco después el oscilador de confirmación de ese ciclo certificó el cambio a la fase ascendente. A partir de ese momento, se podía usar el ciclo inferior (40 días) para operar en la dirección marcada por el ciclo superior. En este caso, la dirección era la alcista, dado que el ciclo de 40 semanas se encontraba en su fase ascendente. En el gráfico, he marcado la extraordinaria oportunidad que ha dejado recientemente el ciclo de 40 días para ponerse largo con el contexto del ciclo de 40 semanas a favor.
Un último ejemplo, con el ciclo de 40 días y el de 10 días. Tras romperse al alza la línea horizontal de la fase descendente del ciclo de 40 días, poco después el oscilador de confirmación de ese ciclo certificó el cambio a la fase ascendente. A partir de ese momento, se podía usar el ciclo inferior (10 días, gráfico de 2 horas) para operar en la dirección marcada por el ciclo superior. En este caso, la dirección era la alcista, dado que el ciclo de 40 días se encontraba en su fase ascendente. En el gráfico, he marcado las tres extraordinarias oportunidades que ha dejado recientemente el ciclo de 10 días para ponerse largo con el contexto del ciclo de 40 días a favor.
En resumen, combinar ciclos constituye una evolución natural de las aportaciones teóricas de Hurst, además de una potente herramienta de especulación. Incorporar esta técnica resulta imperativo para quienes profesen el análisis cíclico.
Permanezcan atentos.