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Mayo de 2015: las grietas sociales

por The Oil Crash Hace 9 años
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El evento más destacado en este pasado mes de Mayo en España es la celebración de las elecciones municipales y autonómicas que tuvo lugar el día 24. Los resultados de estos comicios muestran una esperable y creciente fragmentación del panorama político. Por una parte, el gobernante Partido Popular (PP) sigue siendo, a escala española, el partido más votado, pero su retroceso es más que considerable: se podría decir que grosso modo el apoyo con el que cuenta es alrededor de la mitad de aquél con el que contó en las últimas elecciones legislativas. El segundo partido habitualmente en pugna con el PP, el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), no ha recogido el voto de castigo hacia el PP y ha retrocedido también, siguiendo un proceso iniciado hace ya años, cuando gobernaba el país: se ve que el castigo al PSOE no ha terminado todavía. A la luz de los resultados recogidos, se ve que el voto, más bien, se ha dispersado hacia otras opciones, la mayoría de las cuales de nuevo cuño y nacidas de los masivos movimientos de descontento popular que se reconocieron a sí mismos hace 4 años en la Puerta del Sol de Madrid. De repente muchas ciudades de España, y en particular las tres de mayor tamaño (Madrid, Barcelona y Valencia) podrían estar gobernadas por coaliciones integradas y a veces lideradas por ciertos líderes emergentes que repetidamente son tildados de "radicales" y "populistas" en según qué medios de comunicación. Cunde el nerviosismo. Por una parte, el PP intenta transmitir una imagen de normalidad y al tiempo anuncia cambios en el Gobierno de la nación, afirmando que ha escuchado la voz de la calle; sin embargo, hacer cambios sustanciales y efectivos es complicado, sobre todo cuando el descontento popular nace fundamentalmente por la frustración que causa esta crisis que no acabará nunca, y a la que obviamente ni el PP ni el PSOE ni ninguna otra opción política podrá poner fin por vías convencionales, pues lo que se necesita es un cambio completamente estructural. Por otro lado, las empresas de diversos sectores se muestran nerviosas porque los nuevos actores puedan poner en cuestión modelos y formas de negocio, y así se concede una atención desmedida a si la probable futura alcaldesa de Barcelona apoya que en el futuro se siga realizando una convención mundial de móviles en la Ciudad Condal (atención completamente desproporcionada si se tiene en cuenta cuál es el impacto real de ese evento concreto en la actividad económica de una ciudad que, a pesar o gracias a su primera regidora, seguirá siendo un importante polo de atracción turística en los próximos años). Más calado tiene el anuncio desde algunas formaciones con visos de tocar poder real de no negociar con bancos que se estén beneficiando de los continuos desahucios que se dan a lo largo y ancho de la geografía española, lo cual es casi decir no negociar con ningún banco; la medida, si realmente se llevara a cabo, comportaría inesperadas e interesantes derivadas en la línea de ciertas modificaciones sociales necesarias en la transición, como la relocalización y la creación de monedas locales. Y en el trasfondo, la preocupación cada vez más generalizada por el devenir de las próximas elecciones generales, a celebrarse a finales de este año, en las que el resultado más probable es que la gobernabilidad de España salte en pedazos. Pensando en el crítico sector de la energía (más allá de la electricidad, que como sabemos representa sólo el 20% de toda la energía final consumida en España pero que se usa como faro cegador para confundir a los incautos), síntoma de ese cambio de signo y creciente incertidumbre es la sobrevenida modificación de la ley de hidrocarburos de 1998, publicada en el Boletín Oficial del Estado sólo dos días antes de las elecciones, casi se podría decir que con alevosía. Y no se trata de una modificación banal: en su extenso articulado podemos encontrar una serie de sustanciales cambios fiscales dirigidos a beneficiar a la explotación del fracking en España, incluyendo la reducción de impuestos, el reparto de la recaudación con los ayuntamientos (para que sean proclives a aceptarlo) y el pago a los propietarios del suelo (cosa insólita en España). Casi se podría decir que el objetivo de la apresurada modificación fuera fomentar la burbuja del fracking. La cual, por cierto, ya está reventando: una rápida revisión del informe de Baker Hughes sobre pozos activos en los EE.UU. nos muestra que a 29 de Mayo había un 55% menos de pozos activos que en Octubre del año pasado. Y ya sabemos qué viene a continuación...

