La economía griega lleva absolutamente paraliza desde que Syriza llegó al poder. No me cabe duda de que parte de la responsabilidad de esta parálisis le corresponde a una Troika que parece creer que la mejor forma de remediar los problemas es escapando de ellos hacia delante. Pero otra parte —acaso la mayor parte— les corresponde indudablemente a los postureantes gobernantes griegos, con el estratega Yanis Varoufakis al frente.
Syriza llegó al poder prometiendo la cuadratura del círculo: más gasto público y menos impuestos manteniéndose en todo momento dentro del euro. Alguien tenía que correr con la factura y el “alguien” seleccionado fueron los contribuyentes europeos: de lo que se trataba, en primer lugar, era de no devolver el dinero que esos mismos contribuyentes europeos les habían prestado hasta la fecha; y, en segundo lugar, de conseguir que tras ese repudio (alias reestructuración) fuéramos tan miopes como para seguir extendiéndoles crédito hasta el siguiente desplante.
Sin embargo, dado que no queda demasiado bien eso de endosarles un agujero financiero a los contribuyentes europeos al tiempo que se les reclama más dinero, la propaganda de Syriza trató desde el inicio de empatizar con sus víctimas. Desde un comienzo, Alexis Tsipras, en su ejemplar Carta abierta al pueblo alemán, quiso ponerse del lado de los contribuyentes teutones. Leyéndola, era difícil discernir si Tsipras era el líder de Syriza o un halcón del Bundesbank:
La insistencia en estas políticas desnortadas y la negativa a considerar la aritmética más básica le está saliendo carísimo al contribuyente alemán mientras se condena a una loable nación europea a la indignidad permanente. Lo que es peor: por este camino, los alemanes se están enfrentando a los griegos y los griegos a los alemanes, socavando con todo ello el ideal europeísta.
Alemania, y muy en particular los esforzados trabajadores alemanes, no tienen nada que temer de una victoria de Syriza. Más bien al contrario: nuestra tarea no es enfrentarnos con nuestros socios. No queremos préstamos más cuantiosos ni tampoco el derecho a incurrir en mayores déficits. Nuestro objetivo, por el contrario, pasa por estabilizar al país, equilibrar las cuentas y, por supuesto, acabar con la extorsión del debilitado contribuyente griego en el contexto de unos préstamos que simplemente no se pueden devolver. Nuestro propósito es acabar con la lógica del ‘extend and pretend’, no para perjudicar a los ciudadanos alemanes, sino buscando el beneficio mutuo de todos los europeos.
Difícil no suscribir tan sensatas palabras, salvo por un pequeño detalle: la conclusión. Tsipras cerraba su carta con la siguiente admonición: “Nuestra tarea es conseguir un New Deal europeo que le permita a nuestro pueblo respirar, crear y vivir en dignidad”. ¿Un New Deal europeo no sufragado por el contribuyente europeo? No parece que ésa sea la intención, sino más bien que los europeos arrojen una lluvia de miles de millones de euros sobre Grecia pero, ésta vez, sin dejar rastro alguno de deudas: nos regaláis el dinero y todos tan contentos.
Ésta, y no otra, ha sido la estrategia seguida por los dirigentes de Syriza desde que llegaron al poder: hablar en nombre del contribuyente europeo al tiempo que seguían pretendiendo desplumarle. Un ejercicio continuo de populismo que acaso pudiera encontrar cierto predicamento entre algunos ciudadanos continentales, pero que desde luego no tiene ningún sentido llevar a las reuniones del Eurogrupo.
Pues bien, incluso esta misma semana, hallándose Grecia al borde del colapso y de la salida del euro, el jugador Varoufakis ha acudido a la reunión del Eurogrupo a predicar tan inverosímil mitin: a saber, no queremos vuestro dinero pero queremos vuestro dinero. Échenle si no un ojo a la intervención que mantuvo ante sus pares europeos. Después de proponer la creación de una autoridad fiscal independiente que imponga recortes automáticos del gasto en caso de que la ejecución presupuestaria se aleje de los objetivos de déficit, el ministro heleno declara:
Dado que nuestro gobierno jamás volverá a necesitar pedir prestado dinero de sus contribuyentes ni de los contribuyentes que financian al FMI, no tiene sentido mantener un debate entre socios europeos acerca de qué pensionistas son más pobres, en una especie de carrera hacia el fondo. Más bien, deberíamos empezar a hablar de los términos de la devolución de la deuda.
