Arranco el lunes con una pregunta: ¿Cuál sería el tipo de cambio de equilibrio del Peso Argentino si el cepo se libera sentando las bases para una agresiva entrada de capitales al país? A diferencia de lo que muchos están sugiriendo, la liberación del cepo no implicaría necesariamente una mega-devaluación. Si la liberación se acompañase de una serie de medidas pro-mercado, podría paradójicamente ocasionar un círculo virtuoso de apreciación cambiaria. En un contexto internacional de tasas colapsadas y exceso histórico de liquidez en USA, Japón y Europa, con una Argentina que rinde sobre 8%, si de golpe le damos al mundo una razón para comprar masivamente activos reales argentinos: ¿qué tal entonces si al liberar el cepo nos bañan de dólares?, ¿qué tal si al eliminarlo con shock de expectativas y cambios estructurales simultáneos e inmediatos, el Peso en vez de irse a 20 colapsa a 10? Ojo, no es que me fumé una pipa y estoy elucubrando, no subestimemos a un mundo ansioso de encontrar la próxima perla de emergentes y reciclar la montaña de dólares que está dando vueltas por el mundo rindiendo nada. Una cosa es la liberación del cepo sin generar confianza a la entrada de capitales y otra muy distinta es la eliminación del mismo en un contexto de entrada masiva de dólares producto de un shock positivo de expectativas: dos mundos diametralmente opuestos ante un mismo evento con niveles de tipo de cambio de equilibrio totalmente distintos.
Estamos ya imaginándonos un nuevo ciclo político y económico y eso en sí mismo es una excelente noticia para activos argentinos que vienen con una muy pesada mochila, toda democracia no importa en qué lugar estemos, necesita reoxigenarse, la oxigenación es en sí misma una necesidad democrática. En este contexto, el dilema parecería quedar claro para el próximo Presidente: ¿Cirugía general de entrada para cicatrizar después o sopa fría, pan duro y sanata para los próximos cuatro años?
Opción I: Implementar un plan de cambio global, agresivo y simultáneo en los primeros 100 días de gobierno poniendo como prioridad absoluta la eliminación del cepo cambiario sustentado en la recreación de expectativas positivas.Opción II:Hacer la plancha, no asumir ningún costo y dejar que la coyuntura económica actual licúe su capital político reduciéndolo a la nada misma. El desempleo y la inflación son poderosos licuadores de votos.
El próximo Presidente tendrá sólo dos alternativas. Primera y correcta, olvidarse del modelo actual, barajar totalmente de nuevo y shockear muy rápido a la economía argentina con una serie de medidas simultáneas que nos saquen del estado actual de estancamiento económico y nos lleven a un sendero diametralmente opuesto. Segunda y errónea, desactivar en cámara lenta algunas de las restricciones económicas que enfrenta el país representadas por inflación, recesión, un costoso acceso a mercados financieros internacionales y por sobre todo el cepo cambiario, que amordazó a la economía argentina desde su creación. Poco conocemos del plan eventual que el próximo gobierno decida ejecutar, queda claro que la estrategia de todos por el momento al menos, es no decir nada ante la eventual pérdida de votos que un sincericidio pudiese ocasionar.
El próximo Presidente debería estar haciéndose las siguientes cuatro preguntas y la ciudadanía argentina debería estar pensando al respecto: ¿Cómo y cuándo salimos del default?, ¿Cómo liberamos el cepo cambiario?, ¿Cuál será la forma de la curva de yields en la próxima gestión? ¿Cómo redefinimos nuestra política fiscal y monetaria?
Hacer la plancha y sobrevivir políticamente por cuatro años es imposible dado el estado actual de la economía argentina. Se necesitan ajustes inmediatos en varios frentes: cambiario, fiscal, monetario, endeudamiento. Sería muy relevante que la ciudadanía argentina comprendiese qué impactos tendría para el país por ejemplo, aplanar la parte larga de la curva soberana de yields con un shock de confianza basado entre otras cosas en apertura de la economía y disciplina fiscal y monetaria. Me gustaría escuchar de cada presidenciable su plan respecto a dónde llevarla en los próximos tres años, lo que seguramente tendría un claro impacto en la inversión privada. Queda claro que la tendencia alcista de activos argentinos está intacta, el mundo está ansioso de confiar nuevamente en Argentina y no lo hacen “por buenos” sino porque la razón es obvia: en un mundo en donde sea hace difícil encontrar algo aceptable que rinda 3%, la curva de renta fija argentina ronda el 8% y el équity promete retornos muy superiores: una uva caída del cielo que nadie quiere perderse, dadas ciertas condiciones básicas.
Si se optase erróneamente por gradualismo, tendríamos una Argentina que a partir del 2016 comenzaría a desarmar en cámara lenta las distintas distorsiones que enfrentamos a nivel económico. Sin embargo, los argentinos no reaccionan en cámara lenta ante los diversos desafíos que nos presenta la situación actual: hay mucha expectativa por lo que viene aun cuando casi por definición no sepamos qué viene. El gradualismo dejaría al próximo gobierno atrapado en la coyuntura actual, aspectos que lentamente irían erosionando el romance eventual que tenga la ciudadanía en los primeros seis meses de gestión sabiendo que los argentinos tenemos la clara costumbre de “desamorarnos muy rápido”. No pegar nunca un golpe de knock-out y salir bien en todas las fotos, probablemente le ahorraría los costos políticos iniciales pero a la larga lo terminarían haciendo sucumbir ante una realidad que, sin cambios estructurales, queda condenada a la erosión de capital político.
Si el próximo gobierno optase por un cambio global y simultáneo probablemente tendría que digerir un costo político inicial alto pero sentaría las bases para recolectar las bondades de un sistema económico que quede liberado del esquema de restricciones actuales. Argentina necesita reducir su déficit fiscal, implementar una política anti-inflacionaria contundente, interrelacionarse nuevamente con el mundo y mercados financieros, liberar el cepo o sea, cambios que no implican reinventar la rueda pero con amplios impactos económicos. Cambiar rápido y recolectar después, probablemente sea uno de los planes de acción a considerar por el próximo gobierno, en mi opinión el único posible, aun cuando nadie lo diga.
Bien usada esta vez, la deuda puede ser un amortiguador de los ajustes que probablemente deban implementarse en la economía argentina si lo que queremos es llegar a un equilibrio con estabilidad de precios y empleo sostenible minimizando costos sociales. Argentina podría acudir a los mercados de deuda y utilizar el endeudamiento como una herramienta temporaria que descomprima el escenario actual sentando las bases para repagarla razonablemente a mediano plazo una vez que la economía traccione. Con una reducción del déficit fiscal, el endeudamiento temporario bien puede ser el amortiguador al resto de los ajustes (y que quede bien claro, digo TEMPORARIO, no estoy insinuando endeudar por siempre y sin capacidad de repago, porque esa ya la vimos).
El 2015 es un año en donde a pesar de los problemas coyunturales del corto plazo, los argentinos comenzaron a imaginar el ciclo que se viene. La liberación del cepo es una condición indispensable para generar un rally de la economía real argentina, es posible señor próximo Presidente y no tiene otra opción que hacerlo rápido si es que quiere ser reelecto.