Hace pocos días tuvo lugar una efemérides importante para mi: hace ahora 5 años que di mi primera charla divulgativa sobre el Oil Crash. Fue delante del Departamento de Oceanografía Física del Instituto de Ciencias del Mar, mi departamento en mi instituto.
Aquel seminario fue la culminación de un proceso de varios meses en los que, por fin, me había puesto a estudiar a fondo del problema de los recursos naturales. Recuerdo esos meses de verano en que iba estudiando para preparar el seminario y no me podía creer lo que iba descubriendo. Dato a dato, cada vez quedaba más claro que había una gravísima crisis energética que se estaba comenzando a desarrollar, y que no había soluciones sencillas para hacerle frente; que no se iba a producir una sustitución rápida y eficaz de las viejas energías fósiles por ninguna solución de las que entonces se presumía que iba a coger el relevo, ya fuera renovable o nuclear. Cuando más leía más inverosímil me parecía todo, pero ahí estaban los datos. Hacía años que conocía (y me preocupaba) el problema del peak oil, años en los que de tanto en tanto curioseaba en las páginas de Crisis Energética y en otras webs en inglés (Energy Bulletin, The Oil Drum), pero siempre había mantenido cierta distancia, asumiendo que el problema del petróleo sería resuelto por "los que están al mando". Fue en esos meses que descubrí que nadie está al mando o, quizá peor, que si no se intentaba aplicar una solución es porque ésta no existía.
Concluida mi primera investigación, habiendo llegado a conclusiones que me parecían inexorables, pasé muchos días con una sensación de irrealidad (sensación que sólo empezó a desvanecerse, y muy paulatinamente, cuando empecé a poner en orden mis ideas y plasmarlas por escrito en este blog), de futilidad de todo lo que hasta entonces había ocupado mi tiempo, de miedo por mis seres queridos, de final de la civilización... Buscaba desesperadamente alguna noticia que refutase todos los datos que había leído, y unos días antes de mi charla en el departamento - que impartí con la ayuda de mi compañero Jordi Solé - fui a una conferencia que casual y oportunamente dió Pedro Prieto en el Consorci del Far de Barcelona. Tenía todavía la fatua esperanza de que Pedro, al que conocía de haber leído algunos artículos suyos en Crisis Energética y del que sabía que era un gran estudioso del tema energético, desmontaría mis temores dando buena cuenta de grandes planes de sustitución que se me habían pasado por alto. Obviamente, lo que pasó fue justo lo contrario: Pedro confirmó uno por uno todos mis temores, subrayó mis mismas conclusiones... Unos días más tarde tomé la decisión de dedicarme al menos en el tiempo libre a hacer divulgación de este tema tan crítico.
¿Qué es lo que ha cambiado en cinco años?
Si pudiéramos mirar las cosas con la suficiente perspectiva, veríamos que ha habido muchísimos cambios y muy radicales, pero nos cuesta aceptarlo, porque nuestra mente tiende a aferrarse a lo que tiene y no a lo que puede perder. A nivel local, en 2009 el paro en España comenzaba a ascender con fuerza, pero a principios de aquel año estaba aún en el 14%, casi 10 puntos por debajo de donde está ahora (y podríamos estar peor si la emigración no estuviese "aliviando" este problema, aunque sea a costa de dejar a España más debilitada de cara al futuro). Ha habido un empobrecimiento generalizado, una clara disminución de la renta media: sueldos congelados de trabajadores públicos y reducciones de sueldo masivas vía recontratación más precaria en el sector privado, y dos tercios de los españoles sufren carencias en aspectos esenciales (según el informe FOESSA de Cáritas). En estos años se ha hablado varias veces de un posible rescate y de los problemas de la deuda pública. Las mal llamadas "políticas de austeridad" se han convertido en norma, generando mucho desencanto, movimientos de protesta generalizados (del cual el 15M fue su mayor exponente) y una ira creciente contra la clase política y las instituciones, cada vez más percibidas como intrínsecamente corruptas, cada vez más denostadas porque la mayoría cree que son las causantes de nuestra desgracia. En España el sentimiento de rabia crece, sin que la prometida recuperación (que probablemente se hundirá en los próximos meses) consiga calmar los ánimos, y eso está desencadenando procesos inimaginables hace 5 años. Por ejemplo, hace 5 años era impensable que Cataluña se separase de España, y ahora en esta comunidad prácticamente no hay otro tema de discusión en la calle, en los días previos a la consulta que no es una consulta pero es una consulta del 9 de Noviembre. Cataluña ha optado por regenerarse por la vía de cortar por lo sano, cortar con la pobre y denostada España, y dejar que el resto se pudra. Y ese resto ha optado por su propia vida regenerativa, con un desplazamiento masivo de electores hacia una nueva fuerza política, Podemos, de orientación progresista y martillo dialéctico (en ocasiones con tono populista) de "la casta política". La irrupción de Podemos provoca cada vez más inquietud y congoja en los partidos tradicionales, y es que según algunas encuestas recientes Podemos se ha convertido ya en la primera fuerza política de España por intención de voto.
