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Docuficción: el recurso narrativo para el declive de los recursos

por The Oil Crash Hace 10 años
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Demián Morassi nos ofrece un nuevo ensayo, en este caso sobre la narración dramatizada del Peak Oil en la gran y pequeña pantalla.

Docuficción: el recurso narrativo para el declive de los recursos

El Peak Oil (cenit de producción de petróleo) parece estar cambiando nuestra forma de narrar el futuro. El futurismo clásico deja paso a un futurismo de transición, un modelo narrativo bisagra. Por futurismo clásico tomaré aquellas previsiones que se hacen siguiendo las tendencias lineales de la sociedad en algún sector (tecnología, política, genética, etc.) y prolonga esa tendencia hacia el futuro de manera exponencial. Por ejemplo, George Orwell en 1984, teniendo en cuenta el creciente control de los medios de comunicación por parte del poder en 1948, estiró ese cabo y describió un mundo futuro en el que ese control es casi total, gracias a tecnologías aún más desarrolladas y conocimientos de la psicología de masas aún mayores.

Después de ver algunas películas futuristas que toman en cuenta el Peok Oil me he encontrado con una forma de narrar que se despega del futurismo tradicional.

Las tres películas que considero más representativas son The Age of Stupid (F. Armstrong, 2009), Earth 2100 (R. Bednar, 2009) y Collapse (N. Dockstader, 2010) y utilizan el método denominado docuficción.

En estas docuficciones hay escenarios inventados y actores, hay entrevistados e imágenes documentales actuales. Escenarios futuristas creados por ordenador o decorados y personajes representados por actores en The Age of Stupid y en Collapse, mientras que en Earth 2100 la parte de ficción se narra mediante dibujos de estilo comic con la voz de su protagonista ficticia.
En las tres hay entrevistas reales (a especialistas) que narran los problemas actuales (o los colapsos en sociedades del pasado) y dan la base para que podamos comprender las escenas de ficción. En las tres hay personajes del futuro que reflexionan sobre las cosas que fallaron en nuestra época e investigando los restos de la sociedad industrial cubiertas por la tierra o hundidas bajo el agua. En las tres hay imágenes documentales actuales de distintas partes del mundo: coches llenando autovías, aviones low cost o fumigadores y surtidores de gasolina, ruinas mayas, romanas o anasazis, montañas que pierden sus glaciares o ríos reales que se están quedando sin agua.

Pero ¿cuál es la diferencia narrativa fundamental?

Una película futurista de ficción (que busca ser masiva) debe partir de un común acuerdo con una gran cantidad de espectadores. En una película de naves espaciales de los 70 dan por supuesto que el espectador concibe un avance tecnológico aeroespacial que nos llevará a escenarios como los de Star Wars o Solaris, el espectador no necesita de ningún experto que le argumente que las tecnologías están permitiendo superar obstáculos a gran velocidad, lo saben y lo  experimentan en sus propias vidas. En los 80 sucedía lo mismo con la robótica, el espectador percibía avances espectaculares y por lo tanto podía aceptar un futuro de Terminators o Robocops. A finales de los 90 el desarrollo de la informática y la realidad virtual  nos proyectaba hacía una vida virtual dentro de Matrix y a principio de Siglo XXI ya advertíamos en Wall-E la posibilidad de un futuro en el que nuestro hábitat quedaría convertido en basura.

Hoy en día el espectador común no concibe el Peak Oil, no existe propaganda que pueda aprovechar la idea de un futuro sin combustibles, de hecho el Peak Oil destruye todos los cuentos futuristas que hemos mamado desde niños, aún estamos esperando ver un coche volador o la mochilita con propulsión para vuelos individuales. Y, para confundir, la propaganda de los coches híbridos o eléctricos parece tener más que ver con evitar las emisiones de gases de efecto invernadero que con la falta de petróleo a futuro.

Desde esa base es muy complicado armar una película de ficción post petróleo. El futuro aún parece percibirse en una línea ascendente de grandes inventos o micro descubrimientos (la genética o mutaciones por radiación ha generado innumerables obras), y se espera seguir trepando indefinidamente: "nuestro abuelos ni se imaginaban la clonación o internet y nosotros no podemos imaginar las maravillas tecnológicas del futuro que nos inventarán”. Incluso el cambio climático despierta  la fantasía de un avance tecnológico para salvar el planeta.

