En 1980 la inflación era alta, quizás era una moda, y las tasas estaban en el 20%, el mercado de equity no arrancaba y hacer política monetaria era principalmente mover la tasa. También por esos años se hablaba de una idea muy innovadora por aquel entonces que suponía que el BC tenga un rango de piso, techo y punto medio (piso de 1%, techo de 3%, inflación objetivo 2%) sobre la inflación para trabajar la política monetaria. (El mismo B. Bernanke escrbió mucho a favor de este sistema en un libro increíble).
En 1990 Nueva Zelanda se convirtió en el primer país de adoptar el regimen de inflation targeting y luego lo siguió Canadá (ambos revisan las bandas cada 5 años). Incluso ambos pusieron como regla que si el BC no cumple con su meta el chairman es despedido automáticamente y debe pagar una multa. El sistema funcionó muy bien en época de bonanza y funciona ok en época de recesión.
Los beneficios son claros: mayor estabilidad en los precios permite al consumidor y a los empresarios y emprendedores proyectar mejor sus futuro poder de compra en sus ahorros e ingresos. Las tasas reales y nominales también bajan para todas las maturities. Como resultado, una inflación baja, estable y predecible motiva a un mayor crecimiento económico y a un mercado laboral más dinámico, con mejor y más cantidad de empleos. En tanto a la política monetaria le permitió navegar la crisis con un ancla clara y sencilla de explicar.
Desde los 90 a 2008 este régimen de inflación objetivo en todos los países anduvo, la situación se pone más gris por la nueva política monetaria que inauguró Bernanke y siguieron los otros bancos centrales.
Lo que sabemos de la experiencia –Argentina- es que una inflación alta y variable trae muchos costos asociados. Borra poder de compra, crea incertidumbre, mal humor, distorsiona precios relativos, pospone decisiones de inversión y causa redistribuciones arbitrarias de riqueza entre ahorristas y prestadores (los primeros se vuelven más pobres, los segundos bajan el nivel de sus deudas). Bajo esta premisa todos quisiéramos tener rangos de inflación bajos para evitar estas distorsiones pero al mismo tiempo hay riesgos asociados a esto: el más claro tiene que ver con bajar las tasas a un nivel que después sea difícil de subir (en inglés se llama zero lower bound); que los trabajadores no suelen querer bajar su salario si la inflación baja; que la agencia de recaudación fiscal recauda menos o tiene menos gente en el zoológico. Cuanto más baja sea la inflación, más bajas van a ser las tasas nominales.
Así entonces, cualquier nueva crisis puede llevarnos a que las tasas estén en este rango-muy bajo- de tasas que luego sea difícil de subir, impidiendo al BC jugar con política monetaria clásica (suba de tasas). Hoy día tenemos este problema: inflaciones muy bajas, commodities a la baja, y tasas nominales en el subsuelo.
Desde hace unos años además de que los datos de inflación están lejos de los esperados el crecimiento también está reprimido y nadie sabe cuándo ni cómo van a aparecer las consecuencias de los QE, por lo tanto me pregunto:
Por Javier Frachi
Maestría en Finanzas – UTDT