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De ardillas y mercados

por Carlos Montero Hace 10 años
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Hoy les hablaré de un experimento realizado recientemente con las ardillas de Nueva York. No se alarmen, no me he equivocado de publicación, pronto entenderán el motivo.

Bien pues como les decía, recientemente se publicó en el Journal of Zoology una investigación de los profesores P.W. Bateman y P.A. Fleming sobre la percepción del riesgo de las ardillas grises urbanas. El trabajo de campo se realizó en un proyecto urbanístico en Manhattan que colindaba con una arboleda donde vivían en estos animales. Los distintos escenarios que se plantearon en el estudio fueron los siguientes:

La primera variante requería que los observadores permanecieran en la acera sin aproximarse al terreno donde se encontraban las ardillas. La mitad del tiempo los paseantes debían evitar el contacto visual con las ardillas, y la otra mitad del tiempo debían mirarlas directamente.

La segunda variante requería que los observadores dejaran su camino y se aproximaran directamente a las ardillas con el mismo tiempo mirándolas y evitando sus ojos que en el caso anterior.

Los investigadores analizaron posteriormente cuántas ardillas huían en cada uno de los casos antes de llegar a dos metros de distancia.

Como afirma Bob Seawright, jefe de inversiones de Officer Madison Avenue Securities, en su blog, los resultados no sorprenden. Las ardillas tienen un radar intuitivo que les avisa de posibles peligros y les inclina a huir cuando consideran que ese peligro es demasiado grande.

En términos generales las ardillas se quedaron dónde estaban cuando los observadores se quedaban en la acera, pero huían rápidamente cuando los observadores salían de su camino. Las ardillas huían mucho más rápido cuando las buscaban con la mirada.

El estudio midió también tres cosas en cada uno de los cuatro supuestos datos: La distancia en la que las ardillas se mostraban en posición de alerta, la distancia de los observadores antes de que empezaran a huir, y la distancia que corrían las ardillas antes de empezar a alimentarse de nuevo.

Los principales resultados fueron:

- Cuando los observadores no miraban a las ardillas y se mantenían en el camino, las ardillas se quedaban dónde estaban sin signos de alerta.
- Cuando los observadores miraban a los roedores pero se quedaban en la acera, las ardillas se ponían alerta cuando llegaban a una distancia de unos cinco metros, pero no huían porque probablemente la gente del complejo de apartamentos solía permanecer en los senderos. Estaban atentas al peligro pero sin huir.
- Cuando los observadores dejaban el camino pero evitaban su mirada, las ardillas se mantenían alerta a unos ocho metros de distancia pero no huían a esa distancia.
- Sin embargo cuando los observadores dejaban el camino y se quedaban mirando a las ardillas, su radar de advertencia se ponía en funcionamiento a unos siete metros y huían poco después. Los roedores corrían unos seis metros antes de volver a sus asuntos.

El punto clave del estudio es que hay una gran diferencia entre si la gente está buscando a las ardillas a pesar de permanecer en los senderos en la tranquilidad de los animales.

El estudio concluía que la percepción del riesgo de esta especie animal estaba fuertemente relacionada con las divergencias en el comportamiento habitual de los peatones. Es decir, las ardillas prestan atención a conductas inusuales de los humanos y al contacto visual para ponerse en alerta.

Pero, ¿qué tiene que ver esto con los mercados financieros? Como afirma Bob Seawright, las ardillas, como los humanos, son muy reacias al riesgo. Los humanos sentimos una pérdida de dos a dos veces y media más de lo que sentimos una ganancia comparable. Esto en la naturaleza tiene mucho sentido. Si las ardillas escapan con demasiada rapidez pueden perder la oportunidad de comer una nuez o dos, pero si esperan mucho tiempo, entonces pueden ser devoradas por un depredador. Una pérdida que es permanentemente irrecuperable.

Si los mercados se comportan como esperamos estamos bien. Cuando se desvían de lo que esperamos nuestros radares de riesgo se activan incrementando el nivel de atención listos para huir. Cuando miramos constantemente a los mercados, igual que en el caso de contacto visual entre ardilla y observador, nuestra percepción del riesgo también se incrementa y tenemos una propensión mayor a deshacer posiciones.

Este comportamiento conductual es genético y lo aplicábamos tanto cuando nos acechaban los depredadores, como cuando nos encontramos ante la posibilidad de una mala inversión. La incertidumbre incrementa nuestra percepción del riesgo y nos condiciona a deshacer posiciones anulando nuestros planteamientos anteriores. Aquellos que operen en los mercados saben perfectamente de que estoy hablando.

Es por esto de la importancia de una buena estrategia operativa en la que de antemano se establezcan todos los supuestos previsibles y las decisiones a adoptar en caso de que se produzcan. Con ello evitaremos que el incremento de cortisona en nuestro cerebro nos empuje a huir ante cualquier comportamiento inusual de los mercados.


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