En el resto de Europa las perspectivas no son demasiado boyantes. Grecia se enfrenta, una vez más, a un ultimátum: o acepta hacer una serie adicional de impopulares reformas o no se le dará dinero para pagar su deudas... dinero que igualmente no es gratis y generará nuevas deudas, en crescendo. La docilidad con sus amos de los medios de comunicación de estos lares oculta que estas imposiciones, aparte de ser injustificadas desde el punto de vista meramente fiscal (es meramente extorsión: qué tiene que ver reducir los derechos laborales y sociales con el pago de la deuda), encima buscan encerrar a Grecia en una lógica de deuda financiada con deuda, es decir, deuda creciente en volumen y en falta de legitimidad. Mientras tanto, el país se vuelve a sumir en la recesión económica. El resto de Europa ve cómo su actividad económica ha crecido considerablemente durante el primer trimestre del año, destacándose precisamente España con un 0,9% de incremento del PIB en esos tres meses. Hito jaleado por la información oficial como muestra de que la crisis está a punto de acabar, aunque esta recuperación económica no acaba de beneficiar al trabajador común, que ve como su renta disminuye año a año al tiempo que crece su precariedad e inquietud por el futuro. ¿Es el futuro en Europa tan boyante? En realidad la relativa bonanza actual se debe en una buena parte a los precios del petróleo, que de momento se mantienen moderados, y en muchos países, al igual que en España, la mejora no acaba de llegar a la clase media (aunque en los países del norte de Europa ésta no haya visto su renta tan deteriorada como en los países del sur de Europa). Cuando la caída de la producción de petróleo americana se vuelva indisimulable, el precio del petróleo y con él los precios en general volverán a subir, y con esa subida se irán las mejores perspectivas de futuro. Y eso sin contar con el efecto demoledor que para la zona euro tendría la salida de Grecia. Así pues, no es de extrañar el crecimiento del apoyo a partidos xenófobos y euroescépticos en países como el Reino Unido, Francia o Finlandia

El colapso de la producción de petróleo que está empezando en los EE.UU. tenía que pasar forzosamente factura a ese país, y ya se está empezando a notar, con el anémico crecimiento del PIB del primer trimestre. Todo indica que se avecina un crack financiero de cierta intensidad debido al apalancamiento de la deuda asociada a los activos de fracking, pero aún tendremos que esperar unos meses para que se manifieste con plena intensidad, y algo más de tiempo para ver el alcance real de la misma. En todo caso, en el momento que se desencadene se producirá al tiempo una crisis financiera y una subida de los precios del petróleo que sólo podrá agravar la misma, con consecuencias no del todo predecibles aunque de seguro indeseables. A corto plazo, como mínimo, se observará una disminución de la inversión en las compañías petrolíferas, que es justo lo contrario de lo que la Agencia Internacional de la Energía consideraba imprescindible hace tan sólo dos años. Sin un cambio de tendencia la probabilidad de que 2015 sea finalmente el año del pico de los hidrocarburos líquidos en volumen, el peak oil en suma, se hace cada vez mayor.

