Esta semana se anunció casi como “gran decisión” de parte de la Comisión de Cambios, que intervendrá en el mercado de divisas. Como sabe esta medida vigente desde ayer, consiste en subastar 200 millones de dólares diarios si el peso cae al menos 1.5 por ciento entre sesiones. La decisión aunque con matices, fue aplaudida por senadores del PRD, PAN y PRI como Miguel Barbosa, Ernesto Cordero y José Yunes. Pese a los discursos y los buenos deseos, lo cierto es que este consenso apresurado se debe a la creencia lopezportillista de que hay que defender al peso. Esto, es síntoma de una enfermedad económica que, debemos reconocer, no es exclusiva de México: el intervencionismo estatal.
Este verdadero cáncer económico, y no el capitalismo de mercado libre –que no hemos tenido en el país, es responsable de que por más políticas que se intentan sexenio tras sexenio, nada funcione para sacarnos del atraso. De seguir así, México seguirá condenado.
Peor aún es que la medida de meter “mano negra” al tipo de cambio se presenta en un contexto político en el que las decisiones de gobierno se están tomando dando palos de ciego.
Por ejemplo, hace unos meses el secretario de Hacienda, Luis Videgaray, se había comprometido a no hacer más ajustes a los impuestos durante el sexenio. Lo que creyó sería visto como un signo de certeza, fue motivo de preocupación para los empresarios: sin cambios, quiere decir que tampoco van a bajar. Pero hace unos días, Videgaray dijo que no están cerrados a bajar la carga impositiva en 2016 si es que “las condiciones lo permiten”. Para ser claros, con el rumbo que lleva el país, es muy poco probable que esta situación se presente. Otra pésima señal para los inversionistas.
Una muestra más son las tres Zonas Económicas Especiales que el presidente quiere establecer en el Sur del país. En este espacio explicamos ya los motivos por los cuales esta ocurrencia sacada de la manga puede terminar convirtiendo esas zonas en auténticos elefantes blancos, que no compensarían los costos en que incurriríamos para crearlas.
Nuestros funcionarios deberían ser más cuidadosos a la hora de hacer declaraciones, pues evidencian que son vacilantes.
De vuelta al tema cambiario, conviene recordar que apenas el 1 de diciembre pasado, Videgaray decía que el mercado funcionaba “con liquidez y orden”, por lo que no veía necesidad de llevar a cabo una intervención. Una semana después –y tras apenas una depreciación de apenas 3 por ciento, la Comisión de Cambios hizo su anuncio. Pero no se vale que haya libertad en el mercado de divisas solo cuando el peso se aprecia y se argumenta que es gracias a los “sólidos fundamentos de la economía mexicana”. Bajo esa lógica oficial, la devaluación del peso sería ahora un signo de desconfianza, pero no, ahora culpan a la “volatilidad” en los mercados financieros. La realidad es que solo esto último es cierto, pues la impresión masiva de billetes que están haciendo los mayores bancos centrales del orbe ha provocado una liquidez que está inflando burbujas financieras por doquier. Así que mentían al atribuir el súper peso a nuestra solidez económica.
Más que intentar moderar la devaluación de nuestra moneda, Hacienda debería de dejar de influir en el mercado. La cura para un dólar caro, es un dólar caro. Si los participantes consideran que el peso está subvaluado, comenzarán a vender sus billetes verdes y comprar pesos, y el tipo de cambio bajaría. Oferta y demanda en plena operación. Manipular el mercado de divisas es tergiversar el mensaje que este debe mandar a los inversores. Agustín Carstens, gobernador del Banco de México, dice que el peso podría fortalecerse en 2015. Puede ser. Pero eso lo debe decidir el mercado en libertad.
El problema de tener un Estado intervencionista, es que el gobierno y el banco central quieren asumir la responsabilidad de la conducción económica y ello, solo puede terminar en desastre. Sus manipulaciones no hacen ningún bien, pero sí en cambio mucho mal. No son inocuas. La responsabilidad del nivel “adecuado” de tipo de cambio no debe ser asumida por la decisión política de un grupo de notables. Dejen que los mercados trabajen. Después de todo, ellos siempre se imponen por la buena o por la mala. No hay que meterse con fuerzas tan poderosas. Tal acción, nunca queda sin castigo y México, lo sabe de sobra.