Por desgracia el mundo parece dirigirse hacia una gran guerra, aunque en ciertos aspectos ya lo está. Y no es que por fuerza haga falta esperar a que haya dos bandos que se la declaren y empiecen a soltar las primeras bombas. No. De hecho, si es que eso sucede, es posible que una conflagración mundial sea solo la última etapa, de un lento pero consistente proceso de degeneración de las condiciones de convivencia pacífica entre personas, naciones enteras y al interior de los mismos países.
Solo hace falta mirar a los diferentes conflictos que en estos mismos momentos se desarrollan, en el plano económico, monetario, comercial y político. No es propósito comentar aquí cada uno de ellos, pero sí algunos de los más representativos.
Por ejemplo, tenemos la aún vigente disputa entre Ucrania y los separatistas pro-rusos en el este del país, que en realidad se ha convertido en una lucha entre el mundo occidental encabezado por la alianza Estados Unidos-Europa por un lado, y Rusia por el otro. Ayer mismo la Unión Europea y Washington anunciaron el endurecimiento de medidas contra Moscú y en especial contra los sectores rusos de defensa, energético y financiero. El gobierno de Vladimir Putin respondió que esas medidas no les dejan otra opción que tomar represalias, y lo tomó como una acción en contra de la frágil paz en Ucrania. No podemos olvidar que como consecuencia de la política occidental de aislamiento contra Rusia, esta ha corrido a los brazos de China, que la ha recibido muy bien. Juntos, con los BRICS, han iniciado una abierta campaña contra la supremacía del dólar, la moneda de “reserva” que viene a menos.
Por otra parte, este miércoles Obama anunció que ha ordenado atacar las posiciones del llamado Estado Islámico (ISIS, por sus siglas en inglés) en Siria, como ya lo está haciendo en Irak. De manera que los americanos estarían luchando contra los enemigos de su enemigo, el presidente sirio Bashar al-Assad. Esta “ayuda” no obstante, genera sospechas. Justo por eso, Rusia desconfía y ha dicho que teme que se pueda bombardear también posiciones del ejército sirio, su aliado. EE.UU. mataría así dos pájaros de un solo tiro, pero no será tan fácil pues ya está el antecedente de cómo la presión de Putin, hace un año logró evitar el ataque americano contra Siria a cambio de que esta entregara su arsenal químico.
En otro frente, el diario británico Financial Times publicó esta semana una encuesta en la que revela que el 53 por ciento de los chinos y el 29 por ciento de los japoneses, piensan que sus países entrarán en guerra en el futuro. Cabe recordar que en todos estos casos, hay ya dolorosos antecedentes de guerra entre ambos bandos. En el caso sino-japonés, las tensiones han escalado de nuevo desde 2012, cuando el gobierno nipón compró tres islas en el Mar Oriental de China que Beijing reclama como propias.
Pero mientras lo anterior es en el plano geopolítico, en el económico-financiero las cosas no son diferentes.
Los bancos centrales del mundo continúan su política de imprimir dinero sin límites. Con esto, mantienen otro frente –el de la “guerra de divisas”, en la que los países compiten por devaluar sus monedas, con la falsa creencia de que así ganan competitividad y crecimiento. Dejan de lado que la devaluación, lejos de ayudar, luego de los aparentes beneficios obtenidos en el corto plazo, termina siendo perjudicial para la economía nacional de que se trate, y por si fuera poco, atenta contra el poder adquisitivo de las personas. Estas, viven una guerra interna al ver cómo el valor del dinero que ganan y sus ahorros, se desvanece. Frustradas, buscan al culpable en los empresarios por pagar “salarios de hambre”, en el gobierno por no decretar alzas salariales o controlar los precios, etc. Todos ellos, efectos y no la causa real de sus desgracias que se oculta en el sistema monetario. El “pecado” original está en que el dinero ya no tiene respaldo alguno de valor en el oro, algo que quienes mueven los hilos del mundo tras bambalinas siempre anhelaron, para poder controlar desde la emisión monetaria a gobiernos mediante la deuda.
No es casualidad que para que el sistema siga operando, es condición indispensable que la emisión de dinero y el endeudamiento, crezcan de manera exponencial. La desgracia está en que por definición, ese proceso no puede durar para siempre.
En este sentido, el empresario Hugo Salinas Price en su más reciente artículo titulado "Fiat Money and Independence for Scotland" (Dinero Fíat e Independencia para Escocia), resalta que ese falso dinero fiduciario, de papel, promueve también el separatismo. Este es el siguiente frente en nuestra revisión.
Salinas tiene razón. Explica que ese tipo de moneda “Tiende a separar regiones distantes del centro que emite el dinero fíat. Separa al país de un país, ya que cada uno trata de defender su moneda y su economía, de los efectos adversos de las políticas defensivas de dinero fíat de sus vecinos.” Eso, por supuesto, no existía en un mundo de estabilidad monetaria en que, el patrón oro, era la justa medida de valor del dinero. En ese entonces los saldos en el comercio exterior eran liquidados en oro, mientras que hoy, es en dinero de papel –sobre todo dólares, que como dijimos sigue siendo creado “de la nada” en cantidades ilimitadas. Un fraude.
El magnate afirma que en los próximos años, atestiguaremos cómo las economías se cierran al exterior promoviendo el proteccionismo, y teniendo como consecuencia el aumento de la pobreza en el mundo. El libre comercio propicia la abundancia, limitarlo, crea lo contrario. De manera que el resurgimiento de los nacionalismos en el mundo es, como lo fue antaño, uno de los más graves peligros para la paz global.
En Francia por primera vez el líder de extrema derecha Marine Le Pen lidera las encuestas presidenciales. Europa parece ir de nuevo por el camino equivocado.
Los casos de separatismo de parte de Escocia –que la próxima semana votará en referéndum su independencia del Reino Unido, y de Cataluña en España –donde ya se discute por algunos grupos la conformación de un “ejército” en caso de declararse independientes, son dos de los ejemplos más destacados y actuales, pero que se seguirán multiplicando por doquier.
De manera que las fronteras del mundo se cierran cada vez más a la libre circulación de personas, capitales y mercancías, justo cuando lo que se necesita es todo lo contrario. Lo grave es que ya en el pasado, experiencias similares nos condujeron primero hacia la Gran Depresión del siglo XX, y más tarde, a la Segunda Guerra Mundial. Aún es tiempo de evitar otra pero la verdad, es que no vamos en la dirección correcta.