Pero si abrimos el zoom y nos fijamos en Europa, nos daremos cuenta de que España no está experimentando un fenómeno aislado. En la vecina Francia se aventura que un movimiento populista, en este caso escorado a la derecha, podría conseguir la próxima presidencia de la República; Italia y Grecia, intervenidas en lo económico y habiendo sufrido, ambas, cambios no muy diferentes a un golpe de Estado; Alemania, que ha aguantado mejor el tipo pero ve negros nubarrones en su futuro... Si uno mira el factor petróleo, cómo la demanda está cayendo en medio de una crisis que no puede jamás acabar, se entiende que la escasez de energía y en particular de petróleo probablemente tiene mucho que ver con lo que está pasando. Alemania ha podido recurrir al carbón para disminuir su propia caída energética, utilizando en demasía a su propio lignito, en un camino sin mucho recorrido e incierto final; y los demás han tenido que afrontar la caída, que en algunos casos (Italia, España, Portugal) ha sido simplemente brutal.
Ampliando más el zoom y yendo ahora a las puertas de Europa, podemos ver en este momento varias guerras civiles: Ucrania, Libia, Siria, Egipto, ahora Irak... Y si miramos por fin el panorama global, hay numerosas fuentes de preocupación, en Latinoamérica, en Asia, en África... Sólo un puñado de países, que incluyen a los EE.UU. y China, han conseguido capear, con no pocas dificultades, a lo peor de estos años, aunque ahora mismo tampoco se divisan en lontananza días de vino y rosas para este selecto grupo (viendo por ejemplo el deterioro de las perspectivas económicas para los dos países).
Dramático como ha sido el curso de los acontecimientos durante el último lustro, no ha sido tan malo como temíamos muchos de los que nos dedicábamos a la divulgación de la crisis energética. Hay que reconocer que ha surgido un freno imprevisto a la caída de la producción de petróleo, un recurso con el que no contábamos y que explica la relativa estabilidad del suministro de petróleo y de su precio (aunque haya sido elevado) durante los últimos 5 años: la irrupción del fracking en los EE.UU. Gracias a la introducción de esta técnica a escala masiva, primero en la búsqueda del gas de esquisto y luego para extraer el mucho más interesante y rentable petróleo ligero de roca compacta (Light Tight Oil), los EE.UU. han conseguido invertir la tendencia al declive de su producción de petróleo, que ya estaba en torno a los 5 millones de barriles diarios (Mb/d) y añadir en un tiempo récord 3 Mb/d de LTO y condensados, y aún el Departamento de Energía de los EE.UU. sueña que el año que viene los EE.UU. podrían alcanzar su máximo histórico de producción de petróleo crudo de 1970, que fue de 10 Mb/d.
