La semana pasada Joaquín Leguina abrió la caja de los truenos cuestionando el dato oficial de que en España el 29,1% de los hogares (algo más de cinco millones de familias) son pobres, lo que le valió duras críticas de quienes suelen utilizar tan dramática cifra en sus análisis sociales. En el fondo, la polémica deriva del mal uso y abuso de la estadística europea de “riesgo de pobreza o exclusión social” (AROPE, por sus siglas en inglés), la cual sí establece que el 29,1% de los hogares españoles se hallan “en riesgo de pobreza o exclusión social” pero dándole a este término un significado bastante diferente de lo que habitualmente suele entenderse por pobreza.
Para clarificar la cuestión, comenzaremos definiendo qué mide exactamente AROPE para, acto seguido, dibujar una radiografía de la pobreza en España a partir de los mismos datos que proporciona AROPE.
¿Qué mide AROPE?
La tasa de riesgo de pobreza o exclusión social (AROPE) mide aquellos hogares que se hallan en alguna de estas tres categorías:
Riesgo de pobreza: Se encuentra en riesgo de pobreza todo hogar que posea ingresos por debajo del 60% de la renta mediana de un país. En 2014, el umbral para considerar a un hogar unipersonal en “riesgo de pobreza” era de 7.961,3 euros: esto es, todo hogar unipersonal que ingresara menos de 7.961,3 euros era considerado “en riesgo de pobreza”. A su vez, el umbral de pobreza para los hogares con dos adultos y dos niños era de 16.718,6 euros. Conviene tener presente que este umbral de pobreza es idéntico para el madrileño y para el extremeño: la renta mediana con respecto a la cual se calcula el umbral de pobreza es la renta mediana nacional, sin ponderar por distintos costes de vida según el territorio (por eso, la tasa de riesgo de pobreza en las comunidades con menor renta per cápita es muy superior a la tasa en comunidades con alta renta per cápita).
Carencia material severa: Se entiende que una familia se hallan en una situación de carencia material severa cuando no pueden permitirse afrontar al menos cuatro de los siguientes nueve gastos: 1) el pago de la hipoteca, el alquiler y otras facturas como la electricidad o el gas; 2) una semana al año de vacaciones fuera del hogar familiar; 3) consumo de carne, pescado, pollo (o su equivalente vegetariano) al menos una vez cada dos días; 4) hacer frente a imprevistos (definido como la doceava parte del umbral de pobreza: es decir, 775 euros en hogares unifamiliares y 1.633 euros en hogares con dos adultos y dos menores); 5) teléfono fijo o móvil; 6) televisión en color; 7) lavadora; 8) automóvil; 9) temperatura adecuada en el hogar (tanto frente al frío como frente al calor).
Baja densidad de empleo en el hogar: Un hogar exhibe baja densidad en el empleo cuando aquellos de sus habitantes con edades comprendidas entre los 18 y los 59 años trabajan en conjunto menos del 20% de los meses que podrían hacerlo. Por ejemplo, si en un hogar con dos adultos se ha trabajado en total menos de cinco meses al año, ese hogar se considera que exhibe una baja densidad en el empleo.
La carencia material severa es una medición directa de pobreza: mide cuántas personas se hallan en una situación en la que no pueden permitirse comprar bienes o servicios que socialmente se consideran básicos para mantener un nivel de vida digno. En cambio, el riesgo de pobreza y la baja densidad en el empleo son mediciones indirectas de pobreza: pretende computar cuántas están en peligro de sufrir privaciones materiales de bienes y servicios básicos (la lógica es que si una persona tiene poca renta o carece de empleo, terminará no siendo capaz de adquirir muchos de los bienes básicos incluidos en el epígrafe de carencia material severa).
Como decía, basta con que un hogar se integre en alguna de estas tres categorías para que aparezca en AROPE como “hogar en riesgo de pobreza o exclusión social”. Y eso supone un problema serio a la hora de interpretar el indicador, pues no es lo mismo ser pobre (carencia material severa) que estar en la zona de peligro para pasar a ser pobre (riesgo de pobreza o baja densidad de empleo). Por ejemplo, una persona que esté desempleada pero posea un alto volumen de ahorros aparecerá en AROPE por cuanto encajará en la categoría de “baja densidad de empleo” aun cuando no esté sufriendo (ni vaya a sufrir en el futuro previsible gracias a sus elevados ahorros) ninguna carencia material severa. Asimismo, si un hogar unipersonal recibe una renta de 7.800 euros anuales (por debajo del 60% de la renta mediana nacional) en una zona donde todos los bienes básicos son suficientemente baratos como para poder comprarlos con ese dinero, también aparecerá en AROPE (incluso si esa persona es beneficiaria de un programa gubernamental de reparto gratuito de comida aparecerá en AROPE, ya que las rentas en especie no computan a la hora de medir el riesgo de pobreza).
