Tenía la intención de dedicar al siguiente post a la puesta al día de "El ocaso del petróleo", pero debido a un largo viaje y muchos compromisos no me ha sido posible terminar en tiempo razonable ese análisis (que espero que sea el siguiente post). Adicionalmente, dados los eventos actuales he creído oportuno hacer este breve post, resumiendo algunas ideas muchas veces repetidas en este blog pero que, por lo que parece, no son capaces de penetrar el muro de silencio (paradójicamente, construido con ruido) que imponen los medios de comunicación de masas sobre dos hechos claves en nuestro futuro inmediato: la escasez de petróleo y la desestabilización climática.
Hablo de muro de silencio, y sin embargo los dos temas ocupan bastantes páginas de los diarios e incluso de los noticieros televisivos estos días. Sin embargo, tal despliegue mediático, tal repetición de discusiones y reportajes focalizados sobre estos temas, que presuntamente muestran una pluralidad de puntos de vista, ocultan en realidad los planteamientos más sólidos y que dan la explicación más directa y evidente sobre lo que está pasando.
Veamos primero la cuestión del petróleo. Unos medios y otros explican que la bajada de los precios del petróleo de las últimas semanas son debidas a un exceso de producción, que el mercado está inundado de petróleo y que en realidad lo que está pasando aquí es una guerra comercial entre unos y otros productores, que pretenden hacerse con un trozo mayor de la tarta. En lo que nadie se pone de acuerdo es quién está provocando esa producción excesiva. De acuerdo con algunos reputados analistas, la culpa es de Arabia Saudita, que respondiendo a las solicitudes hechas por los EE.UU. está aumentando su producción (ya que se asume que Arabia Saudita puede aumentar su producción de petróleo tanto como le dé la gana) para castigar a la díscola Rusia y hacerle pagar sus veleidades imperiales, en un movimiento similar al que - según reza el manual de estos expertos - llevó en 1991 a la caída de la Unión Soviética. Según otros analistas tanto o más reputados que los anteriores, lo que sucede aquí es que en realidad Arabia Saudita, molesta con la presunta independencia energética de los EE.UU., ha decidido hundir las explotaciones vía fracking del shale americano, que necesitan un precio por barril superior a 60-80$ para ser rentables. Por último, rizando el rizo, hay un tercer grupo de analistas tambien reputadísimos que nos dicen que en realidad es la propia bonanza del petróleo de fracking americano, cuya producción no cesa de aumentar, la que está causando la actual caída del precio del petróleo; no con la intención de castigar a los otros países sino con la de favorecer a su propia industria, pero obviamente hay víctimas colaterales. Pero independientemente de a qué grupo de analistas pertenezcan, la opinión casi unánime es que la bajada de precios del petróleo ha llegado para quedarse y que va a ser positiva para las economías de los países importadores y particularmente para las de los Occidentales, en tanto que puede poner en aprietos a países como Irán, Venezuela o Nigeria, que tendrán que aprender a vivir en un mundo con un mercado "más competitivo".
No es que las teorías propuestas no tengan ninguna base. El rublo y la bolsa rusa se están desplomando como consecuencia de la bajada de los precios del petróleo. En los EE.UU. la explotación del fracking se está frenando. Por otro lado, también es cierto que muchos productores de la OPEP sufren con los actuales precios del petróleo. Lo que es radicalmente erróneo de todas las teorías propuestas es que se basan en la ilusión del control: todas ellas se basan en que hay alguien manipulando el precio por su interés, aunque resulta que no hay ningún ganador claro en ese juego. Las mayores empresas del sector están hiperendeudadas, y la bajada de precios las puede hacer quebrar; y muchos países productores necesitan precios altos para poder equilibrar sus balanzas fiscales.