Nota para los que se sientan confusos porque han leído que EE.UU. ya supera a Arabia Saudita en producción de petróleo: esas noticias se refieren a "todos los hidrocarburos líquidos" o, dicho a veces en abuso de notación, "todos los líquidos del petróleo", lo que incluye los biocombustibles (que no aportan energía neta) y los líquidos del gas natural (que sólo parcialmente pueden sustituir al petróleo).
Pero si una cosa no ha cambiado en los últimos 5 años son las estrategias de negación de que pueda existir un problema con la energía. Continuamos con los mismos disparates y tecnofantasías: seguimos hablando de la energía nuclear (convencional, de cuarta generación, de fusión...) o del inmenso futuro de las renovables, con repetidas noticias fuera de contexto y exageradas que hacen pensar al lector desinformado que una revolución energética está próxima y que todos los problemas se van a resolver pronto... y aquí estamos un lustro después, empantanados en problemas sociales y económicos crecientes y en vísperas de una nueva oleada recesiva que nadie quiere aceptar que ya está aquí. La opción nuclear ha perdido fuerza después del desastre de Fukushima y el progresivo abandono de la nuclear convencional en Europa; por otro lado, sin embargo, aún hoy oímos cantos de sirena que nos prometen llevarnos a un paraíso renovable. Es verdad que el Gobierno de España, éste y el anterior, han boicoteado esta alternativa, pero no es menos cierto que los nuevos sistemas de energía renovable tienen muchas limitaciones pocas veces reconocidas (empezando por el hecho de que no es electricidad lo que nos falta, sino ese 79% de energía final no eléctrica que es difícil de electrificar; y a pesar de eso cada vez que se habla de energía en los medios de comunicación se insiste en el sector eléctrico). La única revolución energética que realmente se ha hecho es la del fracking, y ha sido a un coste inhumano: con los EE.UU. exportando inflación a los países proveedores, explotando yacimientos de rentabilidad económica a pesar de ello más que dudosa, incurriendo en cada vez más problemas económicos... ¿Y todo para qué? Para llevar a las 127 compañías productoras de gas y petróleo más grandes del mundo a bordo de una bancarrota que no se hará esperar mucho, sobre todo ahora que la débil demanda fruto de la recesión en ciernes arrastra los precios del crudo hacia abajo. Hemos ganado unos años simplemente para ponernos en una situación peor cuando todo reviente, porque los Estados se verán obligados a intervenir y rescatar un montón de empresas estratégicas por su vinculación con la energía. Pero ahí siguen las estrategias de negación (la última consiste en decir que es Arabia Saudita la que está aumentando su producción para hundir los precios del petróleo y así acabar con el fracking americano, cuando en realidad Arabia Saudita redujo su producción en Septiembre para contener la actual sangría de precios).
No sólo las estrategias de negación de la crisis energética no han cambiado en los últimos 5 años, a pesar de los problemas cada vez más graves que nos aquejan. También se sigue acusando a los que alertamos del problemas y de que no hay soluciones sencillas de ser unos catastrofistas; quizá con mayor virulencia y violencia verbal últimamente, eso sí. Y sin embargo, si en el año 2009 hubiéramos contado que hoy íbamos a estar como estamos en este momento nos habrían tomado por locos agoreros y nos habrían denigrado por catastrofistas irredimibles. Y, en realidad, aquí estamos, a pesar de tanto brindis al Sol, a pesar de tantos anuncios hechos en este lustro (como en todos los precedentes) de que Eldorado energético ya estaba a nuestro alcance. ¿Qué han aportado, qué están aportando los que apodan la mera descripción de nuestra realidad como "catastrofismo"? Se podría decir que nada, pero no es verdad. Toda esta gente que reacciona con agresividad cuando se les habla de la crisis energética, esa gente que me escribe airada y con aire jactancioso, con un "¡Ja!" en la boca, cada vez que leen una noticia en el diario de un nuevo avance que creen definitivo pero que nunca saldrá del laboratorio o de pruebas piloto; toda esa