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Cambio de modelo productivo: esperanzas y riesgos

por Laissez Faire Hace 9 años
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Los datos de crecimiento de la economía española están sorprendiendo a prácticamente todos los analistas (yo incluido) por su intensidad. Es verdad que, pese a ellos, la legislatura del PP habrá terminado con un incremento del PIB y una creación de empleo prácticamente nulos, pero más allá de esa infeliz circunstancia lo cierto es que el modelo productivo de España sí está comenzando a cambiar: muy lentamente y tras siete años de crisis económica, pero parece que por fin se está orientado en una buena dirección.

Empecemos comparando el valor añadido bruto generado por cada sector de la economía española en el primer trimestre de 2015 con el generado en el primer trimestre de 2008 (justo antes de pinchar la burbuja y entrar en la crisis económica). Es fácil observar en el siguiente gráfico que en agricultura, industria, construcción, información y comunicaciones y actividades financieras todavía estamos generando hoy menor valor que en 2008. Por el contrario, en comercio, transporte y hostelería, actividades inmobiliarias, actividades profesionales, administración pública y otros servicios ya estamos generando más.

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Fuente: INE

Uno puede decir que el cambio de modelo productivo se habrá completado en términos agregados cuando el valor añadido bruto generado en 2015 sea el mismo que en 2008 (mismo valor agregado, distinta composición). De ser así, apenas nos faltarían 7.500 millones de euros trimestrales (alrededor del 2,7% del PIB trimestral) para poder afirmar que los devastadores efectos de la burbuja sobre la actividad productiva han sido enmendados.

Por desgracia, la realidad no es tan satisfactoria como estas cifras sugieren. Los dos sectores económicos que más han crecido con respecto a 2008 son el de “actividades inmobiliarias” y el de “administración Pública, educación y sanidad”. El primero de estos dos sectores —actividades inmobiliarias— recoge sobre todo las imputaciones de renta inmobiliarias, esto es, no recoge un verdadero aumento de la actividad productiva, sino la simple constatación de que más gente en España tiene una vivienda en propiedad (motivo por el cual se trata de un sector nada intensivo en empleo). El segundo de estos sectores — Administración Pública, educación y sanidad— está arbitrariamente determinado por el Estado, de manera que no existe garantía alguna de que esté generando verdadero valor.

Así pues, repitamos el cálculo anterior excluyendo del PIB a estos dos sectores: en tal caso, el PIB del primer trimestre de 2015 todavía sería 18.500 millones inferior al del primer trimestre de 2008 (el equivalente al 9,5% del PIB trimestral excluyendo ambos sectores). Sin embargo, la parte positiva del asunto es que en el último año la diferencia de valor agregado se ha estrechado en 6.000 millones de euros (esto es, en el primer trimestre de 2014, el PIB privado era 24.500 millones inferior al primer trimestre de 2008), lo que supone que, a los ritmos actuales, la economía española podría completar la transformación de su modelo productivo en los próximos dos o tres años. En particular, los sectores que en los últimos doce meses han capitaneado este notable aumento de actividad han sido la industria, el comercio, trasporte y el turismo, y las actividades profesionales.

Lo anterior no significa, con todo, que en dos o tres años vayamos a recuperar el nivel de empleo de 2008, básicamente porque la reestructuración de la economía se está produciendo de la mano de aumentos importantes en la productividad media de (casi) todos los sectores económicos. En el siguiente gráfico puede observarse cómo el valor añadido bruto generado por cada trabajador a tiempo completo equivalente no sólo ya es mayor en casi todos los sectores de lo que lo era en 2008, sino, sobre todo, también que en 2014 (es decir: la creación de empleo acaecida durante el último año no ha acarreado una reducción de la productividad dado que en todos los sectores se genera un valor agregado por trabajador del que se generaba hace un año).

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Fuente: INE

 

Por consiguiente, el cambio de modelo productivo que se está gestando en España es un cambio asociado a aumentos de la productividad media del trabajo. Esto significa que, para recuperar los niveles de empleo de 2008, necesitaremos que el valor añadido bruto generado en el conjunto de la economía supere ampliamente el de 2008. Por ejemplo, entre el primer trimestre de 2014 y el primer trimestre de 2015 se han creado 460.000 empleos a tiempo completo equivalente, de modo que necesitaríamos casi siete años al ritmo actual para recuperar la ocupación de 2008. La contrapartida positiva es que, si logramos aumentan el empleo manteniendo la mayor productividad por trabajador, los salarios medios también serán notablemente superiores a los de 2008.