En realidad lo que pasa es algo muy simple, y que hemos explicado en este blog desde sus comienzos: el petróleo no es una materia prima más. El petróleo es la principal fuente de energía del mundo y la más versátil, difícil de substituir en muchos usos; y la energía no es una mercancía más, puesto que la energía es la precursora de la actividad económica y no al revés. La escasez manifiesta del petróleo (como reconoce de forma cada vez más elocuente aunque a regañadientes la propia Agencia Internacional de la Energía) genera una espiral de inflación-destrucción de la demanda-deflación-destrucción de la producción y vuelta a empezar, que va a causar que cada vez haya menos producción de petróleo disponible aunque potencialmente se pudiera producir más; como repite incansable Gail Tverberg no es una cuestión de que haya o no petróleo, sino de que nos podamos permitir pagarlo. Y es que la escasez de petróleo asequible no genera precios altos, sino volatilidad: subidas y bajadas repentinas de su precio. También desde los principios de este blog explicábamos que lo que cabe esperar para la evolución del precio del petróleo es algo así:
El modelo banal que usaba entonces para discutir la evolución ulterior del precio del petróleo ha resultado compartir muchas características de lo que ha ido pasando en los años posteriores; y sin embargo hoy en día se escuchan muchas voces diciendo que eso del peak oil es una tontería justamente porque está cayendo el precio del petróleo, cuando justamente la volatilidad salvaje era lo esperable al llegar el peak oil. Como explicábamos con mucho detalle en el post "La espiral", la actual caída del precio del petróleo es, sobre todo, fruto de la caída de la demanda y no de un gran aumento de la oferta. Aquellos analistas que están señalando a Arabia Saudita como la culpable de la actual caída de precios que empezó el pasado mes de Septiembre deberían de saber que en realidad ese país disminuyó su producción en Septiembre y volvió a disminuirla (como hizo el conjunto de la OPEP) en Octubre. Que en la reunión de hace unos días la OPEP haya anunciado que no recorta las cuotas de producción no significa, como malinterpreta la mayoría de los analistas, que quieren que el precio baje aún más, puesto que las cuotas fijan un máximo, no un mínimo: cualquier país de la OPEP puede producir por debajo de cuota si así lo desea y en realidad es lo que están haciendo. El mensaje que envía la OPEP con ese mantenimiento de cuotas es que no quieren ser ellos los que asuman en solitario el esfuerzo de estabilizar los precios. Y aún así, lo están intentando en parte, produciendo por debajo de cuota, lo que les lleva a sufrir puesto que sus ingresos caen por debajo de sus gastos y algún país podría reventar en el proceso, lo que dispararía de nuevo el precio del petróleo y agravaría la recesión global en curso, que es la causa real de la caída de la demanda y por ende de la bajada del precio.
En realidad, la producción de petróleo se ha vuelto enormemente inelástica y variaciones en la demanda relativamente pequeñas provocan variaciones enormes del precio, como explica Euan Mearns en este post:
El efecto del peak oil sobre los precios es exactamente ese: oscilaciones salvajes como reacción a movimientos relativamente pequeños. La contracción económica global que según parece está comenzando explica esa pequeña caída de la demanda que está provocando esa gran caída del precio. En realidad todo se entiende mucho mejor si en vez de mirar al precio va uno y mira a la producción, como ya explicamos. La realidad es que incluso contando todos los hidrocarburos líquidos que más o menos asimilamos a petróleo la producción total no aumenta desde hace meses.
Y sin embargo cuando más evidente es que algo grave está pasando, más porfían los analistas en decir que es un determinado país el que está manipulando el mercado, e incluso llegan a decir que se tiene que intervenir contra él.
