El viernes pasado los mercados bursátiles de la mayor parte del mundo se mostraron eufóricos, el dólar se fortaleció y las voces del “mainstream” no dejaban de pregonar los claros signos de “recuperación” de la economía de Estados Unidos. Lo anterior, cortesía del incremento de 248 mil plazas de empleo total no agrícola en septiembre, y la caída en la tasa de desempleo a 5.9 por ciento, el nivel más bajo en seis años, dados a conocer por la Oficina de Estadísticas Laborales (BLS).
Por supuesto, esto alimenta la ya descontada conclusión a finales de este mes del programa de inyección masiva de liquidez (impresión monetaria, QE en inglés) de la Reserva Federal (Fed). También, las especulaciones respecto a una casi “inminente” subida de las tasas de interés para el próximo año.
Para desgracia de los optimistas, debemos decir que las “buenas noticias” de la economía americana –de la que en gran parte depende la mexicana, ocultan realidades que no son nada alentadoras y que desacreditan las versiones de la “recuperación”.
Como ejemplo debemos mencionar que según datos de la propia BLS, la tasa de participación de la fuerza de trabajo al mismo mes de septiembre, se ubicó en 62.7 por ciento, un mínimo de más de 36 años. Este concepto se refiere al porcentaje de todas aquellas personas mayores de 16 años de edad que, o están ocupadas o bien están buscando empleo, pero no incluye a aquellos que han dejado de buscarlo.
Revisar la tasa de participación es relevante, porque mientras la tasa de desempleo se refiere personas que aspiran a encontrar un trabajo remunerado, no nos dice si su caída se debió a un aumento real, fuerte y sostenido de empleos o a que una gran parte de la gente se ha dado por vencida y de plano, ya ni lo busca. Con una tasa de participación que sigue a la baja, como se observa en el gráfico correspondiente, es un hecho que gran parte de la población está en este último caso, por lo que la baja en el desempleo no es como se presume –un signo de recuperación, sino consecuencia de su desaliento.
Fuente: Bureau of Labor Statistics
En el mismo sentido opina Lance Roberts, de la firma STA Wealth Management, quien publicó hace unos días gráficos interesantes, como la de empleados a tiempo completo con respecto a la población en edad de trabajar. Estos son importantes porque son señal de crecimiento económico cuando realmente lo hay. Pero como se ilustra en el gráfico respectivo, la realidad es que los trabajos de tiempo completo con respecto a la población en edad de trabajar están solo apenas arriba de los mínimos observados después de la crisis de 2008-2009, y en niveles no vistos desde la administración de Ronald Reagan en los 80. Los empleos generados, pues, no han sido los que la mayoría espera (continúa después de la imagen).
Como ve, los magros beneficios obtenidos por la impresión masiva de dólares a cargo de la Fed, han sido aparentes, pues lo único que fue capaz de lograr es que, con ese alfiler del QE, el desplome económico no haya sido catastrófico por el momento. Lo malo es que, como hemos apuntado aquí con anterioridad, una manipulación tan artera de las tasas de interés y la creación de dinero “de la nada” a cargo de un banco central, solo puede en el mejor de los casos posponer la debacle que, una vez que llegue, tendrá un costo y efectos todavía mayores.
Dicho de otro modo, haber casi quintuplicado la base monetaria estadounidense desde el inicio de la crisis en 2008 hasta el mes pasado, permitió a la Fed el tener la peor recuperación de que se tenga registro desde la Gran Depresión del siglo XX. Vaya “mérito” (sigue después del gráfico).
Este espacio reiteramos nuestra opinión de que, una vez retirados por completo los alfileres (estímulos) del programa QE, se comenzarán a multiplicar los signos de que la recuperación era una falacia, lo mismo que el discurso de que subirán “pronto” los tipos de interés. Bajo ese escenario, sería cuestión de tiempo para que la Fed volviera a ponerse a imprimir dinero. No funcionará, por supuesto, pero por desgracia en este mundo económico dominando por las falsas teorías monetaristas y keynesianas, nuestros gobernantes y banqueros centrales es lo único que saben hacer. Abrochen sus cinturones.