España no vive, desde luego, su mejor momento: atravesamos una de las crisis económicas más duras de los últimos cien años y nuestros políticos, lejos de facilitar su rápida superación, han colocado todos los palos posibles a la rueda de la recuperación. En este contexto ciertamente dramático para muchas personas, los discursos amarillistas y populistas como los de la organización progubernamental Intermon Oxfam tienen un terreno plenamente abonado para triunfar: sus informes nos trasmite la acaso verosímil imagen de un mundo crecientemente pauperizado y aplastado por élite de 70 millones de personas (el 1% mundial). Nunca hemos estado peor que ahora, se nos dice.
Pero no: lo cierto es que jamás hemos estado mejor que ahora. No en todas y cada una de las partes del mundo, claro: España sigue en muchos sentidos peor que hace, por ejemplo, quince años. Mas en términos globales el mundo está mejor que nunca, especialmente para los más desfavorecidos.
Primero, según el Banco Mundial, alrededor del 17% de la población del planeta se halla en situación de extrema pobreza (una renta equivalente a menos de 1,25 dólares diarios, ponderados por el distinto poder adquisitivo de cada región). Comparen esta cifra con el 36% de 1990 o el 43% de 1980. En algunos países, como China, la tasa de pobreza se ha reducido desde el 84% en 1980 al 12% en la actualidad. Se trata de unos resultados verdaderamente extraordinarios que deberían alegrarnos y esperanzarnos a todos con que la pobreza extrema pueda ser erradicada del mundo en menos de dos décadas.
Segundo, según la propia FAO, el porcentaje de población mundial desnutrida en 2014 fue del 11,3%: el porcentaje más bajo de toda la historia. Comparen tales cifras con el 15,5% de 1990 o el 21% de 1980. Siguen siendo números trágicamente elevados, pero que de nuevo colocan a nuestro alcance el acabar con la lacra del hambre en el mundo antes de 2030.
Tercero, según la Organización Mundial de la Salud, el porcentaje de población mundial con acceso a agua potable protegida de contaminación externa se ha incrementado desde el 76% al 89% en dos décadas. Asimismo, el porcentaje con acceso a saneamientos mejorados para la recogida de excrementos ha pasado del 49% al 64%. Dado que durante esos años la población mundial ha aumentado en un tercio, estamos hablando de que más de 2.000 millones de personas han accedido a estas facilidades sanitarias básicas en los últimos 20 años.
Cuarto, la esperanza de vida al nacer también se halla en máximos históricos no sólo para el conjunto del planeta, sino para todas y cada una de las regiones del planeta: la media global es de 71 años frente a los 61 de 1980. En Europa hemos pasado desde 71 a 78, pero en Asia de 60 a 71 y en África de 50 a 59. Asimismo, según la Organización Mundial de la Salud, la mortalidad mundial de los niños menores a cinco años se ha reducido del 11,5% en 1980 al 4,6% en la actualidad; análogamente, la mortalidad de las madres durante el parto ha caído del 0,42% en 1980 al 0,2%.
Y quinto, la tasa de alfabetización mundial también está en máximos históricos según la UNESCO: hemos pasado de una tasa de alfabetización del 69% de la población en 1980 a una 85% en la actualidad. De hecho, según los cálculos del economista Robert Barro, la media de años de escolarización se ha incrementado desde 5,3 años en 1980 a 7,8 años en 2010: en los países desarrollados se ha pasado de 8,8 a 11 años y en los países en vías de desarrollo desde 4,3 a 7,1; es decir, los actuales ciudadanos de los países en vías de desarrollo ya han disfrutado como media de los mismos años de educación que aquellos que nacieron en Occidente en 1965… un giro revolucionario y prometedor de cara al futuro. Paralelamente, cada vez más niños están dejando de trabajar para educarse en las escuelas: entre 2000 y 2012, el número de menores de edad trabajando cayó un 30%, de modo que menos del 15% de todos los niños están hoy ocupados fuera de la escuela (de los cuales, la mitad desempeñan un trabajo que la Organización Internacional del Trabajo califica como “peligroso”).
En suma, por mal que los estemos pasando en España, no podemos obviar que nos encontramos en el mejor momento de la historia del planeta. Nunca antes ha habido tanta gente fuera de la pobreza, tan bien alimentada, tan bien instruida, con tanto acceso a servicios sanitarios básicos y con una esperanza de vida tan prolongada. Intermon Oxfam no le contará nada de todo esto porque sus arcas se nutren del catastrofismo amarillista. Por desgracia, su discurso populista y demagogo no se queda en un legítimo llamamiento a la captación de fondos, sino que articula un tramposo ataque contra el marco institucional que ha hecho posible el mayor salto en la calidad de vida de la historia de la humanidad: el libre mercado global.