Los riesgos en el horizonte

Las perspectivas para la economía española no parecen ser malas: en unos 2-3 años podrían recuperarse los niveles de valor agregado bruto del año 2008 y en unos 6-7 años los niveles de empleo. Aunque tras tantos años de crisis esta perspectiva pueda parecernos esperanzadora, tengamos presente que este relativamente optimista escenario implicaría que la duración de la crisis en términos de empleo se habrá prolongado alrededor de quince años (2008-2022), un período similar al que duró la Gran Depresión estadounidense de los años 30.

No sólo eso: por desgracia, no existe garantía de que la economía española vaya a crecer sosteniblemente durante próxima década, lo que significa que la recuperación actual se halla sometido a numerosos riesgos, en gran parte interrelacionados:

Riesgo de nuevas burbujas: Si bien hasta la fecha el cambio de modelo productivo no se ha basado en una repetición del estructura económica de la burbuja (la mejora de la construcción y de las finanzas sigue siendo modesta a día de hoy), corremos el riesgo de que la actual laxitud crediticia propiciada por el Banco Central Europeo termine induciendo un nuevo ciclo de malas inversiones (esto es, inversiones de muy bajo retorno que sólo tienen sentido en un entorno de tipos artificialmente deprimidos). De hecho, la actual depreciación del euro está fomentando un auge artificial del sector exportador y del consumo interno (por sustitución de importaciones): pero cuando los estímulos terminen retirándose y el euro se reprecie, las industrias cuya competitividad dependía de la manipulación del tipo de cambio sufrirán notablemente (es decir, se contraerán).

Riesgos financieros: La economía española sigue estando extraordinariamente endeudada. A finales de 2014, el endeudamiento exterior neto se ubicaba en 990.000 millones de euros (cerca del 95% del PIB), muy cerca de su máximo histórico de 998.000 alcanzado en el segundo trimestre de 2014. Mientras España no consiga reducir muy apreciablemente este sobreendeudamiento exterior seguirá hallándose al borde de la insolvencia, en especial si se retiran los planes de estímulo monetarios y se encarece el coste de refinanciación (y si no se retiran, como hemos visto, corremos el riesgo de prolongar la gestación de nuevas burbujas en forma de sectores que se mantienen vivos de un modo insostenible).

Riesgo de insuficiente financiación agregada: Si, ante una retirada de los estímulos crediticios, la mayor parte de nuestro ahorro interno debe dirigirse a amortizar el endeudamiento exterior, no podremos seguir destinando ese ahorro a cambiar el modelo productivo (a crear nuevos sectores económicos internos que den empleo bien remunerado al conjunto de los trabajadores que lo buscan). En 2014, la tasa de ahorro nacional se ubicó en uno de los niveles más bajos de los últimos 35 años: el 19,5% del PIB. Si la depreciación anual del equipo de capital ronda el 16-17% del PIB, eso significa que apenas contamos con menos de 4 puntos del PIB para amortizar poco a poco nuestra deuda exterior (95% del PIB) y para financiar aumentos netos de la inversión. El ritmo se antoja muy lento, sobre todo si hubiese un notable encarecimiento de la refinanciación internacional (lo que impondría destinar parte del ahorro bruto a la amortización de la deuda exterior en lugar de a la reinversión interna).

Riesgos políticos: Una asequible financiación exterior no sólo depende de que se mantengan los planes de estímulo (cebando en consecuencia el riesgo de burbujas y de inadecuadas inversiones internas), sino también de que se mantenga la confianza en la capacidad de repago de España. En este sentido, la inestabilidad política o el populismo regulatorio podrían dificultar la refinanciación de nuestra deuda exterior e incluso la salida de capitales interiores, lo que volvería extremadamente complicado completar el actual proceso de desapalancamiento y de transformación de nuestra estructura productiva.

En definitiva, pese al gigantesco déficit público no solucionado, pese a las masacrantes subidas de impuestos o pese a las regulaciones encorsetadoras, el sector privado de la economía española está empezando a hacer verdaderamente los deberes, tanto en materia de desapalancamiento como en materia de transformación del modelo productivo. Nuestro problema no es que estemos mal orientados: es que necesitamos todavía mucho tiempo para corregir los desajustes y, cuanto más tardemos, mayores serán los riesgos a los que nos expondremos.


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