Como en el caso de la novela 1984, las distopías de control social también seguían esa línea ascendente: Un mundo felíz o Farenheit 451 se pueden comprender desde la base de los "avances" científicos en manos de unos pocos aprovechando el combo tecnología + psicología de masas. No hay nada que preexplicar, el lector viene palpando el avance de los medios audiovisuales y de las técnicas asociadas de márketing (o propaganda política), de la adicción al consumo o la aceptación del horror ajeno a cambio de seguridad laboral y bienestar familiar. Línea ascendente que deriva en mundos de pesadilla, pero línea ascendente al fin y al cabo.

El cenit del petróleo romperá esa carretera hacia el cielo, llenándola de curvas descendentes y peligrosos acantilados.

En cuanto a los documentales puros tenemos varios dedicados al tema del cenit del petróleo (quizás A Crude Awakening: The Oil Crash, del 2006, sea el más específico y Home, del 2009, el más distinguido) pero principalmente hacen el diagnóstico y luego, en mucha menor medida, prevén los posibles escenarios. El punto es que esos escenarios son tan diferentes a nuestra realidad o a nuestro pasado que es muy difícil intuirlos sólo a partir de algunas palabras de especialistas. Hay que movilizar la imaginación y hacer buenas descripciones de esos escenarios. No es fácil, y además, si queremos lograr cierta objetividad (lo que busca el documental expositivo clásico) es muy probable que nos equivoquemos.

En el muy didáctico documental animado No hay mañana (del Post Carbon Institute) enlazado en este blog sólo se limita a este pronóstico:
"Es posible que la sociedad retroceda a un estadío más sencillo en el cual se utilice una cantidad de energía muy inferior. Esto significaría una vida más dura para la mayoría. Más trabajo físico, más trabajo agrícola y producción local de bienes, alimentos y servicios."

Luego propone algunas cosillas para irnos preparando y termina con esta frase
"Ninguno de estos pasos evitará el Colapso pero podrían mejorar las posibilidades en un futuro de baja energía, uno en el que tendremos que ser más autosuficientes tal y como nuestros ancestros lo fueron una vez."

El límite de un documental que trata de ser objetivo es que no podemos saber mucho más que eso, los demás son escenarios (¿neo feudalismos o redes de ecoaldeas?) entran ya en el terreno de la ficción, si hay colapso catabólico o decrecimiento sostenible, depende de nuestras reacciones como sociedad y las posibilidades son innumerables.

Ahí es donde entran estas películas citadas arriba. También ahí entra este blog con los textos distópicos de Antonio Turiel (I, II, III, IV y V) o el blog de John Michael Greer (el autor más traducido en el foro de este blog) entremezclando esa ficción con artículos documentados (con datos fríos) sobre la situación actual o histórica. Algo semejante nos ofrece Ugo Bardi en su blog Resource Crisis con una serie de artículos sobre Cli-Fi (ciencia ficción climática) a la que le ha dedicado una serie de entradas (1) (2) (3) mientras documenta la "crisis de los recursos". Y mientras corregíamos este texto aparecía el ejemplo más claro, la revista 15/15\15 ambientando sus textos en 2030.

Esta forma de narrar no sólo se da entre los especialistas, sino que el sólo hecho de navegar por el Foro Crashoil o por las respuestas a los blogs citados anteriormente se percibe que esta narrativa está presente en cada individuo que se empapa o chapotea por la idea del planeta finito: "¡Uh! después de leer esto me veo criando cabras en una pista de esquí abandonada en la montaña, defendiéndome de bandas de hambrientos o creando redes de producción comunitaria" ¿Cómo no nos va a afectar individualmente? Es un tema que nos atraviesa y que nos coloca en otra dimensión, no sólo es el declive energético, es un virtual cambio de hábitat, el fin de nuestro oficio para el que hemos estado especializándonos durante años, es un ajedrez en simultáneas con veinte rivales que atacan todos juntos y nos angustia saber si tendremos el tiempo de ir moviendo todas las fichas antes de que se termine la arena del reloj.

Pero el límite de las narraciones que buscan ser masivas es la perversidad con la que fuimos criados con respecto a la centralidad humana en el planeta y nuestro privilegio como especie superior. Y ahí es donde resulta muy difícil ser masivo y no terminar en un "final feliz humano". En todas estas películas hay debacle poblacional pero en las películas no nos identificamos con ninguno de los que ha muerto. Observamos desde afuera como arqueólogos del 2210 o del 2055 (en Collapse y The Age of Stupid) o desde el relato de la niña que nace en 2009 y llega al 2100 sorteando todos los obstáculos y viviendo en una granja autosustentable con su hija y su nieto en el 2100. Creo que si nos sacamos ese antropocentrismo podemos superar mejor todas las crisis-crash-colapsos y hasta crear escenarios más vibrantes.