Pero Varoufakis sólo está intentando engañar a unos ministros de Economía que saben perfectamente que su colega los está tratando como tontos. Primero, Varoufakis quiere rebajar el objetivo de superávit primario del 2,5% al 2% del PIB. Como es sabido, el saldo presupuestario primario es la diferencia entre ingresos y gastos sin contar los intereses de la deuda. Dado que Grecia está actualmente pagando unos intereses entre el 4% y el 4,5% del PIB, eso significa que el déficit estaría entre el 2% y el 2,5% del PIB. Para financiar ese nuevo déficit, Grecia necesitará emitir deuda y, ¿quién le comprará esa deuda con los mercados cerrados? Adivinen: los contribuyentes europeos a quienes se han comprometido no expoliar más. En ese mismo discurso, el propio Varoufakis sostiene que la segunda de las tres patas sobre las que se asienta su propuesta de acuerdo es la siguiente:
Una racionalización de los términos del repago de la deuda pública basándose en estas directrices: primero, el fondo de rescate europeo le otorga un nuevo crédito a Grecia para que recompre la deuda griega en manos del BCE. Con el propósito de afianzar ese préstamo, aceptamos que una profunda agenda de reformas constituya el baremo de la condicionalidad para medir la exitosa conclusión del actual programa [de rescate] y para asegurarnos un nuevo crédito del fondo de recate europeo que entre en vigor tan pronto como concluya el actual y que, junto a la prolongación del programa del FMI, se extienda hasta finales de marzo de 2016.
Sí, Syriza no sólo nos pide no pagar lo que ya nos debe pese a gozar de las condiciones de financiación más generosas y laxas de Europa: nos reclaman que, después de no devolvernos lo adeudado, ¡les sigamos dando crédito hasta, como poco, marzo de 2016! En esa fecha, confían en haber recuperado la confianza de los mercados y en ser capaces de volver a emitir deuda fuera del paraguas del plan de rescate europeo. Pero, ¿y si no es así? ¿Y si los inversores siguen razonablemente desconfiando de Syriza? Pues deberíamos volver a la casilla de salida: o seguimos financiando y refinanciando a Grecia, o ésta suspendería pagos: la institucionalización del ‘extend and pretend’ con el que Tsipras prometió acabar.
Pero la impostura de Varoufakis después de jurarnos no ambicionar más fondos de los contribuyentes europeos y de reclamar más préstamos del MEDE no termina aquí. La tercera pata de su propuesta de acuerdo es el mismo New Deal que ya propuso Tsipras en su carta abierta al pueblo alemán. ¿Un New Deal que sería pagado por…? ¡Sí! Ese contribuyente europeo cuyo dinero los de Syriza decían no necesitar para nada:
[Proponemos] un programa de inversión para relanzar la economía griega que esté financiado por el Plan Juncker, el Banco Europeo de Inversiones —con quienes ya estamos en conversaciones—, el Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo y otros socios que serán invitados a participar también en nuestro programa de privatizaciones y en la creación de un banco de desarrollo que busque promover, reformar e hipotecar los activos públicos.
Parece bastante obvio que Syriza sólo quiere ganar tiempo y dinero, pero no reestructurar el Estado (o al menos no desestructurarlo) ni liberalizar en profundidad la economía: tiempo y dinero para hacer lo que lleva varias décadas haciendo, esto es, trampear a propios y extraños para mantener los privilegios de la casta (o de la neocasta).
Los políticos europeos están cegados por la obsesiva búsqueda de la estabilidad financiera, por los delirios de grandeza del proyecto de megaEstado europeo y por el deseo de escurrir el bulto de sus errores pasados. No entienden que los políticos griegos no quieren pagar y que sólo están buscando fórmulas para no hacerlo al tiempo que siguen metiendo el cazo en los bolsillos de los contribuyentes europeos. La posición europea debería ser muy clara y debería haberlo sido desde el mismo 2010: si no quieren hacer los ajuste para pagar la deuda, que no la paguen, pero que asuman las consecuencias (a saber: salida del euro).
En cambio, una vez la claridad y previsibilidad de las normas se sustituye por el politiqueo en los despachos de la eurocracia, se incentiva el comportamiento oportunista de los distintos actores, recurriendo a falsas promesas y veladas amenazas. En palabras de Varoufakis:
Aunque algunos, influidos por rumores de que una salida de Grecia del euro no sería un evento demasiado grave o que incluso beneficiaría a la Eurozona, parecen haberse resignado a la ruptura del euro, es un acontecimiento que podría desatar fuerzas tan destructivas que nadie es capaz de prever.
No es que no coincida con Varoufakis en los muy sustanciales riesgos que podría acarrear e Grexit, pero la alternativa es que Grecia viva permanentemente subsidiada por los contribuyentes europeos. Y acto seguido la pregunta es evidente: ¿por qué Grecia sí y Letonia, Eslovenia, Portugal o incluso España e Italia no? La tentación chantajista de unos socios para con otros sería demasiado irresistible y el único destino posible con tales mimbres sería un Tesoro único europeo que institucionalizara la Troika con poderes absolutos para meter mano en los impuestos y en los gastos de cualquier Estado comunitario.
No sigamos retrasando indefinidamente lo que ya deberíamos haber hecho en 2010.