Hechas estas aclaraciones sobre la tasa AROPE, ¿qué porcentaje de ese 29,1% de hogares españoles “en riesgo de pobreza o exclusión social” son pobres (carencia material severa) y cuáles simplemente se hallan en peligro de pasar a ser pobres?
Radiografía de la pobreza en España
El porcentaje de los hogares españoles que presenta una carencia material severa (incapacidad para hacer frente a cuatro de los nueve gastos anteriores) fue en 2014 del 7% del total: esto es, aproximadamente 1,2 millones de hogares. De ese 7% de hogares con carencia material severa, un 4,4% sufría tal situación por percibir una renta inferior al 60% de la mediana, pero el otro 2,6% presentaban carencia material severa a pesar de poseer una renta superior al 60% de la mediana (probablemente por vivir en zonas de España donde esa renta era insuficiente para adquirirlos).
Los restantes 22,1% de hogares (algo más de cuatro millones de hogares) hasta llegar al famoso 29,1% no se incluyen en AROPE porque padecieran una privación material severa, sino en su mayoría porque percibieron una renta inferior al 60 de la mediana nacional, a pesar de que ello no les implicara carencias materiales severas. En este sentido, lo más llamativo del caso es que más de la mitad de los hogares incluidos en este grupo (el 11,8% del total de familias) no llegaron al 60% de la renta mediana a pesar de no presentar una baja densidad en el empleo (probablemente indicando que en esas zonas de España el nivel de vida no es tan elevado como para exigir una renta mediana igual al 60% nacional) y otro porcentaje muy importante de estos hogares (el 4,3% del total) se incluyeron en AROPE por su baja densidad en el empleo… a pesar de que disfrutaron con una renta superior al 60% de la mediana nacional (probablemente, vía prestaciones de desempleo).
Por supuesto, es legítimo defender que la definición de pobre no debería restringirse a aquellas personas que sufren una carencia material severa, sino también a quienes están en riesgo de pasar a padecerla. Pero lo que sí deberíamos evitar a toda costa son los malentendidos: a saber, que el emisor afirme que “en España un 29,1% de hogares son pobres” y el receptor entienda que “en España un 29,1% de los hogares padecen carencias materiales severas”. No: el número de hogares con carencias materiales severas fue del 7% en 2014, una cifra ligeramente por debajo de la media europea.
Incluso podríamos ir un poco más allá: como ya hemos visto, la definición de “carencia material severa” de AROPE incluye a todos aquellos hogares que no puedan permitirse hacer frente a cuatro de los nueve gastos previamente reseñados. Esto significa que un hogar puede ser calificado como “pobre” por padecer una carencia material severa en caso de que no pueda permitirse estos cuatro gastos: ni unas vacaciones anuales, ni un automóvil, ni un móvil, ni hacer frente a gastos imprevistos. Es obvio que una familia que pase por tales estrecheces no puede considerarse una familia desahogada financieramente, ni siquiera de clase media, pero tampoco está muy claro que ese tipo de familia sea la que la mayoría de ciudadanos caracterizan como “pobre”.
De este modo, si restringimos el significado de carencia material severa a aquellos hogares que no pueden permitirse al menos cinco de los nueve gastos anteriores, sólo el 2,2% de los hogares españoles encajaría en tal definición (es decir, 400.000 hogares). Y si lo restringiéramos a al menos seis de los nueve gastos anteriores, sólo el 0,6% de las familias españolas (esto es, 110.000 familias) se hallarían en tal situación. En cambio, si ampliáramos la definición de carencia material severa a quien no pudiera hacer frente a al menos tres de los gastos anteriores, el 17,8% de las familias serían pobres; y si bastara con no poder sufragar uno de esos gastos, el 56,2% lo serían.
Dicho de otra forma, incluso con una medición tan directa de la pobreza como es la “carencia material”, podemos escoger qué porcentaje de hogares “pobres” queremos reconocer oficialmente según cómo escojamos definir “carencia material severa”.
En definitiva, no es verdad que en 2014 hubiera en España cinco millones de familias pobres: ni siquiera según las definiciones oficiales de AROPE podemos realizar semejante afirmación. Cuatro de esos cinco millones de familias se hallaron, a lo sumo, en riesgo de entrar en una situación de pobreza, pero no vivieron como pobres. En cambio, los hogares a los que sí podemos calificar oficialmente como pobres ascendieron a 1,3 millones (el 7% del total). Ahora bien, la definición oficial de pobre (hogar que padece carencia material severa) probablemente ni siquiera se ajuste a lo que el ciudadano medio visualiza como pobre: restringiendo más esta definición (para, en efecto, aproximarnos al recuento de hogares verdaderamente míseros), llegaremos a la conclusión de que el número de familias pobres en 2014 osciló entre las 110.000 y las 400.000 (entre el 0,6% y el 2,2% del total).
Siguen siendo muchas familias en una situación muy frágil, pero si de verdad nos preocupan y queremos darles una solución específica, lo que no podemos hacer es diluir su situación real en un océano de demagogia.