Con el cenit de los recursos de uso humano va a disminuir la velocidad de depredación de las otras especies. Las previsiones del IPCC son negativas porque aunque frenemos en este siglo las emisiones de gases de efecto invernadero seguirá (varias décadas) aumentando la acidificación de los mares, la desertificación de algunas zonas, la devastación de otras por tifones cada vez más fuertes, etc. Sin embargo el hecho de haber sido nuestra generación la que ha sostenido la depredación ambiental puede hacernos pensar que los individuos (o personajes de ficción) del futuro puedan ser seres que vivan con otro sentido, sin la culpa que se nos achaca (y nos achacamos) a cada uno de nosotros hoy ("Sí, tú eres el culpable de la extinción de la foca monje del Caribe y de la desaparición de 500 hectáreas del Amazonas y de una parte del agujero de ozono ¿niégamelo?"). Esos individuos de nuestro futuro(ismo) van a estar con otra cabeza, otra psicología los va a rodear, otra espiritualidad. Ahí es donde más nos cuesta hacer ficción. ¿Y si a la naturaleza se la vuelve a colocarse por encima del ser humano? ¿Y si otorgan pena de muerte a quien ose talar un árbol milenario? ¿Si se conformaran con vivir plenamente cuarenta años sintiendo el resto de su vida como un regalo divino?
En las tres docuficciones que he puesto como ejemplo los protagonistas de la ficción pertenecen al ámbito de la investigación, no son "gente de la tierra". Las tres películas son anglosajonas, no son de pequeñas islas ni de países con poblaciones que siguen tradiciones milenarias. Y sin embargo ese relato que irrumpe empieza a parecerse a los textos religiosos que mezclan elementos de la realidad con catástrofes futuras, lecciones a corto, mediano y largo plazo, la fuerza de la naturaleza contra la arrogancia humana... cuando comience el momento de actuar,  quizás las narraciones dejen de ser tan importantes como en el presente, la trama de la vida nos hará más protagonistas y ahí es cuando en el 2042… me tomarán como esclavo para la cosecha de algas, para salvar la corte del Dictador Supremo de la pandemia de anemia, luego seré enviado cientos de kilometros al norte para junto con otros esclavos, cuyas lenguas me serán confusas, buscar teléfonos móviles para recuperar sus minerales divinos en ciudades abandonadas, pero nos revelaremos y huiremos a la montaña donde las comunidades nos abrazarán e integrarán en sus permacavernas y viviremos una buena época de silencio en compañía y magia de la divertida entre humanos y no humanos.

Perdón, se me escapó… Un ejemplo interesante para pensar el futuro desde otra cabeza es el logrado en la película de ficción El planeta libre (La Belle Verté, Colene Serreau, 1996) ambientada en otro planeta que ya superó la era industrial, el uso del dinero, hubo boicot a los productos que dañaban su planeta, luego guerra civil y ahora viven en armonía con su ambiente, se los ve muy felices. Algunos de estos extraterrestres (con rostro humano) viajan a la Tierra para ver en qué estadío andamos y tratar de ayudarnos. Caen en París y notan lo atrasados y enfermos que estamos… como de pasada conocen una tribu en África que desde hace 2000 años viven en armonía con su territorio, no usan dinero y logran entenderse perfectamente con ellos. Digamos que el método es hacer futurismo optimista en el otro planeta y ficción realista en el nuestro (pero dando una pista que en nuestro presente hay divergencias de modos de concebir la vida).

Quizás, entre desesperación post industrial y el camino al buen vivir de los pueblos originarios andinos haya baches en nuestra capacidad de futurología. Pero recalco, más que construir escenarios visuales impactantes, lo difícil es construir la psicología y espiritualidad de esos personajes que vivirán en ese futuro después del crash de lo superfluo. Cómo seremos por dentro puede hacer que todo eso que evidentemente nos va a faltar quizás ni siquiera lo queramos o quizás sí, quién sabe.

 
Por Demián Morassi, con la colaboración y traducción (argentino-español ibérico) de Alberto Campos


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