Los problemas en Europa y en los EE.UU. son en realidad minucias cuando uno echa un vistazo a lo que pasa en otros lugares. El malestar social y los cambios políticos parecen juegos de niños cuando uno desplaza la vista a lugares que hace un puñado de años eran relativamente pacíficos y ahora están asolados por la guerra. En Ucrania se han reanudado los combates tras la precaria paz de las últimas semanas, mientras en Irak y Siria el Estado Islámico consolida sus posiciones y recupera la iniciativa en una guerra que tiene todos los visos de enquistarse durante años. En Yemen la situación es lamentable, como evidencia una mirada fugaz a los titulares del otrora (es decir, hace un año) bastante convencional Yemen Times; la injerencia saudí en la guerra civil yemení que venía gestándose desde hacía tiempo (como comentábamos en estas mismas páginas) ha levantado no pocas críticas, pero si uno mira el mapa de la zona se da cuenta de que Arabia Saudita está cada vez más rodeada por conflictos que acabarán por anegarla cuando ella misma llegue a su peak oil y con él sus ingresos por la venta del petróleo caigan dramáticamente, al igual que les pasó a Siria y a Yemen. La anunciada presencia del Estado Islámico en Libia ha conllevado que España se haya unido a una coalición para combatirla en ese país. Libia es un país estratégico para España y aún más para Italia: hace tan sólo 4 años Libia era uno de los cuatro principales suministradores de petróleo de España y el primero de petróleo y gas de Italia. Actualmente Libia es un estado fallido sumido en la anarquía y donde la producción de hidrocarburos no es ni el 10% de lo que era hace tan sólo cinco años. Y dentro de esta cadena de desgracias crecientes, asociadas en una buena parte a la creciente escasez mundial de petróleo crudo (más allá de la ficción contable de los hidrocarburos líquidos, que ha servido para confundir a los políticos y para que la mayoría de los analistas no entiendan qué está pasando) un país que está presentando su firme candidatura a ser el siguiente productor de petróleo importante que se sume en el caos es Nigeria. La presencia de dos grupos terroristas muy activos, el MEND y Boko Haram, es sólo el síntoma de una creciente inestabilidad social, salpimentada por numerosos atentados contra la población civil y una grave crisis energética que ya está asomando. Las enormes desigualdades sociales en un país tan poblado y con tanta violencia hacen anticipar que seguirá el camino de Siria y Yemen más pronto que tarde. Siendo cínicos, desde una perspectiva occidental completamente ensimismada en sus asuntos domésticos y el malestar relativo de su propia población, debería causar preocupación la posibilidad de que desaparezca la capacidad exportadora de petróleo del sexto productor mundial y primero de África.

Y mientras todo lo demás se va deslizando por la senda de la autodestrucción social, el monstruo del cambio climático continúa su curso imparable. El mes de Mayo de 2015 ya es, oficialmente, el más cálido de la historia en muchos lugares del mundo, incluida Australia, amplias zonas de los EE.UU. y posiblemente España, y en cuanto se acaben de hacer los cálculos pertinente seguramente quedará anotado entre los más cálidos registrados a escala global. El desquiciamiento climático del planeta nos ha traído durante este mes de Mayo una brutal ola de calor en India y lluvias torrenciales e inundaciones inauditas en Texas, mientras que la pertinaz sequía prosigue en California. Destaco estos dos estados de los EE.UU. en la esperanza de que las inclemencias climáticas, dos más en una larga serie en todo lo largo y ancho del país, mueva a la opinión pública de la gran nación americana a reflexionar sobre qué está pasando y por qué. Pero mientras los eventos climáticos cercanos nos preocupan y ocupan nuestras conversaciones (incluida la amenaza latente del año sin verano), poca gente mira al Polo Norte. Si lo hicieran comprobarían que la extensión de la banquisa polar es este año menor de lo que lo fue en el peor año hasta la fecha, 2012, lo que es un mal presagio para la presente estación de deshielo.

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Se quiebra la paz social en Occidente, se quiebran los fragilizados estados exportadores de petróleo y se quiebra la banquisa polar ártica. Las grietas son cada vez mayores. Cabe preguntarse cuánto más deberán agrandarse antes de que como sociedad que aún somos decidamos actuar.


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