El otro grave hecho que se está manifestando con más fuerza estos días es el de la desestabilización climática. Nevadas inusualmente copiosas en el Norte de los EE.UU., inundaciones inauditas en Israel y Gaza, y en este preciso momento un gran temporal de viento y lluvia está comenzando a azotar España. Algunos boletines meteorológicos locales hablan de un gran temporal de levante, cosa que era bastante habitual en la costa mediterránea española a finales del verano pero no en el último tercio del otoño en el que nos encontramos. El contexto general de las informaciones meteorológicas, a pesar de la proliferación de alteraciones climáticas profundas en este país (como las ciclogénesis explosivas que afectaron la cornisa cantábrica el último invierno o el anómalo verano que hemos vivido en el tercio norte de la península ibérica), es de intentar hacer encajar estas anormalidades en el contexto de la predicción meteorológica estándar, lo cual es cada vez más aberrante y más incomprensible. En realidad, como explica Robbert Scribbler se están produciendo cambios muy profundos en la corriente de chorro polar (sí, esa misma que mencionábamos en el post más destacado de este blog, "Un año sin verano"), tan profundos que ahora ya no gira en torno al Polor Norte sino, empequeñecida, alrededor de Groenlandia. Y la actual tempestad en España es consecuencia de uno de los bucles que nos envía el mínimo groenlandés, como se ve en el siguiente mapa de vientos sacado del post de Scribbler:
Cada vez es más flagrante que los cambios de nuestro clima se están acelerando, cada vez pasan más cosas inusuales y de mayor intensidad y gravedad, y sin embargo la actitud mayoritaria de las agencies estatales de predicción meteorológica es la de informar como si lo que pasase es un tiempo un poco extraño pero dentro de la variabilidad natural y esperable, y para nada vinculable al cambio climático. Se trata, sobre todo, de transmitir una imagen de tranquilidad y de que no hay de qué preocuparse, de que todo está bajo control...
Pero es que en realidad nada está bajo control, y ése es el problema real. Es muy duro saber que se vive en un mundo que nadie controla, sobre todo cuando uno es consciente de que nuestra indolencia de las pasadas décadas han hecho que nuestra economía y nuestro mismo hábitat se comporten ahora de una manera caótica y desordenada, anticipando muchos problemas en el futuro. En el caso de los recursos, es enorme la tentación de construir una fantasía tranquilizadora, en la cual hay un villano sacado de una película que está complicando las cosas y al que hay que derrotar para que todo vuelva a su estado normal. El problema de este discurso causal, de esa ilusión de que en realidad todo está bajo control (aunque sea el control de las manos equivocadas), es que en el corto plazo proporciona la esperanza de que las cosas se van a arreglar (el villano va a entrar en razón y cederá a las presiones razonables de "los nuestros"), pero si los problemas asociados con el estado de las cosas no disminuyen al final se acaba produciendo un "efecto boomerang" y la población e incluso las élites acaban reclamando una actuación decidida contra el villano como forma de arreglar el problema de una vez por todas (vean, por ejemplo, lo que refería Ugo Bardi con motivo de una reciente comparecencia suya delante del Parlamento Europeo). Básicamente, acaba habiendo una turba que exige linchar al malvado al que le echan la culpa de todos sus males, cuando realmente el pobre diablo tiene sus propios problemas y lo que está pasando no es culpa suya. Y la situación es bastante más grave si ese espurio villano al que queremos linchar es en realidad un país con armamento nuclear como Rusia.
La situación no es mucho mejor respecto a la desestabilización climática. Aquí no se trata de aplastar a un enemigo, sino de pretender que no hay ningún problema, mientras la situación es cada vez más preocupante e incluso algunas personas pierden la vida por no saber reaccionar delante de eventos que superan por su magnitud a lo que se esperaban. Aquí el enemigo es real (el cambio climático) pero imposible de combatir por medios convencionales y por ello se opta por ignorarlo mientras va llevándose su peaje de muertes y destrucción, el cual pasa con sordina por los medios. La ilusión del control pasa, en este caso, por dar por normal y asumible la desgracia creciente.
En ambos casos, la fe ciega en el poder omnímodo del hombre nos lleva a creer que controlamos procesos que escapan por completo a nuestro control, e incluso a nuestra comprensión simplemente porque no queremos mirarlos con objetividad. Como sociedad, somos obsesos del control, y no nos damos cuenta de la pequeñez de la Humanidad delante de los enormes procesos que hemos desatado. Solamente si por una vez fuéramos capaces de mirar a la Naturaleza de manera más sencilla y humilde, aceptando nuestras limitaciones, podríamos adoptar estrategias simples que reducirían tanto mal. Pero, obsesionados por el control del cual en realidad carecemos, seguimos ciegos caminando hacia un desenlace que podría llegar a ser fatal.
Mañana volaré de vuelta a casa; espero que las tormentas de estos días no me impidan llegar a mi hogar. Tengo ganas de regresar y poder estar de nuevo con los míos, ahora y durante los tiempos oscuros que nos aguardan.
Salu2,
AMT