gente que cree con la fe del carbonero en las mismas tonterías y en las nuevas tecnofantasías que hemos visto en los últimos 40 años, y que dentro de 5 años serán sustituidas por otras al tiempo iguales y nuevas; todas esas personas que siguen engañadas y ciegas a una triste y desagradable realidad, soñando en un futuro "Lleno de energía" mientras que en el mundo real el consumo de energía de España sólo cae... todas esas personas en suma, sin pretenderlo obviamente, están haciendo un daño terrible y están poniendo en peligro nuestro futuro. Puesto que el tiempo de tomar decisiones, de manera adulta, valorando correctamente la situación, tanto si nos gusta como si no, es ahora. Los verdaderos catastrofistas no somos los que denunciamos un sistema destructivo que se está desintegrando y está haciendo sufrir a tanta gente, no. Los verdaderos catastrofistas son aquellos que niegan a mirar la realidad a la cara; los verdaderos catastrofistas son los que rechazan que pueda haber un cambio y prefieren seguir en esta desgracia y profundizar en ella; los verdaderos catastrofistas son aquellos a los que les cuesta menos imaginarse el fin del mundo que el fin del capitalismo, y que de hecho creen que ambas cosas son equivalentes cuando en realidad no es así, cuando en realidad puede haber un futuro brillante para la Humanidad si decide dejar de ser adolescente (intentando el imposible de crecer sin límites en un planeta finito) y asume una serena madurez. Acusan a los que hablamos como adultos de ser catastrofistas cuando son ellos los que nos arrastran a una catástrofe perfectamente evitable, simplemente porque no quieren imaginar otra posibilidad, y encima se ensueñan con ella.
También hace ahora 5 años desde que la misión europea SMOS despegaba desde una base rusa; era el primer satélite capaz de medir la salinidad superficial del océano desde el espacio. Este lanzamiento supuso un gran cambio en mi vida, pues mi actividad profesional se ha ido alineando progresivamente con la gestión de nuestra actividad en la misión, y en la actualidad consume una buena parte de mi jornada laboral. Una nueva realidad, la de la gestión de un grupo de investigación, que me lleva a tener que viajar continuamente, cumpliendo compromisos y buscando dinero para mantener en marcha mi equipo, un grupo de gente muy capaz y competente (y, por encima de todo, buenas personas) que tiene la desgracia de padecer a un jefe esquizofrénico que durante el día mantiene una intensa actividad bautomática mientras por la noche y en las horas muertas de los aeropuertos escribe sobre el fin de la sociedad industrial en este blog.
En estos 5 años mi vida personal también ha cambiado mucho. Entonces tenía una hija, ahora también un hijo. Durante este lustro perdido pelo y vista pero no mucho peso, sólo un poco cuando estuve a punto de perder la vida hace tan sólo seis meses. También ese terrible evento ha cambiado mi vida. Ya no me quedo escribiendo de madrugada, ya no pico entre horas para mantenerme despierto e intento hacer una vida más sana, sólo una pizca, sólo una miaja. Con mayor frecuencia me da por pensar en qué será de mi familia cuando yo no esté; a veces atisbo que a la larga solo puedo meterme en problemas (como las amenazas de muerte de un loco que tuve que soportar hace algo más de un año, y como las cosas que sin duda están por venir en estos tiempos turbulentos que ya se adivinan) y que no merece la pena continuar para lo poco o nada que vamos a conseguir. Pero todavía, me digo, sigo estando vivo.
¿Qué pasará en los próximos 5 años? No lo sé. Difícil es de saber. Muchas de las estrategias de huida hacia adelante que se han emprendido en los últimos años parecen estar llegando a su fin, sin haber mejorado la situación global y en muchos casos habiéndola empeorado, habiendo creado más estrés en el sistema y haciendo más probable una caída precipitada y desordenada. Hace 5 años creía que estaremos peor de lo que en realidad estamos. Hoy creo que dentro de 5 años estaremos en una situación francamente nefasta; ojalá me equivoque. En realidad, allá a donde lleguemos depende completamente de nosoros. Siempre ha dependido de nosotros.