Estados Unidos, o mejor dicho, el verdadero poder que lo mueve desde atrás, quiere una guerra nuclear con Rusia. De eso no hay duda. Un análisis de las constantes presiones y rumbo que han tomado las decisiones de envío de tropas y preparativos de guerra de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), que se aceleraron desde la desestabilización americana de Ucrania y la defenestración del entonces presidente Víktor Yanukóvich, deja ver con claridad el rumbo trazado.
La gravedad de una decisión como esa –que nos podría llevar a la Tercera Guerra Mundial–, sólo puede tener como trasfondo algo aún más grave: el saber que el colapso de su hegemonía y del reinado del dólar, es inevitable. El desastre que ello les generará en los años por venir es de tal magnitud, que son bien sabidos los preparativos que han hecho desde el mismo 11 de septiembre de 2001, para despojar cada vez más a los ciudadanos de sus libertades individuales. Pretenden atarlos.
Cuando los soberbios políticos entran en desesperación, apuntan a los que consideran responsables de su desgracia. Nunca son ellos mismos o el sistema que los encumbró, sino los periodistas, los extranjeros, un gobierno enemigo, “el mercado”, etc., con tal de distraer la atención del público y descargar las culpas propias en espaldas ajenas.
Lo peor es que Washington, haciendo de titiritero, sigue moviendo a placer a los gobernantes europeos. Aprovechando las distancias geográficas, lo que los americanos quieren es una guerra en el campo de batalla europeo –de preferencia con un ejército común de naciones–, lejos de casa, y pelear a la distancia con misiles balísticos intercontinentales (ICBMs, por sus siglas en inglés). Quizá aún estén algunos generales confiados en su supuesta “superioridad” sobre las fuerzas armadas rusas. Mal hecho.
Aquí hemos dado cuenta de que la supremacía militar americana es un mito. Las Fuerzas Nucleares Estratégicas de Rusia son ahora más avanzadas que las estadounidenses, la superioridad en tanques es abrumadora sobre Europa, sus submarinos se “pasean” con libertad en aguas británicas y por si fuese poco, sus armas electrónicas son tan sofisticadas que ya habrían hecho estragos sobre al menos un destructor, un portaaviones y un submarino americanos. El Pentágono, por supuesto, jamás lo admitirá.
Europa está cometiendo un gravísimo e histórico error haciéndole el juego a Washington y los hilos que la mueven. Pretenden acorralar a Rusia y dejarla “sola”, pero eso la ha arrojado a los brazos de una gustosa China, que le ha dado la bienvenida. La ahora máxima economía global –medida por capacidad de poder de compra, tiene sus propios planes de dominación y encumbramiento de su divisa, el yuan (RMB o renminbi), que la han llevado a seguir devorando de forma descomunal el oro mundial, a asociarse con los rusos en el terreno energético y a conformar el desafiante Banco de Inversión en Infraestructura Asiática (AIIB, por sus siglas en inglés).
En este contexto, Pepe Escobar de Asia Times, ha revelado que según una fuente diplomática de alto nivel, la canciller alemana, Ángela Merkel, se ha aproximado a Beijing para tratar de “interrumpir su asociación estratégica de múltiples frentes con Rusia.” El tema aquí es que los chinos tienen su proyecto de una nueva “Ruta de la Seda” euroasiática que implica lazos forzosos con ambas potencias, Alemania y Rusia. De manera que nada garantiza que el gobierno chino vaya a ceder a este cabildeo orquestado desde América. Escobar dice que en la capital estadounidense no pueden tolerar una cercana relación Alemania-Rusia, “porque amenaza directamente su hegemonía en el Imperio del Caos.” No hay duda.
El analista dice que a su reciente retorno de Moscú, en el Servicio de Seguridad Federal y la inteligencia militar acusan recibo de las crecientes provocaciones de Estados Unidos y la OTAN. Consideran una amenaza a la existencia de la Federación Rusa el intento de aquellos de bloquear el desarrollo comercial euroasiático, la destrucción de su perímetro de defensa y la preparación de un conflicto armado.
Pero Escobar también subraya la superioridad del armamento ruso. Comenta que sería una pésima idea para el bloque occidental, por no decir un suicidio, iniciar una guerra. Agrega que los rusos cuentan con los avanzados misiles S-500 que están terminando de preparar. Los S-500 son “proyectiles antimisiles y antiaéreos que pueden interceptar cualquier misil balístico intercontinental, misiles o aviones de crucero existente. Viajan a 15,480 millas por hora (casi 25 mil Km/hr.); alcanzan una altitud de 115 millas (185 km.); viajan horizontalmente 2,174 millas (3,500 km.); y puede interceptar hasta diez misiles entrantes. Simplemente no pueden ser detenidos por ningún sistema antimisiles estadounidense”, advierte el autor. Moscú ha dicho que el sistema entrará en operación en 2017, pero es un hecho que una vez en funcionamiento, su espacio aéreo estará sellado. Las defensas convencionales de la OTAN son “un chiste”.
Como ve, cada vez son más las voces de alerta respecto a las debilidades militares de los aliados que no deben pasarse por alto. ¿Por qué entonces las manos que mecen la cuna se empeñan en ir a una guerra que podría escalar al terreno nuclear? La respuesta sólo puede ser que desean pelear por pelear. No sería la primera vez. Y es que el que esta guerra significara una derrota para la OTAN, no quiere decir que no habría manos que se atascarían los bolsillos de dinero con la conflagración, que sería para ese poder oculto, un negocio extraordinario.
No es casual entonces que en todos los medios occidentales la cantinela de “los rusos son los malos”, los espías, los mafiosos, los hackers, etc. no deje de repetirse. Pero justo por ello, por ser la guerra lo que quieren para su conveniencia y no para la de la mayoría de la humanidad, debemos resistirnos y exigir la paz. Hasta ahora Rusia se ha limitado a la autodefensa, pero que nadie espere que un oso herido tolerará para siempre el ser golpeado. Responderá tarde o temprano y quizá sólo esté ajustando los últimos detalles.
El único camino posible para la paz pasa por el levantamiento de las sanciones contra Rusia, y la apertura e integración de los mercados euroasiáticos como lo han planteado desde Moscú y Beijing. En Washington no deberían empeñarse en tratar de detenerlo, ya es demasiado tarde, como lo es también para evitar el fin del dólar como divisa global de reserva. Más ganaría el mundo entero en cooperación y progreso por la vía de la apertura comercial plena. Ese, es el camino al que Estados Unidos debe volver si aspira a seguir siendo una potencia después de su debacle económica y/o militar. Lo contrario sólo lo dirigirá a guerra, miseria y muerte.