El saldo de la balanza corriente más el saldo de las transferencias de capital es conocido como el déficit (si el resultado es negativo) o la capacidad (si es positivo) de financiación de la economía. Tiene sentido: refleja tanto la necesidad de financiar el exceso de gasto o la elevada inversión no cubierta con ahorro interno en caso de déficit; también el exceso de ahorro interno en caso de superávit.
¿Es negativo tener déficit? Depende. Si estamos hablando de financiar inversión que conlleva un aumento de capacidad, tiene sentido apelar al ahorro exterior. Si es gasto en consumo, depende del escenario. Y en este punto también entra en valoración la competitividad.
Naturalmente, sobre todo lo anterior pesan los niveles alcanzados por la deuda: un nivel excesivo (o recurrente) de déficit que lleve a un nivel también excesivo (o con tendencia al alza) de la deuda sin duda entra en una situación inquietante por lo que respecta a su sostenibilidad. Amenaza por tanto la solidez del crecimiento como genera incertidumbres entre los agentes económicos.
El FMI ha publicado hace dos días una pequeña nota comparando precisamente estos dos indicadores (deuda externa y saldo de la balanza corriente) a nivel internacional durante la Crisis. La cuestión es clara: ¿han solucionado los países sus excesos?.
En este primer cuadro podemos observar la evolución entre 2006/2013 de los países con mayores niveles de déficit/superávit en sus balanzas corrientes….
Por de pronto, todos los países con elevado déficit corriente lo han reducido en mayor o menor medida. Pero esta conclusión no es tan válida en el caso de los países con superávit.
¿La disciplina del mercado? sin duda, especialmente en los primeros años de la Crisis. Castigando a los países con desequilibrio exterior, sinónimo de problemas de competitividad (en algunos países más que en otros).
Pero, ¿se puede extrapolar la conclusión anterior a la evolución del endeudamiento externo? Lamentablemente no es así….
Al final, el cuadro anterior no sólo es un reflejo de la evolución de las balanzas exteriores como de las decisiones tomadas por los bancos centrales para hacer digerir los ajustes con tiempo. El problema es que el ajuste de la deuda requiere mucho tiempo, incluyendo un escenario de recuperación, con mejora de la inflación y unas condiciones financieras que seguirán siendo laxas.
Pero, ¿hasta qué punto este creciente desequilibrio exterior vuelve a ser un impedimento para un crecimiento económico sostenido? Es una cuestión inquietante.