En la entrega anterior adelantamos que publicaríamos el estado de escasez o abundancia de oro físico en el mercado. Esto es muy relevante porque, al ser la materia prima con más existencias con respecto a su producción anual –gracias al valor que las personas le atribuyen, dicha escasez cuando se presenta es una absoluta anomalía. ¿Cómo y por qué ocurre? La única explicación posible es que sus tenedores se resisten a venderlo, a menos que se le pague un premio. Esto dispara la cotización “spot” (al contado) por encima de la del contrato de futuros activo, es decir, ocurre lo que se conoce como “backwardation”. Lo anterior debido a que en lugar de tener una curva ascendente de precios futuros, ésta se invierte y parece ir hacia atrás.
Pues bien, de acuerdo con la información más reciente, la escasez de oro continúa y de hecho, es la más alta que se haya tenido cuando menos desde 2011 a estas alturas del año (ver gráfico de abajo a la derecha).
El nivel de backwardation se mide por medio de dos indicadores, la Base y la Cobase del oro, exclusivos de la Nueva Escuela Austríaca de Economía (NASOE por sus siglas en inglés) fundada por el Prof. Antal Fékete. En este sentido, la cobase –en línea roja- para el contrato de junio (contrato activo) ha venido avanzando rápidamente, tanto, que la backwardation (cuando la cobase entra a terreno positivo) se ha acentuado desde principios de abril (gráficos cortesía de Sandeep Jaitly de Feketeresearch.com).
Lo que esto significa es que los inversores avezados de manos fuertes están deshaciéndose de sus divisas fíat para comprar con urgencia tanto metal como pueden, incluso prefiriendo pagar un precio más elevado por llevárselo a casa al contado, que comprar un futuro más barato para tenerlo después. La novedad es que ello se presentó a pesar de que en abril, el precio del oro no se ha desplomado como para ofrecer precios de ganga, sino que ha oscilado alrededor de 1,200 dólares la onza troy.
Por otra parte, estas señales de que algo grande se aproxima se pueden observar también en los inusuales movimientos de los inventarios de oro del Comex (Commodity Exchange). Desde principios de mes, el llamado “oro registrado” (registered gold), es decir, aquél que tiene un dueño definido que puede llevárselo en el momento que decida, ha caído de 659,032 a solo 603,795 onzas (oz). La “plata registrada” también cayó de 70,292 a 62,636 oz. Esta última es la más acelerada desde finales de 2013. Dicho de otro modo, sus propietarios los están sacando.
De acuerdo con el “indicador de estrés” que publica también Sandeep Jaitly, miembro destacado de la NASOE, éste también se ha incrementado, sobre todo, en el caso de la plata. Para ésta, la medición de “estrés” más que se duplicó a partir de marzo. Lo que nos dice ese dato es que ante los retiros que se hacen del metal precioso registrado de las bóvedas del Comex, y las bajas existencias que hay en consecuencia, se tiene que recurrir a traer barras desde fuera para tratar reponerlas, al menos en parte.
En suma, existe un grupo de inversores que se está llevando el oro y la plata hacia un destino desconocido, pero al cual consideran más seguro que las bóvedas del Comex. Como afirmamos en la entrega anterior, cada vez que los metales preciosos monetarios se esconden de la circulación es un presagio de tormenta. Esta vez, no será diferente.